jueves, 22 de mayo de 2014

"Retrato (abstracto) de una dama", Henry James


Cuando la juncal y muy americana señorita Isabel Archer llega a Inglaterra, de la mano de su tía por parte de madre, el marido de ésta y su primo, que apenas sabían de su existencia, quedan fascinados por su aire curioso e impertinente a la par que retraído.

Criada junto a sus tres hermanas, por un padre poco dado a imponer reglas de conducta estrictas, crece libremente en un ir y venir desordenado, desde el nuevo mundo a la vieja Europa, en el que el único anclaje a una vida menos errante son las estancias pasadas en la bulliciosa y alegre casa familiar de la abuela.

De las tres hermanas la mayor es la práctica, la segunda la hermosa y ella es catalogada como la intelectual por su afición a leer y a dejar transcurrir las horas pensando, sobre todo en sí misma, algo ciertamente exótico para una época en la que lo habitual era que las mujeres esperaran sentadas a que pasara un hombre y les diera un futuro por medio del matrimonio.

Sus parientes ingleses consideran encantadora esa manera tajante, tan suya,  de afirmar o sostener opiniones, bastante endebles y fáciles de rebatir por mucho que ella crea firmes convicciones, y revitalizador su interés por preguntarlo todo, por saberlo todo, por verlo todo, pues “su ansia de conocimientos  era de índole verdaderamente fecunda, y el poder de su imaginación, muy grande”.

Isabel Archer es una cateta americana, una inteligencia sin pulir, una presencia que atrae y desconcierta a los miembros de la rancia y contenida clase alta inglesa.

Cuando apenas llevo unos capítulos de los cincuenta y cinco empleados por James para bosquejar su retrato (que defino como abstracto porque ofrece contornos poco definidos del personaje), más de ochocientas páginas, no puedo dejar de preguntarme: ¿que le deparará el destino a esta dama? ¿Mantendrá ese espíritu aparentemente indómito o se dejará amansar? ¿Se adaptará a los convencionalismos sociales para no sentirse excluida o aceptará el destino reservado a las mujeres que proclaman su diferencia y originalidad?

Mi instinto me dice que no lo va a tener nada fácil porque desconoce la presión que el grupo es capaz de ejercer sobre aquellos individuos que se resisten a la norma hasta conseguir su conformidad.

Ten cuidado Isabel.

ANÁLISIS DE “RETRATO DE UNA DAMA” (1880)

NOVELA: un culebrón en toda regla. Al igual que pasaba en “Tiempos difíciles" de Dickens, creo que se nota que son obras escritas por entregas y que a mayor número de palabras más cobraba el escritor. Muchos capítulos esperando que suceda algo y de repente, pasada con creces la mitad del libro, el narrador se apodera de la trama y te explica, con sus palabras, en pocos capítulos y de manera para mi gusto atropellada, cosas que te has estado preguntando a lo largo de la novela como el hecho de por qué Isabel cayó rendida a los pies de Osmond (¡porque era pobre y estaba solo!).

AUTOR: aunque le reconozco cierta gracia e ironía en los diálogos, la abundancia de éstos durante las casi 900 paginas me aturde. Hay veces que me gustaría que los personajes se callaran y me dieran unos minutos para reflexionar y hacerme mis propias cabalas sin que sea el escritor el que dirija mi atención todo el tiempo. Ese exceso de control que persigue logra el efecto contrario: me distraigo con una mosca.

PERSONAJES:

El tío rico: capaz de ver y vivir lo mejor de los dos mundos (la vieja y tradicional Inglaterra y el nuevo mundo americano).


Su mujer: capaz de ver, únicamente, lo peor de ambos mundos.

El primo: condicionado por su enfermedad, contempla desde su palco privilegiado la vida de los otros y disfruta moviendo los hilos de las marionetas para ver que les sucede.

El pretendiente inglés: educado, comedido, rico, elegante, discreto.

El pretendiente americano: atosigante, impaciente, exigente, menos guapo pero más atractivo.

La amiga periodista: bastante impertinente y agresiva como se espera de alguien que ejerce su oficio.

Madame Merle: la envidia. Intrigante, despiadada, antinatural, toda fachada.

Osmond: indolente, cruel, engreído...

La dama: la boba. Su creencia de que la espera un destino diferente al del resto de las mujeres, le lleva al mismo de cabeza...


EL MATRIMONIO:


Los tíos de Isabel, como no pueden vivir juntos por su forma tan diferente de ver la vida, solo comparten techo uno o dos meses al año. ¡Así convive cualquiera!

La Condesa Gemini, casada por un Conde florentino soso y jugador que se niega a salir de su ciudad porque fuera no es nadie, sobrelleva su matrimonio a base de, supuestamente, aventuras con otros hombres.

Isabel y Osmond: él se casa por dinero, es evidente, pero también convencido de que lo hace con una hoja en blanco que el podrá ir escribiendo a su antojo. Pronto ambos se dan cuenta de su error. Él no romperá el matrimonio. Ella, ¡desesperante!, oculta su desdicha e infelicidad porque su orgullo le impide admitir ante todo el mundo que la mayor promesa que hizo en su vida fue también su mayor error. Su padre no fue un modelo conyugal a seguir, precisamente...

Y yo me pregunto ¿por qué no se divorcian? Recuerdo que en “Tiempos difíciles” (1854) Josiah Bounderby le explicaba al pobre Esteban, el obrero, que el divorcio era un proceso complicado y sobre todo costoso solo apto, por tanto, para las clases privilegiadas como es el caso.

El autor se empeña en que el vínculo matrimonial es muy importante y yo no entiendo ese empeño y, desde luego, nada de lo que dicen o hacen los personajes te lleva a esa conclusión. ¡James introduce esa idea con cucharón!

El colmo es que a la moderna Henrietta, la única de la que se da a entender, de manera muy difusa eso sí, que mantiene relaciones sexuales despreocupádamente sin estar casada, acaba sucumbiendo, de la mano del escritor, y cayendo rendida a las bondades de esa santa institución, destino al que parecen condenadas todas las mujeres de la novela. ¡Pobre Madame Merle que se le murió el escuchimizado suizo y no encuentra un sustituto que cumpla sus expectativas!


LA FAMILIA:

Resulta sorprende el concepto de familia que se refleja en la novela por no coincidir en absoluto con el modelo de familia tradicional mediterránea proveedora de cuidados y apoyo a sus miembros.

Ralph Touchett, moribundo, deambula de un lugar a otro buscando el mejor clima para su salud, sin contar con el apoyo de su madre, quien sigue viviendo la vida sin dejar que nada ni nadie trastoque sus rutinas y que también se excusó del cuidado del padre salvo el último mes de su existencia.

Su prima, que dice quererle mucho, en ningún momento se plantea acompañarle en sus últimos días, porque su marido se enfadaría, y le encomienda dicha tarea, sin remordimiento, a su pretendiente americano para, de paso, quitarlo de su vista.

Osmond y su hermana no se soportan y apenas se relacionan lo necesario para ofrecer una determinada imagen de cara a la galería.

La relación entre Osmond y su hija, es fría. Él ve en ella un objeto maleable, decorativo y precioso que, llegado el momento, subastará al mejor postor, algo que le reportará ese brillo social que tanto ansía.

EL SEXO:

Bueno, su ausencia. Tienes que rascar veinte capas antes de descubrir que los personajes tienen relaciones sexuales. De hecho esto solo se deja entrever cuando, por ejemplo, nos enteramos de que Isabel pierde un hijo que esperaba o que a su amiga Henrietta (dicho por boca de su admirador inglés) no le importan las apariencias. En el personaje que más se da a entender es en la Condesa Gemini que es la suelta de la novela y, tal vez por eso, aparece retratada como uno de los personajes menos atractivos física y moralmente.

La escena final entre Gaspar, el pretendiente americano e Isabel, en la que él se lanza y le hace una encendida declaración de amor y deseo, que sorprende en el contexto neutro sexual en el que, hasta ese momento, se ha movido la historia, con beso arrebatador incluido, es el detonante que convence a Isabel de que lo mejor que puede hacer con su vida es volver con Osmond. Frente a una pasión desaforada y exigente elige una vida convencional y asexuada.

TÓPICOS:

Los ingleses son contenidos, poco expresivos, educados, fríos, anclados en un pasado que mantiene sus privilegios de clase alta.

Los americanos aparecen como rudos, directos, modernos, innovadores, defensores de la libertad e igualdad de clases.

CONCLUSIÓN:

La historia me ha recordado mucho a “La Edad de la inocencia” de Edith Wharton (quien se movió siempre en los círculos de la alta sociedad de Estados Unidos y de Europa, y en ésta conoció a Henry James, que ejercería una duradera influencia en su vida y su obra) y a “Las amistades peligrosas”, solo que en este caso, el libertino en ver de corromper la virtud de la dama busca su dinero y el triunfo social que ello le reportará.

La novela me ha gustado no por el contenido sino por cómo está escrita. Me parece un ejercicio obstinado de control, por parte del escritor, de los pensamientos, sentimientos y deducciones que la obra debe despertar en el lector y, en ese sentido, hay que reconocerle que no nos deja a nuestro aire en ningún momento.

EPÍLOGO:

El debate sobre la novela, en el Club de Novela Clásica de la Librería Taiga de Toledo, puso de manifiesto que las mujeres asistentes resultábamos demasiado apasionadas para el frío y contenido James y su heroína (estuviéramos a favor o en contra de ésta).


lunes, 19 de mayo de 2014

Ben bova. Mars life



Ben Bova (Filadelfia 1932) es uno de los autores más conocidos y prolíficos en el campo de la ciencia ficcion. Este escritor ha ganado el prestigioso premio Hugo 6 veces, pero en su modalidad de mejor editor profesional (desde la revista Analog Sciencie Fiction). Ben Bova trabajó como escritor técnico en varios proyectos científicos y espaciales. us amplios conocimientos científicos le han permitido asesorar distintas producciones cinematográficas, como la entretenida Repo Men (2010) 


Recientemente he leído por primera vez una novela suya, Mars life. En ella narra la historia de la exploración de Marte por un grupo de científicos, y la lucha de unos cuantos por mantener la financiación estatal y de empresas interesadas. Frente a ellos, un nuevo movimiento cristiano integrista tratará de eliminar la misión a Marte, por miedo a que los descubrimientos científicos desautoricen su visión del mundo. Porque, en efecto, el equipo en Marte, estudiando las ruinas de una antigua civilización, comenzará a realizar interesantes descubrimientos… 


La novela resulta entretenida, pero algo decepcionante. El tema central es la lucha entre la ciencia y la religión, y a Bova le falta algo de sutileza a la hora de describirla. Por otra parte, la premisa de una gran civilización marciana es un clásico en ciencia ficción, pero algo forzada para una novela reciente. Una novela curiosa pero menor.

miércoles, 14 de mayo de 2014

Un mundo feliz


Un clon de Chiquito de la Calzada en la cadena de producción


Aldoux Huxley es un famoso escritor inglés de ciencia ficción. Nació en Godalming en 1894, y era nieto del famoso científico Thomas Huxley, que defendió vehementemente las teorías de Darwin. Aldoux comenzó su formación con la botánica, pero acabó estudiando literatura inglesa en Oxford. Probó a dar clases de francés en Eton, pero no le fue bien, y posteriormente tuvo varios trabajos. En 1937 se mudó a los EE.UU. con su mujer e hijo, y ya no abandonaría este país. Se interesó mucho por la filosofía oriental, y trabajó como guionista en Hollywood, aunque con poco éxito. Después se interesaría por el ocultismo y el movimiento psicodélico, e incluso experimentó con LSD.
De todas sus novelas, sólo he leído la más famosa, Un mundo feliz (Brave  new world, 1932). Recuerdo haberla leído en el colegio, pero sólo conservaba un vago recuerdo de la historia. La acabo de releer recientemente, y me ha gustado, aunque no me resulta tan impresionante como 1984, la otra gran novela distópica de la época. Un mundo feliz se ambienta en Londres, en el año 2.540. La sociedad está organizada en castas, dirigida por los alpha, con trabajadores cada vez menos especializados en los grupos beta, gamma, delta y épsilon. Para lograr la felicidad, se ha abolido la maternidad y la pareja estable. Todos los humanos son niños probetas, condicionados desde pequeños para realizar su trabajo eficientemente y no rebelarse. Huxley describe con detalle y basándose en la ciencia de su tiempo las técnicas químicas, hipnóticas y conductuales para lograrlo. Esta descripción es excelente, y todavía hoy resulta muy inquietante.
El título de la novela está sacado de la última y más compleja obra de Shakespeare, La Tempestad:
O wonder!
 How many goodly creatures are there here!
 How beauteous mankind is! O brave new world,
 That has such people in't.
—William Shakespeare, The Tempest, Act V, Scene I, ll. 203–206
Esta y otras obras de Shakespeare juegan un papel importante en la novela, en la que el autor demuestra su cultura literaria y científica. Uno de los personajes, John “el salvaje”, tendrá que enfrentarse  a un nuevo mundo, como Miranda en La Tempestad, pero la nueva sociedad no podrá satisfacer las necesidades de un humano no condicionado adecuadamente…
La novela aborda temas como el individuo frente a la sociedad y los sistemas totalitarios, el utilitarismo de la sociedad de consumo,  la religión, las drogas (la famosa soma), y el sexo. Resulta entretenida y mucho menos siniestra que 1984. Los dirigentes del nuevo mundo son bastante menos crueles y más ilustrados que el Gran Hermano de Orwell. Curiosamente, Huxley contrapone el mundo feliz a la vida dura y poco desarrollada en una reserva india de EE.UU. Por ello, el Londres del futuro no sale tan mal parado. La parte más inquietante es el condicionamiento, que nos hace reflexionar sobre nuestra propia educación. ¿Hasta qué punto nuestras creencias y valores más arraigados vienen condicionados por el régimen político y social que nos ha tocado vivir…?

lunes, 12 de mayo de 2014

Longitude


Dava Sobel popularizó en su libro la increíble historia del relojero John Harrison.


Dava Sobel es una escritora americana especializada en divulgación científica. De sus obras, he leído tres: “La  hija de Galileo”, basada en la correspondencia de Galileo y su hija monja, que adoptó el apropiado nombre de Sor Celeste; “Los planetas”; y “Longitud”. De ellos, el más interesante es éste último.
En el año 1707, una flotilla inglesa procedente de la Guerra de Sucesión española cometió un error en la determinación de su posición en el mar, lo que condujo a un terrible naufragio en las Islas Sorlingas (Scilly Islands), y 1.400 marineros perdieron la vida. En aquella época, determinar la latitud en el mar era relativamente fácil utilizando sextantes para calcular la altura del sol a mediodía. Sin embargo, no se conocía ningún método fiable para establecer la longitud, y se utilizaban sistemas de estimación (dead reckoning) bastante imprecisos.
En 1714, el Gobierno inglés creó una comisión para solucionar el problema (Board of Longitude), y se dotó un enorme premio (equivalente a varios  millones de euros de la actualidad) para la persona que lograra demostrar un sistema fiable y práctico para determinar la longitud en el mar. Felipe II ya había creado un premio similar en 1567 en España, y otros países habían hecho lo mismo.
La clave para conocer con precisión y sencillez la longitud era conseguir un reloj que marcara de manera precisa la hora en el puerto de origen; determinando la hora local con el sol, podía calcularse la longitud sabiendo que cada hora de diferencia equivale a 15º. La carrera por desarrollar un método práctico había llegado a Inglaterra, y muchos científicos de renombre iban a participar en ella. La aproximación más favorecida por la élite científica en aquel momento era calcular la hora basándose en las fases de la luna o en la situación de los satélites de Júpiter. Aunque en teoría podría funcionar, era un método engorroso, que dependía del tiempo, de la habilidad de los observadores y del desarrollo de tablas precisas.
Nadie contaba con que un carpintero de extracción humilde, John Harrison, iba a convertirse en el principal rival de los astrónomos en esta empresa. Harrison sintió desde pequeño gran afición por la construcción de relojes cada vez más precisos. Con 20 años ya había construido un reloj totalmente de madera. Asombrosamente, todavía se conserva. Poco a poco, siguió construyendo relojes cada vez mejores, innovando el sistema de péndulos, introduciendo nuevos materiales, experimentando...
Harrison se sintió fascinado por el reto que presentaba mantener funcionando de manera precisa un reloj en el mar, y presentó su idea al astrónomo Edmon Halley. Este se interesó y le presentó al relojero George Graham, quien apoyó financieramente a Harrison. Durante 5 años, trabajó en su primer reloj, el H1, un aparato grande y no muy práctico de llevar en un barco. La Royal Society aprobó una primera prueba en el mar, en un viaje a Lisboa. El reloj funcionó a la vuelta y permitió por primera vez establecer con precisión la posición de un barco, pero en la ida había fallado. La aventura de Harrison no había hecho más que comenzar. La comisión de longitud demandaba un viaje transoceánico, y Harrisón decidió mejorar su diseño, desarrollando el H2. Pero en 1741 la guerra con España y problemas técnicos del reloj retrasaron la prueba. Harrison pasó a desarrollar la siguiente versión, el H 3…¡durante 17 años!. Sin embargo, este modelo tampoco ofrecía la precisión que Harrison quería.
Durante aquellos años, otros relojeros como John Jefferys desarrollaron nuevos relojes, pequeños y precisos. Utilizando estos avances técnicos, Harrison desarrolló por fin su obra maestra: el magnífico H4. Un reloj de 13 centímetros de diámetro, exacto, elegante y muy práctico en el mar. Construirlo le llevó a Harrison otros 6 años, y por fin, con 68 años de edad, ya demasiado mayor para embarcarse, envió a su hijo a Jamaica para probarlo. La prueba resultó exitosa, pero la Comisión, más inclinada a soluciones astronómicas, exigió más pruebas. De nuevo el siguiente viaje demostró que el reloj era excelente, y de nuevo la Comisión se negó a aceptar el resultado. Su principal rival, el reverendo Nevil Maskelyne, había desarrollado un sistema astronómico, menos eficaz, y en su posición de Astrónomo Real, vetó el premio.
Harrison finalmente decidió acudir a la ayuda del Rey George III. Finalmente, tuvo que esperar a los 80 años para recibir el premio de manos del Parlamento, no de la Comisión. Sólo pudo sobrevivir 3 años más al premio. En realidad, durante todos los años anteriores, la comisión había financiado su trabajo, pero a costa de humillaciones y desprecios constantes. El diseño de  Harrison fue copiado, la producción abaratada, tuvo gran éxito entre los marinos de la época, y se convirtió en el método estándar de cálculo. El mismo Capitán Cook probó con éxito el K1, una copia del H4, durante su segundo y tercer viaje.
Esta apasionante historia fue llevada a la televisión en una estupenda miniserie  de Granada TV (2000). Recrea la historia de Harrison (Michael Gambon), y de Rupert Gould (Jeremy Irons), un oficial naval que en el periodo de entreguerras restauró los relojes de Harrison, que permanecían olvidados en el observatorio de Greenwich.  La miniserie cuenta con estupendos actores británicos, como un divertido Bill Nighy, o Stephen Fry, que en un guiño a su activismo escéptico, interpreta a un charlatán que pretende establecer la longitud con perros heridos y polvos mágicos…
La serie está llena de aventuras en el mar, de intrigas, de capitanes intrépidos, malvados envidiosos, luchadores infatigables, batallas navales... todo ello tratado con rigor y con una capa de humor inglés. En definitiva, tanto el libro como la miniserie resultan muy recomendables. Y el complemento perfecto es una visita al Royal Observatory de Greenwich, dónde en el año 2004 tuve la ocasión de ver los relojes del maestro Harrison. Espectacular.
 
 
 
 

jueves, 1 de mayo de 2014

FlashForward


Una buena producción para una serie cancelada
 
6 de octubre de 2009. 11 de la mañana en Los Ángeles. El acontecimiento más extraño de la historia de la humanidad está a punto de ocurrir: durante 137 segundos, en todo el planeta, todo el mundo pierde la conciencia. Al despertar, muchos millones de personas habrán muerto en terribles accidentes. Los supervivientes despertarán, y descubrirán asombrados que durante ese tiempo, han tenido una especie de visión de lo que será su vida 6 meses despué.
http://en.wikipedia.org/wiki/FlashForward

Con esta interesante premisa arranca la serie de ciencia ficción FlashForward, basada en una novela del escritor canadienses Robert J Sawyer. De él, sólo he leído “Calculating God”,
http://en.wikipedia.org/wiki/Calculating_God

una novela con un arranque interesante, pero que se pierde en excesivas licencias y exageraciones. El autor está muy interesado en la intersección entre ciencia y religión, un tema realmente delicado y complejo de abordar. En todo caso, es un escritor de prestigio y gran éxito, así que trataré de leer más adelante alguna otra novela suya.
http://en.wikipedia.org/wiki/Robert_J._Sawyer#Bibliography

La serie de televisión despertó muchas expectativas entre el público amante de la ciencia ficción, pero por desgracia resultó parcialmente fallida, y se canceló la segunda temporada. Una pena, porque en mi opinión, sin ser una gran serie, resulta interesante y muy entretenida. Su tema principal es el destino y el determinismo. ¿Hasta qué punto las acciones de los personajes de la serie van a poder cambiar el futuro que han vislumbrado?. La parte científica de la historia no está bien resuelta, aunque lo compensa con el atractivo personal de los dos científicos responsables de una parte del tinglado. La parte de misterio y conspiración malvada atrapa bastante, sobre todo la investigación del FBI liderada por un convincente Joseph Fiennes, pero el último capítulo deja muchas incógnitas sin resolver, ya que los guionistas contaban con una segunda temporada.

La serie se planteó de forma ambiciosa ambiciosa, con actores conocidos (Joseph Fiennes, John Cho), una buena producción, estupendos efectos especiales, etc., pero no convenció a la audiencia. En todo caso, un buen entretenimiento para los aficionados a los technothrillers.