Han pasado unos días desde que escribí las
páginas anteriores a éstas y desde entonces no ha dejado de rondarme por la
cabeza la respuesta de Septembrini a
la pregunta de Hans sobre si le
gusta la música: “Si me la imponen, no”.
El Sr. Mann que disecciona cualquier objeto o argumento con la
precisión de un cirujano, despojándolo de “las
flores y las trampas” que ocultan su verdadera esencia, también lo hace con
la música a la que califica de “políticamente sospechosa”.
Nunca lo había pensado, pero es cierto que la música te puede mover tanto a la acción como ejercer un efecto narcotizante que devenga en un conformismo extremo. Lo mismo te proporciona identidad grupal (pertenencia a un país o tribu urbana a través del himno nacional, el rap o el heavy) que te aborrega hasta convertirte en miembro de una masa descerebrada que, sin pizca de vergüenza, se mueve de manera unánime al compás de “La Macarena” (no olvidemos que Clinton, durante la campaña para su reelección a la Presidencia de EE.UU. por el Partido Demócrata, se contorsionó a ritmo de sus notas sin pizca de vergüenza ni pudor, todo en aras de captar el mayor número de votos posibles… ¡y fue reelegido!)
Y en uno de los capítulos de “The Big Bang Theory”, la exitosa serie sobre un grupo de científicos brillantes con serios problemas para entender las convenciones sociales, cuando el Dr. Leonard Hofstadter y la Dra. Amy Farrah Fowler acuden juntos a una boda, para sentirse integrados y miembros del común de los mortales, bailan “Los pajaritos” con sus ridículos movimientos incluidos. ¡Too much!
En pocas páginas, pero muy densas,
por el rodillo inapelable del Sr. Mann
van pasando, además de la música, el amor y la enfermedad (“¿Bajo qué forma y
qué mascara aparece el amor no admitido y reprimido? (…) Bajo la forma de la
enfermedad”), la literatura (“Escribir bien supone casi pensar
bien, y esto no está muy alejado del obrar bien. Toda la civilización y todo
perfeccionamiento moral parten del espíritu de la literatura, que es el alma de
la dignidad humana”), la competencia de un medico enfermo (“Su conocimiento científico de la enfermedad, ¿no se ve más bien
turbado y confundido por la experiencia personal, que enriquecido y moralmente
fortificado?), el matrimonio (“tal vez opina que llevar una
alianza resulta demasiado burguesa (…) Además esa clase de anillos tiene algo
de repulsivo, ¿no constituyen acaso un símbolo de sujeción? ¡Dan a las mujeres
un carácter casi monjil, hacen de ellas unas santas hipócritas”).
Ya manifesté que detestaba su
forma de narrar, por eso, para ser justa, debo reconocerle su maestría en el
uso de la descripción, ya sea de personas, lugares, sentimientos o cosas: parco
en palabras, tajante, pero tan hábil en la elección de calificativos que, ajenos
a cualquier rastro de emoción, sin pizca de empatía, tan fríos que te hacen
arrugar el ceño y renegar de lo que estás leyendo. Su dureza te impele a
disociar al escritor del hombre por resultar bastante difícil asumir que
alguien, con una pizca de humanidad, sea capaz de retratar a un congénere de
esta manera: “¡Como se vestían las mujeres! (…) Hacían eso en el
mundo entero para excitar el deseo nostálgico de los hombres. (…) Pero cuando
la mujer está interiormente enferma, cuando no es en modo alguno apta para la
maternidad, ¿qué ocurre entonces? ¿Tiene algún sentido que lleve mangas de gasa
para despertar la curiosidad de su cuerpo a los hombres, de un cuerpo
interiormente carcomido?”
Por si acaso no nos había
repugnado suficientemente su cuestionamiento del derecho de una mujer enferma a
mostrarse atractiva ante los ojos de los hombres, vuelve a insistir más
adelante: “(…) madame Chauchat estaba enferma, fatigada, febril e
interiormente agusanada”.
Cruel, ¿no?
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ResponderEliminarBastante cruel, tienes razón. Aunque no había considerado esas afirmaciones como muestra de machismo por parte de Mann, sino más bien como el intento de Hans Castorp por evitar un posible sentimiento romántico que, inevitablemente, sobrevenía a su mirada insidiosa sobre la mujer desconocida y misteriosa. A propósito de la música, es curioso y un poco detestable que una expresión de libertad pueda llegar a ser militante/alienante... Me encantó leerte, saludos.
ResponderEliminarGracias por pasarte por el blog y leer lo que compartimos. La verdad es que si has leído el Diario completo sobre la "Montaña Mágica" que he escrito, habrás notado como, día y a día, y con mucho esfuerzo, este escritor me ha ido ganando.
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