lunes, 23 de diciembre de 2013

De la Tierra a la Luna





La ciencia ficción moderna tiene varios antecedentes en el siglo XIX, o incluso antes. Algunos autores señalan el relato “Frankenstein”, concebido por Mary Shelley en el “año sin verano” (1816), como el arranque de los géneros de terror y ciencia ficción modernos. Hace años lo leí y me impresionó. O incluso se remontan más atrás, al relato "Somnium", de Kepler (1623), que relata un viaje a la luna. Sin embargo, si tuviéramos que elegir un padre de la ciencia ficción, no nos cabría ninguna duda: Julio Verne, salvo que consideremos a HG Wells el padre, lo que transformaría al genial Verne en abuelo…
Jules Gabriel Verne nació en Nantes, en 1828. Su destino inicial era convertirse en otro abogado más en su familia burguesa, pero afortunadamente pudo hacer realidad su sueño de escribir.
Su primera novela, París en el Sg XX, fue rechazada por su editor, ya que resultaba demasiado pesimista: la gente del futuro viviría obsesionada por el dinero y por los faxes…primer acierto, monsieur Verne. Poco después, en 1863, comienza una de las grandes series de la literatura mundial: viajes extraordinarios. Todos estos grandes viajes han tenido multitud de adaptaciones al cine, televisión y cómic. Recuerdo la estupenda serie Miguel Strogoff (1975), que disfruté en mi infancia.
Recientemente he querido acercarme más al original, leyendo sus obras. Por ahora, sólo he acabado Veinte mil leguas de viaje submarino (1870), y De la Tierra a la Luna. La primera resulta muy interesante, no sólo por la parte científica, centrada en la geografía, la navegación y su anticipación sobre el desarrollo de grandes submarinos. Sus aspectos dramáticos, centrados en el enigmático Capitán Nemo, resultan también muy atractivos. En esta obra refleja su crítica a la política internacional de las grandes potencias, y a la facilidad con la que los países resuelven sus diferencias a cañonazos.
Pero el tema artillero encuentra su pleno desarrollo en “De la Tierra a la Luna” (1865). La acción se sitúa en EE.UU, un país dinámico que tras la terrible Guerra de Secesión, se centra en el crecimiento económico y la expansión. Un grupo de artilleros nostálgicos, agrupados en torno al Gun Club y guiados por su presidente Barbicane, deciden tratar de reanimar su profesión y alcanzar la luna con un enorme proyectil, demostrando el poderío científico y militar del país. En su camino se cruzará un excéntrico aventurero francés, Michel Ardan,  que complicará los planes originales…
El tono del libro aparentemente es crítico y satírico, pero a mi entender encierra una cierta admiración por el carácter americano, emprendedor y un tanto ingenuo. La parte científica resulta muy interesante, ya que Verne está perfectamente al corriente de los últimos conocimientos astronómicos de su tiempo, y describe con maestría elementos como los telescopios necesarios para observar la luna, la duración del viaje, etc. Se adelanta al Sg XX situando el lanzamiento en Florida, sugiriendo sistemas para producir oxígeno y eliminar CO2 de la nave, etc. Su error principal fue suponer que un cañón podría lanzar un objeto al espacio, lo cual es prácticamente imposible. Por otra parte, en aquella época todavía se pensaba que era probable la existencia de agua y oxígeno en la luna, e incluso de vida inteligente.
Esta breve novela ha tenido gran influencia en la cultura popular y en la ciencia ficción posterior. El pionero del cine de ciencia ficción, el también francés Georges Méliès, rodó Un viaje a la luna en 1902 basándose en esta novela. La novela cuenta con una segunda parte, "Alrededor de la luna", que espero poder leer pronto.
Actualmente estoy leyendo Voyage au centre de la terre (1864) en francés, aprovechando las posibilidades de los diccionarios incorporados a los libros electrónicos. Y está resultándome más interesante, entretenida y con mucho humor.
En definitiva, un autor clásico, un genio de la ciencia ficción y de la novela de viaje, que nos ofrece una lectura entretenida e interesante.

lunes, 16 de diciembre de 2013

12 años de esclavitud



(…) Se suponía que los derechos humanos eran independientes de todos los gobiernos; pero sucedió que en el momento en el que los seres humanos carecieron de un gobierno propio y tuvieron que recurrir a sus derechos [humanos], ninguna autoridad quedó para protegerlos y ninguna institución quiso garantizarlos”, Los orígenes del totalitarismo, Hannah Arendt.

Si existe la justicia cinematográfica (algo que no tengo muy claro) Steve McQueen se llevará el Oscar al mejor director y a la mejor película, Hans Zimmer a la mejor banda sonora y Chiwetel Ejiofor y Michael Fassbender al mejor actor principal y al mejor actor de reparto, respectivamente.

Antepongo a mi fervor, adoración, pasión, por Fassbender, el reconocimiento que se merece el director porque esta película tiene el sello de calidad que, con apenas tres largometrajes, ha sabido convertir en marca de la casa: elegancia, sentimiento, imágenes de una belleza apabullante y el abordamiento de conflictos sin restarnos a los espectadores ni un ápice de crudeza pero siempre intentando mostrarnos las dos caras del ser humano. ¡MacQueen enamora con su talento!

Y es que el planteamiento que hace en “12 años de esclavitud”, basada en un hecho real ocurrido en 1850, consigue que el horror que nos relata nos afecte de lleno puesto que se basa en el secuestro y sometimiento de un hombre, sí de color, pero un hombre libre. Si todos los hombres somos iguales, si no se respetan los derechos humanos, si somos ciudadanos de segunda, si solo una ley establece la frontera entre el libre y el esclavo (como argumenta Brad Pitt, en un papel pequeño pero logrado, frente al iracundo dueño de la plantación, negrero de pro, interpretado por Fassbender), ¿quién nos dice que mañana no llegará alguien que cambiará la ley intercambiando con ello la condición de unos y otros?

Quiero DESTACAR de esta obra de arte LA UTILIZACIÓN DEL SONIDO algo que me fascinó: para diferenciar el mundo que los esclavistas consideran justo y legítimo del horror de la realidad, a la lectura de los pasajes bíblicos recitados por los dueños de las plantaciones,para llevar la palabra del señor a “esas bestias negras”, le acompañan los latigazos propinados a quienes no cumplen los estándares de recolección de algodón, o el llanto de las madres a quienes han separado brutalmente de sus hijos y a quienes las “amas” blancas consuelan diciendo “no te preocupes, pronto los olvidarás”. ¡Es impresionante!

Mostrándonos las debilidades, miedos e inseguridades de los personajes, consigue que, en ciertos momentos, entendamos su comportamiento aunque no lo compartamos, algo muy difícil de lograr cuando estamos hablando de personas capaces de matar a otros sin pestañear.

Chiwetel Ejiofor, como Solomon Northor, se debate entre el miedo, el conformismo, la rabia y el ansia de recuperar su libertad, ofreciendo un contrapunto perfecto a Fassbender que en su papel de Edwin Epps, el cruel dueño de la plantación, nos ofrece una interpretación dotada de una violencia contenida, con explosiones intimidantes de ira y momentos de incertidumbre y quebranto. ¡Por algo está catalogado como el mejor actor de su generación, equiparable a Marlon Brando!

¡Es la mejor película del año!


viernes, 13 de diciembre de 2013

Vamos a escribir un RELATO DE RELEVOS (tralará)


En "Memorias de Africa", Denys Finch-Hatton, que adoraba las historias, le proponía a la Baronesa Karen Blixen una frase cualquiera a partir de la cual ella elaboraba unos relatos que le dejaban extasiado. 

Son muchos los casos de gente que escribe historias a dos manos, tres o incluso escribe un libro entero pero no figura como autor. Por eso se me ha ocurrido que podría resultar interesante intentar escribir un relato de relevos: yo escribo el primer capítulo y le paso el testigo al siguiente que quiera aceptar el reto.

¿Quién se anima?


*******

CAPITULO I: EL DETECTIVE

Los detectives tendrán que dar cuenta a Interior de sus trabajos”. ¡Coño, empezamos bien! Son las 7 de la mañana, no ha salido el sol, el café aún no traquetea por mis venas y mi habitual agudeza y discernimiento están missing. En su lugar, el embotamiento matutino campa a sus anchas por mi obtuso cerebro a la espera de la mutación que me convierta, si no en el mejor en, al menos, un detective medianamente espabilado.

El Consejo de Ministros aprobará el proyecto de ley de seguridad privada que aumenta el control sobre los detectives privados y sus labores de investigación”. Estos del periódico están empeñados en joderme el día. Me ajusto torpemente las gafas redondas, que me confieren aspecto de hippie trasnochado, a las que no termino de acostumbrarme no sé si por llevar sobre mi nariz un OSNI (Objeto Superpuesto No Identificado) o por estar rumiando aún el malestar que me produjo enterarme que la presbicia que me diagnostico el oftalmólogo en realidad significa “ojo viejo”.

No permitirá a las empresas de seguridad realizar investigaciones privadas. La modificación da satisfacción a los detectives, que ya habían mostrado su preocupación por lo que consideraban una invasión de competencias que, además, podría suponer la quiebra de un colectivo ya de por sí castigado por la crisis”. 

¡Ahí le has dado! En los últimos años estas empresas se han reproducido como por esporas. En España existen unas 1.500 compañías que dan trabajo a casi 90.000 seguratas. Aunque pueden llevar armas de fuego lo normal es que estos RoboCops utilicen porras, bastones o, incluso algunos, armas de electrochoque que a base de descargas eléctricas te permiten incapacitar a cualquier fulano (¡a más de uno se las habría aplicado yo en la sesera!). 

La nueva Ley, según continuaba el artículo, para incrementar el control sobre nuestra actividad exigía documentar los encargos por escrito y hacer constar en el libro-registro, además de los datos concretos de cada caso, los resultados obtenidos que, en todo momento, debían estar a disposición de las autoridades judiciales y de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. En una palabra, hacerles el trabajo gratis. ¿Queréis también mi sangre, so mamones? 

Si ya lo decía mi padre: “Detective, detective, ¿detective de qué? Si quieres dar hostias legales te metes a policía y punto”. Y de ahí nadie podía sacarle. Se negó en redondo a costearme los estudios que pude pagarme gracias a mi habilidad para la práctica forense, negociadora e investigadora: recogida de fluidos variados cuando limpiaba los wáteres de los garitos en los que trabajé de camarero; charlas interminables con borrachos perennes que se negaban a marcharse a dormir la mona y alargaban mi turno hasta las tantas; ruedas de reconocimiento para saber quien se había largado la noche antes haciéndome un sinpa (sin pagar su bebida). Vamos, que la escuela de la vida fue acelerando mi formación y, tras varios años, obtuve mi flamante diploma en la Universidad Complutense de Madrid. 

Estudiar en el Instituto de Criminología, que ocupa tres aulas de la Facultad de Derecho, ya te prepara para tu futura profesión de sabueso puesto que para llegar hasta él hay que atravesar largos pasillos, subir sinuosas escaleras y tener buena memoria para acordarte del camino la próxima vez, sobre todo si tu afición al mus te mantiene confinado en la cafetería y alejado de las aulas. 

Dejo el periódico malhumorado y me decanto por “Cosas de hombres” revista con buenos consejos para mejorar tu castigada vida de macho veinticuatro horas. Leo interesado: “El café tiene el valor terapéutico de rejuvenecer la piel al hacerla más suave. Si tu escroto tiene venas varicosas (vasos sanguíneos inflamados) masajearlo con granos de café puede proporcionarte comodidad. Mezcla 1 taza de granos de café fríos, 1/2 taza de azúcar y 1/2 cucharada de aceite de jojoba. Esta mezcla hidratará la piel del escroto. Si te duele tanto que no puedes estar sentado o de pie cómodamente, la aromaterapia también puede ser útil ya que inhalar café reduce el estrés y da una sensación de relajación”. Ésta si es una publicación seria, me digo mientras mi solícita mano acudía en ayuda de mis huevos que, ante la edificante lectura, habían reclamado mi atención con un picor insistente que me ví obligado a mitigar.

Suelo dejar para el final la prensa local porque me calma, pero en esta ocasión el llamativo titular que cubría la primera página me dejó noqueado: “Brutal asesinato en el Valle”.

Ring, ring, el sonido del teléfono me arrancó de mi estupor.

- Hola Fausto, soy Berta. ¿Lo has visto?
- Acertaste de pleno, no fue casual. 
- No, no lo fue. 
******

lunes, 9 de diciembre de 2013

Diario de una lectura inconclusa: “La montaña mágica” (V)


Día seis:

Por casualidad, buscando otra información en Internet, descubrí que en “Belle Époque”, de Trueba, Fernando Fernán Gómez le recitaba a Jorge Sanz un párrafo de “La montaña mágica”, algo que me sorprendió porque, pese a haber visto la película, no recordaba esa escena.

Ahora, al llegar al final del Capítulo V, me he dado de bruces con dicho párrafo: “(…) ¡Oh, encantadora belleza orgánica que no se compone ni de pintura al óleo, ni de piedra, sino de materia viva y corruptible, llena del secreto febril de la vida y de la podredumbre! ¡Mira la simetría maravillosa del edificio humano, los hombros y las caderas y los senos floridos a ambos lados del pecho, y las costillas alineadas por parejas y el ombligo en el centro, en la blandura del vientre, y el sexo entre los muslos! Mira los omóplatos cómo se mueven bajo la piel sedosa de la espalda, y la columna vertebral que desciende hacia la doble lujuria fresca de las nalgas, y las grandes ramas de los vasos y los nervios que pasan del tronco a las extremidades por las axilas, y cómo la estructura de los brazos corresponde a la de las piernas (…)”.

La sorprendente declaración de amor que le hace Hans a Clawdia es como una radiografía, pero no en el sentido de estar enamorado hasta los huesos o las trancas, sino que es una declaración anatómica de sentimiento, algo que, desde luego, tienes que releer porque te resulta tan chocante, tan distinto, tan extraño, que casi te parece que ella se marcha al día siguiente para huir de semejante demente.

La respuesta de ella, “Eres, en efecto, un adulador que sabe solicitar de una manera profunda, a la alemana”, me dejó desconcertada. ¿Quiere decir que sabe como requebrar a una mujer, sea cual sea su procedencia, o es una burla ante las palabras de él, dándole a entender que así podrá conquistar a una mujer de su país pero nunca a una rusa?

Ninguno como Quevedo supo expresar que el amor seguirá existiendo más allá de la muerte:

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansiosa y lisonjera

mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi alma el agua fría
y perder el respeto a ley severa.

Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,

su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido,
polvo serán, mas polvo enamorado.
 

En “Todavía alguien”, donde aparece por primera vez Naphta (“Era un hombre de baja estatura y delgado, iba afeitado, y era de una fealdad tan acusada que uno se sentía tentado de calificarla de corrosiva”) me he atascado: es una discusión abstracta y filosófica  cuya comprensión considero que está fuera de mi alcance (espero que alguien del Club me explique su contenido porque este apartado sí que me niego a leerlo dos veces como ya hecho con otros antes).

¡No me extraña que, después de dos encuentros con este nuevo personaje, Joachim tome la determinación de abandonar el Berghof!

“El Consejero”

Mi primer contacto con Cormac McCarthy fue a través de la fantástica película “The Road”, basada en la novela del mismo nombre (esta es parte de la crítica que escribí sobre ella: “The road” es, sobre todo, un viaje hacia nuestra conciencia, hacia la esencia misma de nuestra condición humana… Es un viaje del que vuelves afectado….). Le siguió “No es país para viejos”, tan impactante como la anterior.

Pero no fue hasta que leí una entrevista al actor James Franco con motivo de su adaptación al cine de otra de las obras de este autor, que dirige y protagoniza, cuando me decidí a comprar “Hijo de Dios”.

Cormac McCarthy es un escritor de esos que tanto nos gusta catalogar como “atormentados”, poco dado a conceder entrevistas o a embarcarse en promociones interminables, casi un ermitaño. Si te atreves a cruzar la puerta que te da acceso a su universo te encontrarás con que, cual araña venenosa, disfruta exponiéndote a su mundo interior para comprobar como eso te acaba perturbando. Porque McCarthy busca desconcertar al lector y, sobre todo, asquearte y removerte por dentro.

En “Hijo de Dios” la figura de Lester Ballard se nos presenta con toda la crudeza y el salvajismo posible. Nos hace participes de todas las perversiones por las que el ser humano siente mayor  rechazo (incesto, necrofilia, sadismo, asesinato, escenas escatológicas). No hay nada agradable en esta novela, es la narración de la involución de un hombre que vuelve a la caverna (física y espiritualmente) de la cual nunca debería haber salido.

Con estos antecedentes en mente tenía claro que llevar a la pantalla “El Consejero”, guión escrito expresamente para el cine, no iba resultar tarea fácil puesto que el escritor tiene fama de no serlo. Si le añadimos que también ejerce de productor…

Y no me equivocaba: Ridley Scott ha sido totalmente incapaz de poner imágenes a los diálogos escritos por Cormac y durante toda la película unas y otros parecen discurrir por caminos separados lo que hace prácticamente imposible enterarte de lo que estás viendo.

Pese a contar con buenas interpretaciones (masculinas porque las femeninas dejan bastante que desear) no entiendes la historia. El caso es que los diálogos, a veces como entrecortados, te cuentan lo que va a pasar, pero tú no comprendes por qué va a pasar eso ya que lo que vas viendo en pantalla no te lo indica.

Hasta el personaje más inesperado se dedica a aleccionar, advertir, instruir al pobre Fassbender, desde el joyero holandés al que le compra un anillo o el camarero de un bar de mala muerte de Ciudad Juárez, hasta, y sobre todo,  la ristra de narcotraficantes con los que se va cruzando en el camino que ha elegido (¡chico malo, chico malo!).

Al enterarme de que algunos críticos aseguraban que la película contiene escenas de “alto contenido erótico” (¡¡¡!!!.) no he podido dejar de sorprenderme y asumir que el erotismo es un concepto muy muy subjetivo, porque lo que a unos les ha parecido sexual e impactante, a mi me ha parecido ridículo y patético (¡que una escena de sexo con Fassbender produzca risa, algo que le debemos a nuestra Pe, ya tiene delito!).

Cuando acaba te ves incapaz de contar de qué va la historia, solo después de reflexionar sobre ella e intercambiar opiniones y comentar dudas con otros espectadores, consigues tener una ligera idea de lo que escritor y director nos querían relatar.

Me queda por resolver la cuestión del por qué de ese título: ¿quién o qué es “El Consejero”? Pensando sobre este particular he llegado a la conclusión de que esa función la ejercen en la historia todos excepto Fassbender a quien, en esta ocasión, le ha tocado el papel de discípulo díscolo que no hace caso a nadie y paga por ello.

Una ultima cuestión ¿quién creen que es el protagonista de la historia?

Pues no, se equivocan: yo afirmo que el protagonista es el camión.

domingo, 1 de diciembre de 2013

La Segunda Guerra Mundial. Antony Beevor


Antony Beevor es un conocido historiador británico, especializado en historia militar. Fue alumno de John Keegan, y el mismo sirvió en el ejército durante 5 años.
Beevor es probablemente el historiador militar más leído en la actualidad. Esto se debe a su especialización en la II Guerra Mundial, el conflicto más estudiado de la historia, y a su estilo ameno y riguroso. Sus libros más conocidos hasta la fecha, que yo haya leído, son Stalingrado y Berlín, la caída. Han servido de base a documentales, y en ellos utiliza información sólo recientemente disponible, tras la apertura de los archivos soviéticos. En su libro sobre Berlín nos presenta el estremecedor relato de los últimos meses de la guerra, con unos jerarcas nazis atrincherados y enloquecidos en el búnquer de Hitler, una población desesperada y un Ejército soviético, triunfador  y vengativo. La narración de las atrocidades cometidas por el Ejército rojo, especialmente contra las mujeres, parece que le valió bastantes críticas por parte de Rusia.
Sin embargo, en sus obras anteriores Beevor había presentado de manera igualmente cruda las barbaridades cometidas por los nazis y por el ejército alemán. En todo caso, si alguien tiene dudas acerca de su objetividad, al menos para el lector no erudito en el tema, puede leer su última y gran obra sobre la II Guerra Mundial. En un libro extenso y detallado, intenso e impresionante, presenta los  terribles acontecimientos de la guerra, desde el fatídico verano de 1939, hasta los confusos días posteriores a los bombardeos atómicos americanos sobre Japón y su rendición final. A lo largo de sus 1200 páginas (o de un montón de horas en su versión de audiolibro, que es la que he utilizado), Beevor profundiza en las causas de las decisiones de los líderes políticos, las particularidades de la diplomacia y la política internacional de la época, los aciertos y errores de los líderes políticos y militares, la evolución de la tecnología y el desarrollo industrial, la estrategia general y las tácticas de los ejércitos combatientes, y sobre todo, en el sufrimiento de las poblaciones desplazadas, perseguidas y bombardeadas, y en definitiva, en la desesperación y el horror de la destrucción en una escala jamás alcanzada previamente.
Resulta estremecedor conocer las cifras de heridos y muertos de cualquiera de las batallas de la contienda, a años luz de cualquiera de las contemporáneas; las condiciones horribles de los soldados, de los civiles atrapados en la lucha, de los prisioneros condenados a morir en las peores condiciones, de las mujeres violadas, de pueblos enteros aplastados y destruidos para siempre.
El escenario europeo, con las campañas sucesivas en Polonia, Francia, Rusia, África, Italia, etc., es muy conocido y ha sido abordado en multitud de libros, documentales y películas. El escenario de la guerra en el Pacífico también. Pero no son tan conocidos, al menos por mi, acontecimientos previos como las tensiones y guerras entre Polonia y Rusia, Finlandia y Rusia, etc. Beevor también aborda brevemente el papel de la Guerra civil española en el conflicto global, y otras guerras civiles que arrasaron diversos países en esta época. A la Guerra civil española le dedicó un tomo entero, pero a mi entender es un libro algo más flojo que el resto de su obra.
Además, Beevor narra la guerra en China, con la lucha entre las tres partes implicadas en el conflicto (las tropas chinas comunistas de Mao, las nacionalistas de Chiang Kai Shek, y los japoneses), con gran detalle, y le da la importancia que merece dentro del conflicto global. Por otra parte, resulta muy interesante su descripción de las distintas conferencias y reuniones entre líderes, los errores derivados de personalidades egocéntricas, las discrepancias entre los aliados (Churchill, Stalin, Roosevelt), las negociaciones e intrigas que sobre todo a partir de la segunda mitad de la Guerra, configuraron la Europa de la postguerra y la Guerra fría, el final del Imperio Británico, el auge del poder de EE.UU…
Otra campaña excelentemente narrada es la guerra en la Unión Soviética. Y para ello, Beevor utiliza muchas referencias de un gran periodista y escritor ruso, Vasili Grossman. Fue un valiente corresponsal de guerra, capaz de estar en el momento justo dónde se desarrollaba la acción, y de narrar los acontecimientos sin temor a criticar la brutalidad del régimen soviético, y la grandeza de sus conciudadanos, que fueron los que más sufrieron en todo el conflicto. Estas experiencias fueron luego plasmadas en su gran novela "Vida y destino":
La rica y culta Europa de principios del Sg XX se las arregló para entrar en dos guerras sucesivas que destruyeron gran parte de su legado cultural y humano. Para comprender y conocer mejor la segunda de estas dos Guerras, éste es quizás el libro más completo publicado hasta el momento. Por cierto, otro libro estupendo sobre esta guerra, algo más reducido, es "La guerra que había que ganar", de Murray y Millet, que en "sólo" 500 páginas, nos traza un relato también completo e interesante del conflicto.
La obra de Beevor nos induce a meditar sobre los horrores sucedidos hace no tanto tiempo, y a apreciar más la etapa de relativa paz en la que vivimos, y la necesidad de disponer de entidades supranacionales, que a pesar de sus limitaciones, han contribuido a evitar una Tercera Guerra Mundial (y aquí procedemos a tocar madera con ambas manos). En todo caso, la cuarta, como comentaba Einstein, se lucharía con palos y piedras…
 
Podemos encontrar un buen artículo sobre este libro en El País:
 
 
 

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Diario de una lectura inconclusa: “La montaña mágica” (IV)


Aunque solo llevo unas 360 páginas, menos de la mitad del libro, empiezo a percibir la evolución de los personajes y entender el papel que cada uno ocupa en la narración:
  • El burgués, distante y engreído Hans, cada vez más integrado en la sociedad que conforman “los de aquí arriba”, va desechando ideas y pensamientos que creía consolidados. A medida que va tomando conciencia de su cuerpo, por la evolución de la enfermedad que puntualmente le va siendo comunicada, comienza a liberar su espíritu y abrir su mente, trocándose así en el aprendiz perfecto, en el cada vez más entregado neófito del sentimiento amoroso.
  • Settembrini pasa de ser el despectivamente calificado como organillero italiano, la presencia a la que se atiende no sin cierto desden, a consejero moral y maestro de la vida, encontrando en Castorp un alumno más que entregado.
  • El doctor Behrens, la figura blanca, cuya capacidad profesional es cuestionada por padecer la misma enfermedad que trata de curar en otros, incapaz de abandonar el sanatorio, no tanto por motivos físicos sino por motivos sentimentales (la tumba de su esposa tira de él), parece buscar que en ese encierro voluntario, no exento de obligación, le acompañen todos los que  entran en el sanatorio como si de la mismísima puerta del infierno de Dante se tratara (“Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza ").
  • El doctor Krokovski, la figura negra, cual cuervo hambriento revolotea alrededor de los visitantes a los que raciona su atención, hasta que éstos adquieren la condición de pacientes pasando entonces a engrosar la lista de mentes disponibles para descerrajar con el psicoanálisis que practica (interesantes sus conferencias con el sugerente título de “El amor como factor patógeno”).
  • Clawdia Chauchat la musa pese a la resistencia inicial de Hans. Ese “agusanado” objeto de deseo. Hasta ahora en un papel secundario, sin voz, pero cada vez con mayor importancia en la escena, dado que su presencia o ausencia pasan a convertirse en el reloj que dirige y controla el tiempo (elemento recurrente, analizado y exprimido durante toda la novela) de Castorp.
  • Joachim Ziemssen es la constante en esta ecuación mágica. Firme en su estricta disciplina militar. Fiel a su deber de intentar curarse por todos los medios para volver al ejército, su sitio. Cumpliendo a rajatabla las prescripciones médicas, por absurdas que puedan parecer, en un intento, que parece vano, de no dejarse vencer por la desesperanza que infunde la enfermedad.
  • El resto de personajes, simples canalizaciones que conducen de unos personajes principales a otros,  aparecen y varían a lo largo del libro para intentar hacer más amena dicha transición.

jueves, 14 de noviembre de 2013

El Juego de Ender 2

Disposición 11792 del BOE núm. 270 de 2013
-->


Atención, revelamos algunos aspectos de la trama de esta película.

Hace poco más de un año, escribí una entrada sobre dos novelas de Orson Scott Card: El juego de Ender y la sombra de Ender.


En esta entrada comentaba que en realidad sólo he leído las dos primeras novelas de la saga, y la quinta. Mi amigo Jesús, gran experto en Scott Card, me ha recomendado que la continúe, y esa es mi intención, pero todavía no me he puesto a ello. Y lo lamento, porque la segunda novela es más compleja y rica que la primera, y cambia bastante de registro. En vez de centrarse en la guerra y el entrenamiento militar, aborda temas de relaciones entre especies e individuos, entre culturas diversas, de una manera profunda y provocadora. La trama de sus novelas nos puede gustar más o menos, pero su estilo es original y su calidad literaria, a mi entender, es buena. Scott Card reconoce diversas influencias en su estilo de escritor. Aquí tenemos una larga e interesante entrevista realizada por Rafael Marín en 1998, que por cierto, es traductor de la novela de Haldeman “La paz interminable”, que he leído hace poco, y resulta también de gran interés (aunque menos que La guerra interminable).


Ya entonces Scott Card comentaba la posibilidad de que se rodara una película sobre su novela, y decía lo siguiente:


OSC: Me han pedido que escriba el guión de la película cientos de veces en los últimos diez años. Pero siempre querían hacer que Ender tuviera dieciséis años, y se enamorara... No quise vender los derechos, no importaba cuánto me ofrecieran, a menos que fuera descrito como un niño de menos de doce años. Esto sorprendía a la gente de Hollywood, porque no están acostumbrados a que se rechacen sus ofertas. Todos dicen: "¡Pero si vamos a convertirlo en una película!". Y yo les respondía: "Ah, pero es ya un libro".


Por nuestra parte, en la entrada del año pasado comentábamos que había un proyecto definitivo de película sobre la primera novela. Y escribíamos lo siguiente:

Cuando esta película se estrene, seguramente será un bombazo, y pondrá de moda de nuevo al personaje. Pero inevitablemente, resultará más o menos decepcionante, por la imposibilidad de trasladar al cine una historia como esta. De hecho, Scott Card finaliza el audiolibro con una frase que dice algo así como: “querido lector/oyente, aunque la película resulte un éxito, tu y yo sabemos que ésta (el audiolibro) es la mejor producción posible de mi novela”. Y estoy de acuerdo con él, la narración en audiolibro, producida por Audio Renaissance, es excepcional.


Bueno, ya tenemos la película estrenada, y ayer la vi con otro compañero de blog, Rodrigo. Acabábamos de leer la durísima reseña de nuestra amiga Teresa en este blog


pero imaginábamos que a nosotros nos iba a gustar más, como afortunadamente así ha sido.

La película realiza un esfuerzo notable para respetar la novela, es más fiel de lo que yo imaginé que sería, pero lógicamente modifica bastantes cosas. La más significativa es la edad de los niños protagonistas. En la novela original, son mucho más pequeños, y el relato narra sus experiencias durante varios años. Por un lado, resultaría muy chocante ver a niños pequeños sometidos a un duro entrenamiento militar (ya lo es ver a preadolescentes), y por otro, la producción tendría que haberse convertido en una serie tipo Harry Potter.

Otra gran limitación de la película es que obvia la interesante evolución de los hermanos de Ender, la compasiva Valentine y el sociópata Peter. Ambos se combinan en un interesante juego político que tendrá gran importancia en la segunda novela de la saga. El autor está muy interesado en política, y ha sido polémico por algunas declaraciones. Su religiosidad también está algo presente en las novelas, aunque más en la segunda que en la primera, si bien él afirma mantener la doctrina mormona fuera de su obra.


Finalmente, comentar que la progresión de Ender en la Escuela de Batalla está muy resumida en la película, mientras que en la novela disfrutamos y sufrimos con cada nueva carga y dificultad a la que se enfrenta el protagonista, con una mezcla de inteligencia y violencia dosificada.

Dicho esto, la película resulta bastante entretenida, muy lograda en sus aspectos visuales y de efectos especiales, y bien interpretada, aunque probablemente sólo interesará a los amantes de la ciencia ficción. La lanzadera espacial, y la escuela de batalla resultan espectaculares, especialmente la sala dónde Ender ensaya sus innovadoras tácticas. La película está cuidada y pensada, se nota que el autor ha estado involucrado en el largísimo proceso de producción. De hecho, se negó a vender los derechos de cualquier manera, y ha mantenido bastante control sobre ella. De todas formas, seguramente su mayor virtud es dar a conocer la novela a una nueva generación de lectores, casi treinta años después de su publicación.

Creo que no era posible esperar algo mejor de una película comercial que tiene que resultar autónoma y entendible para aquellos que no hayan leído la novela. Una adaptación mejor exigiría una serie. Quién sabe, quizás se ruede alguna vez. Pero en todo caso, nos quedamos con el consejo del autor: hay que leer las novelas.


domingo, 10 de noviembre de 2013

El juego de Ender

¡A Dios pongo por testigo: mientras que Ender no lleve el prefijo Fassb no pienso volver a ver ninguno de sus juegos! ¿Se dan cuenta? Como la ciencia ficción no acaba de producir en mí sensaciones distintas al aburrimiento y el hastío, creo que me proyecto astralmente y mi alma vuela libre hacia Michael, merced a la alegría y satisfacción que su solo nombre me provoca, mientras mi cuerpo permanece, cada vez más abatido, castigado en la oscuridad de la sala.

Esta película es totalmente IN: in-soportable, in-fame, in-sustancial e in-fumable.

¡Una completa mamarrachez!

Un crio memo y gritón, que tan pronto te pone ojitos como te pone de los nervios, ¿salvando al mundo? Pues que quieren que les diga, si el mundo ha llegado a un punto en el que su existencia depende de este enclenque e irritante adolescente, tal vez haya llegado el momento de aceptar su aniquilación.

Harrison Ford y Ben Kingsley deben haber cobrado un pastón que les haya compensado el hacer de secundarios de tamaño cantamañanas (aunque Ben fue más listo que Harrrison porque, para evitar que se percibiera en pantalla el rubor originado por la vergüenza ajena que le producía la historia y la interpretación del chaval en cuestión, exigió salir con el rostro decorado como un maorí).

Unos “juegos de guerra” mucho menos novedosos que los originales rodados en 1983. Ni siquiera a  los niños de la edad de mi sobrina, 12 y 13 años, creo que les vaya a gusta porque, al pertenecer a la que yo denomino “generación consola” (aprendieron a manejar los mandos de la PSP o la Nintendo antes que a hablar), están acostumbrados a cargarse monstruos, zombis y pandilleros desde antes de salirle los dientes, por lo que disparar a simples bolas de luz les va a parecer cosa de bebés.

Mención aparte merece la cargante música que nos acompaña durante las dos laaaaargas horas en un intento inútil de dotar a este “campamento de verano” espacial de un aura épica, algo en lo que, desde luego, fracasa estrepitosamente.

Lo de que el niñato de las narices termine recorriendo el espacio para buscar un hogar para el único superviviente de la especie a la que se acaba de cargar, no hace más que rematar el bodrio, aunque te proporciona una buen dosis de alegría porque piensas que con un poco de suerte se le acabará el combustible y nunca podrá regresar a la tierra con lo que no tendremos que volver a sufrir su presencia y evitaremos posibles secuelas de tan lamentable historia. ¡Majo, tanta paz lleves como descanso dejas!

Lo único gracioso es que el otro capitancillo, el chulo duchas carcelario, al que llaman Gonzo, es igualito que el personaje de los Muppets, aunque con peor leche.

Como no hay mal que por bien no venga, solo decir que ya no me parece tan mala la peli de la tía que flota. 

jueves, 7 de noviembre de 2013

Diario de una lectura inconclusa: “La montaña mágica” Interludio (bonita palabra)


Ante la insistencia de Rodrigo, mi firme intención de no dejarme influir por comentarios, trabajos o análisis de aquellos que, antes que yo, consiguieron terminar “La montaña mágica”, ha flaqueado. Al final he cedido a la tentación y acabo de leer la Conferencia que Thomas Mann impartió en la Universidad de Princeton en 1939.

Debo decir que nada en especial me ha llamado la atención en dicha conferencia, excepto tres cosas que han confirmado que mi comprensión de la novela avanza por el camino correcto. A saber:

El reconocimiento, por parte del propio autor, de que “La montaña mágica” es un libro muy alemán (yo advertí, en mi primer día de lectura, que mi rechazo inicial hacia el libro se debía, en parte, a que no me gustaba la forma de narrar del autor, la cual definí como marcial y estricta, particularidades estas muy presentes en el carácter del pueblo alemán).

Su afirmación de que si la novela te aburre debes dejarla: “El arte no debe ser tarea escolar ni aburrimiento (..) debe aportar alegría, debe entretener y dar vida, y aquel sobre el cual una obra determinada no ejerza este efecto debe dejarla y volcarse en otra”. Por eso abandone su lectura en dos ocasiones.

Que admita que la critica a la terapia practicada en los sanatorios, hilo conductor de la novela, no es más que una fachada, porque lo que realmente pretende la obra es desenmascarar y cuestionar todo aquello que subyace oculto en las cosas cotidianas de la vida (algo de lo que también he sido consciente y que refleje afirmando que por el rodillo inapelable del Sr. Mann iban pasando la música, el matrimonio, la literatura, etc).

lunes, 4 de noviembre de 2013

Diario de una lectura inconclusa: “La montaña mágica” (III)


Han pasado unos días desde que escribí las páginas anteriores a éstas y desde entonces no ha dejado de rondarme por la cabeza la respuesta de Septembrini a la pregunta de Hans sobre si le gusta la música: “Si me la imponen, no”.

El Sr. Mann que disecciona cualquier objeto o argumento con la precisión de un cirujano, despojándolo de “las flores y las trampas” que ocultan su verdadera esencia, también lo hace con la música a la que califica de “políticamente sospechosa”.

Nunca lo había pensado, pero es cierto que la música te puede mover tanto a la acción como ejercer un efecto narcotizante que devenga en un conformismo extremo. Lo mismo te proporciona identidad grupal (pertenencia a un país o tribu urbana a través del himno nacional, el rap o el heavy) que te aborrega hasta convertirte en miembro de una masa descerebrada que, sin pizca de vergüenza, se mueve de manera unánime al compás de “La Macarena” (no olvidemos que Clinton, durante la campaña para su reelección a la Presidencia de EE.UU. por el Partido Demócrata, se contorsionó a ritmo de sus notas sin pizca de vergüenza ni pudor, todo en aras de captar el mayor número de votos posibles… ¡y fue reelegido!)

Y en uno de los capítulos de “The Big Bang Theory”, la exitosa serie sobre un grupo de científicos brillantes con serios problemas para entender las convenciones sociales, cuando el Dr. Leonard Hofstadter y la Dra. Amy Farrah Fowler acuden juntos a una boda, para sentirse integrados y miembros del común de los mortales, bailan “Los pajaritos” con sus ridículos movimientos incluidos. ¡Too much!

En pocas páginas, pero muy densas, por el rodillo inapelable del Sr. Mann van pasando, además de la música, el amor y la enfermedad (“¿Bajo qué forma y qué mascara aparece el amor no admitido y reprimido? (…) Bajo la forma de la enfermedad”), la literatura (“Escribir bien supone casi pensar bien, y esto no está muy alejado del obrar bien. Toda la civilización y todo perfeccionamiento moral parten del espíritu de la literatura, que es el alma de la dignidad humana”), la competencia de un medico enfermo (“Su conocimiento científico de la enfermedad, ¿no se ve más bien turbado y confundido por la experiencia personal, que enriquecido y moralmente fortificado?), el matrimonio (“tal vez opina que llevar una alianza resulta demasiado burguesa (…) Además esa clase de anillos tiene algo de repulsivo, ¿no constituyen acaso un símbolo de sujeción? ¡Dan a las mujeres un carácter casi monjil, hacen de ellas unas santas hipócritas”).

Ya manifesté que detestaba su forma de narrar, por eso, para ser justa, debo reconocerle su maestría en el uso de la descripción, ya sea de personas, lugares, sentimientos o cosas: parco en palabras, tajante, pero tan hábil en la elección de calificativos que, ajenos a cualquier rastro de emoción, sin pizca de empatía, tan fríos que te hacen arrugar el ceño y renegar de lo que estás leyendo. Su dureza te impele a disociar al escritor del hombre por resultar bastante difícil asumir que alguien, con una pizca de humanidad, sea capaz de retratar a un congénere de esta manera: “¡Como se vestían las mujeres! (…) Hacían eso en el mundo entero para excitar el deseo nostálgico de los hombres. (…) Pero cuando la mujer está interiormente enferma, cuando no es en modo alguno apta para la maternidad, ¿qué ocurre entonces? ¿Tiene algún sentido que lleve mangas de gasa para despertar la curiosidad de su cuerpo a los hombres, de un cuerpo interiormente carcomido?

Por si acaso no nos había repugnado suficientemente su cuestionamiento del derecho de una mujer enferma a mostrarse atractiva ante los ojos de los hombres, vuelve a insistir más adelante: “(…) madame Chauchat estaba enferma, fatigada, febril e interiormente agusanada”.

Cruel, ¿no?

Pacto de silencio

Leones por corderos”, “La conspiración”,”Quiz Show”... Es evidente que a Robert Redford le molan las historias que incluyen políticos, periodistas y, sobre todo, conspiraciones ocultas por descubrir. 

Pacto de silencio” intenta, sin conseguirlo, seguir la estela de las anteriores pero no pasa de una copia almibarada de las mismas. Me recordó a Clint Eastwood y su “Más allá de la vida” (“De esta crisis existencial nace “Más allá de la vida”, una película pastelosa en la que, jugando con tres historias que transcurren paralelas, se plantea la eterna pregunta de si hay vida después de la muerte. Supuestamente desenmascara a falsos médiums, profetas, videntes, etc. mientras sella con marchamo de calidad a Matt Damon que da vida a un parapsicólogo simplón, anodino y lelo que “ve muertos”.

No crean, la película te entretiene porque tiene tanto azúcar que te mantiene “pegado a la silla”. Incluso sales de la sala con una sonrisa beatifica por el final feliz y pensando: “que bien, esto no se acaba cuando te mueres”. Pero claro, cuando el caramelo se empieza a derretir, consigues “ver la luz” y te das cuenta de que Clint chochea. ¡Verá la parca cerca!”).

El posible dilema moral se difumina antes de llegar a ser planteado, y en ningun momento llegas a entender por qué a una persona, que lleva oculta tanto años, un día le da por entregarse,  ya que el director fracasa estrepitosamente en su intención de mostrarnos los efectos de la culpabilidad o el remordimiento.

La película carece de misterio, está contada de manera plana y tediosa: es una clase magistral sobre cómo desaprovechar, durante las dos de metraje, la presencia de grandes actores como Nick Nolte, Julie Christie, Susan Sarandon o Stanley Tucci.

Si a eso le añades que el intrépido reportero que desentraña la historia está interpretado por Shia LaBeouf (a quien solo puedo recordar por la infumable saga de los Transformers), resulta muy difícil tragarte que un periodista local, sin ningún tipo de experiencia, ni contactos, consigue descubrir el paradero de delincuentes  que el FBI lleva buscando más de 20 años.

Eso sin contar que Redford, dada su edad, debería haberse reservado el papel de abuelo y no el de padre de la niña.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Una de romanos: la serie Roma de la HBO


 
Por diversas razones, la historia de Roma resulta apasionante. En mi caso, la "educación clásica" comenzó con las grandes producciones americanas de los 60, mil veces reprogramadas en aburridas tardes de sábado o en Semana Santa. A este tipo de película, a la que nosotros y Sabina, llamábamos “una de romanos”, también se le conoce como género Péplum. Al parecer este nombre se propuso ya en el año 1962, y se refiere a la típica túnica romana. De pequeños también la conocíamos y la confeccionábamos bajo otro nombre: sábana.
El género abarca toda la antigüedad clásica, pero sin duda las mejores son las de Roma. Según wikipedia, hay un montón:
Supongo que habré visto bastantes, pero reconozco que apenas me acuerdo. Para mi el género murió temporalmente una tarde en un cine de barrio en Madrid, viendo con mis amigos una reposición de La caída del Imperio Romano (Anthony Mann, 1964). Me pareció muy aburrida, y apenas volví a ver alguna escena de Quo Vadis o Espartaco en una de sus enésimas reposiciones televisivas.  Afortunadamente, luego en el colegio disfruté de las clases de un excelente profesor, José Luis Córdoba, que, a pesar de enfrentarse al reto de dar clases de latín a un alocado grupo de adolescentes, logró inculcarnos interés e incluso amor por el idioma y por la cultura latina.

Bastantes años después, la larga etapa de sequía clásica finalizó con la espectacular Gladiator, en el año 2000. Dirigida por Ridley Scott, puso de moda otra vez este tipo de películas. Para entonces, ya había conseguido una cierta culturilla sobre la historia romana, que no deja de asombrarme. No por tópico dejan de ser impresionantes los logros de la civilización romana, en muchos campos. Las visitas a las ruinas romanas, que siguen excavándose, no dejan de asombrar.
 
De su larga historia, hay dos momentos que me parecen especialmente interesantes. Por un lado, la progresiva caída del Imperio, con diversas causas propuestas por los historiadores, y con la pervivencia parcial de su cultura durante la alta edad media. Pero la época más dramática, muchas veces recogida en la literatura y en el cine, es sin duda la caída de la República y el nacimiento del Imperio. Por otra parte, esta época inspira claramente el guión de La Guerra de las Galaxias, así que todo buen friki debe conocerla.
 
Ya nos habíamos encontrado con Augusto y los primeros emperadores gracias a la estupenda serie Yo Claudio, basada en las novelas de Robert Graves, que vi a ratos en su día a finales de los 70, y que he podido volver a ver hace poco en buenas condiciones. Un inteligente y tartamudo Claudio nos relataba la vida y batallitas de su abuelete, Augusto, y de su abuela Livia, que con un bote de matarratas tenía más peligro que una cohorte de legionarios cabreados….
Por todo ello, y por la excelente calidad que da a sus series, ha sido una gozada ver las dos temporadas de  “Roma”, producidas por la HBO (2005-2007). Divididas cada una en 12 episodios, recrean su historia desde el final de la Guerra de las Galias y el famoso paso del rio Rubicón por Julio César, hasta el comienzo del reinado de un joven emperador Augusto. El acierto de la serie es mezclar la historia “oficial”, bastante respetada, aunque comprimida y con licencias, con la vida de dos soldados que se ven inmersos en todos los fregados, al estilo de Forrest Gump.
La serie cuenta con todos los ingredientes romanos típicos: intrigas, amores, lujo, brutalidad, comilonas y orgías, legionarios, galos, gladiadores, esclavos…Y no podían faltar Julio César, Marco Antonio, Cicerón, Pompeyo, Augusto,  Catón, Agripa, Cleopatra… Hay algunas batallas, mucha vida en la corte, pero lo mejor es la recreación, muy trabajada, de la vida cotidiana en los barrios pobres de la ciudad. La marginalidad, la delincuencia, la lucha por sobrevivir en los barrios miserables de la ciudad es impresionante. Lo mejor de la serie. Los actores están en general muy bien, sobre todo un estupendo César interpretado por Ciarán Hinds.
Los acontecimientos narrados son muy interesantes y tristes a la vez. En la lucha por sostener una agónica República, con su sistema relativamente democrático, una serie de líderes carismáticos arrastran a sus conciudadanos a la destrucción y a la guerra civil, movidos básicamente por un orgullo y ambición desmedidos. ¿Nos suena de algo?...si, esta historia estaba condenada a repetirse en muchas ocasiones.
La serie tiene momentos increíbles, pero me quedo con los anuncios del pregonero en el Foro romano (Ian McNeice). El pobre hombre tiene que ir leyendo con convicción las últimas locuras bélicas y barrabasadas políticas, llamando a actos públicos, e intercalando anuncios de grano y vino….y lo borda. Es el puto amo de los pregoneros….Aquí, por ejemplo,  anuncia el funeral de César.
“Ni prostitutas, ni actores, ni mercaderes sucios podrán asistir al acto…..”
Y aquí va anunciando los distintos momentos dramáticos de la agitada historia de esos años…
En definitiva, una estupenda serie, dura por momentos, interesante y siempre entretenida.