lunes, 30 de abril de 2012

Way station: de viaje por la Via Láctea.


Clifford Donald Simak (1904-1988) fue un conocido escritor americano de ciencia ficción. Trabajó en varios periódicos, especialmente “Minneapolis Star and Tribune”. Tuvo una vida muy tranquila, dedicada a su mujer y sus hijos, y a sus pasatiempos favoritos: la pesca, el ajedrez, los sellos y las rosas.
Su interés por la ciencia ficción comenzó tras leer a HG Wells. Publicó diversos relatos, sobre todo en la revista “Astounding Stories”. Sus historias están influidas por el medio rural en el que vivió.


La primera novela que he leído de Simak es “Way Station” (Estación de tránsito), de 1963. Al principio de la novela, el protagonista, Enoch Wallace, un veterano de la Guerra Civil americana, tiene un extraño encuentro con un alienígena que le propone un curioso trabajo: hacerse cargo de una estación de paso de extraterrestres en viaje de trabajo o de placer. Durante muchos años, Wallace apenas envejece y es el único humano que conoce el secreto de la vida inteligente más allá de la tierra. Consigue llevar una vida tranquila y aislada, pero interesante y agradable. Sin embargo, su eterna juventud y otras curiosas circunstancias se irán aliando para que en unas pocas  horas, su destino, el del mundo y el de la misma Galaxia se vean en una encrucijada…
La novela aborda aspectos clásicos de la ciencia ficción de la época, sobre todo el miedo al holocausto nuclear y el problema de la agresividad humana.  Por las fechas en las que está escrita y la sensación inminente de guerra que plantea, puede que estuviera muy influida por la crisis de los misiles de Cuba en 1962. Simak plantea una defensa de la diplomacia y la solución pacífica de los conflictos. También introduce algunos temas más propios del género de fantasía que de ciencia ficción. Toda la novela resulta agradable de leer, y consigue mantener cierto suspense. La narración está llena de nostalgia por un mundo ya perdido, por un estilo de vida más sencillo y próximo a la naturaleza. También rinde homenaje a la amistad, más allá de las diferencias físicas y de costumbres de razas extrañas o de personajes excéntricos.

Aunque en mi opinión no es tan impactante ni profunda como para ser considerada obra maestra, lo cierto es que ganó un Premio Hugo en 1964. En todo caso, una buena recomendación para los amantes del género.
http://www.criticadelibros.com/ciencia-ficcion/estacion-de-transito-de-clifford-d-simak/


domingo, 29 de abril de 2012

Love is in the air. So are salmons.


La Pesca de Salmón en Yemen (Lasse Halström, 2011)

Un perfecto empleado público británico, especialista en pesca, metódico y ordenado, recibe una propuesta aparentemente disparatada: la de crear las condiciones para que la pesca del salmón sea posible en Yemen, porque al jeque de por allá le viene de capricho, y ya se sabe como van estas cosas. La propuesta es enviada por medio de una empleada atractiva y eficiente de una empresa intermediaria, y además hace gracia a la secretaria de comunicación del PM en un momento en el que es conveniente que el Reino Unido recomponga las relaciones con Oriente Medio, que están en peligro de deterioro por un error en la guerra de Afganistán de consecuencias trágicas. Ésta es la síntesis del argumento de una película que, de acuerdo con ella, parecería una frikada con poco sentido. Pues algo de eso hay.

A partir de los ingredientes citados, de unos protagonistas monos y más o menos convincentes, de buenas localizaciones, planos originales y con fuerza, y una fotografía a ratos espléndida, Lasse Halström, que si algo no se le puede negar es que es un director solvente, monta una película amable, optimista y que está bien para ver en estos tiempos de zozobra y desánimo. Lo que pasa es que para mi es más un film hecho de detalles que una obra redonda. Tenemos el jeque progre que en lugar de montar un atentado ecológico de mil demonios por capricho, tiene como objetivo el avance y la modernización de su país y de su pueblo. Tenemos la crítica feroz al poder político británico, y por extensión al occidental, más preocupado en la imagen que en la realidad, aunque dicha imagen tenga que ser fabricada sintéticamente (imponente Kristin Scott Thomas en el papel de secretaria de comunicación cínica y con principios dudosos). Obviamente no puede faltar la historia de amor múltiple, claro que en este caso las cosas vienen más fáciles que en otros, por una parte porque él era-infeliz-en-su-matrimonio-porque-su-esposa-era-el-mismo-demonio, y ella, profesional eficiente y chica monísima, llega a creer que un militar puede ser el hombre de su vida. Así cualquiera.

Es una película aconsejable sin excesos, más por la suma de detalles que por la unidad. Y porque vivimos unos tiempos en los que se agradece el mensaje optimista, de que la determinación tiene su recompensa, y de que los buenos ganan. Le pondría en torno a un 6,5, y eso teniendo en cuenta que sólo la última escena me ha hecho quitarle un punto.

lunes, 16 de abril de 2012

CHAGALL (Museo Thyssen-Bornemisza- Fundación Caja Madrid)

En “El malestar de la cultura”, ensayo que escribió en 1929, Freud afirma que para escapar del sufrimiento que nos amenaza por tres lados (el propio cuerpo, el mundo exterior y las relaciones con otros seres humanos) podemos optar por buscar la satisfacción en los procesos internos, psíquicos: “La satisfacción se obtiene en ilusiones que son reconocidas como tales, sin que su discrepancia con el mundo real impida gozarlas. Estas ilusiones proceden del terreno de la imaginación. A la cabeza de estas satisfacciones imaginativas se encuentra el goce de la obra de arte, accesible aun al carente de dotes creadoras gracias a la mediación del artista. (…) Más la ligera narcosis en que nos sumerge el arte solo proporciona un refugio fugaz ante los azares de la existencia y carece de poderío suficiente como para hacernos olvidar la miseria real”.

Es cierto, la contemplación de una obra de arte produce un placer efímero, fugaz, frágil, pero también supone una educación para tus sentidos: más allá de lo que puedes oir, ver o tocar, aprendes a interpretar, a desdoblarte de tu cuerpo y de tu mente para intentar penetrar en el cuerpo y en la mente del artista en el momento de la creación.

Acercarte a la obra de Chagall supone adentrarte por un camino de baldosas verdes, rojas y amarillas que te conducirá más allá del Arco Iris gracias a su riqueza cromática y a su mundo poblado de personajes reales e imaginarios, de símbolos religiosos, y de ritos y celebraciones. Una línea recta de alegría y felicidad, que se nutre de los recuerdos de infancia, rota, abruptamente, por la guerra. Porque Marc Chagall nació en Vitebsk, actual Bielorrusia, en 1887, en una humilde familia de origen judío, y vivió casi cien años (murió en 1985), por lo que fue testigo directo de los más terribles acontecimientos del siglo pasado: la revolución rusa de 1917 y las dos guerras mundiales.

Difícil de encuadrar en un movimiento pictórico (fauvista, cubista, surrealista) pareció explorarlos todos antes de que fueran definidos como tales. Cual si fuera el judío errante, figura común de muchos de sus cuadros, recorrió en solitario la escena artística del siglo pasado, rodeado de un halo de misticismo, tradición y alegría de vivir. El retrato que le hizo Henri Cartier Bresson, portada de “Mi vida”, el único libro que escribió Chagall, muestra a un abuelo de pelo canoso y rostro bondadoso en el que destaca la mirada soñadora, evocadora, algo melancólica, de alguien que, pese a la edad, no ha perdido la ilusión. ¡He comprado el libro porque me enamoró la obra y el personaje!
Paul Eluard, le dedicó un poema donde destaca los elementos iconográficos de su pintura:

Asno o buey gallo o corcel
Hasta la piel de un violín
Hombre cantor un solo pájaro
Bailarín ágil con su dama
Pareja inmersa en primavera
Hierba de oro cielo de plomo
Llamas azules los separan
Salud y rocío
Zumba la sangre el corazón
Una pareja luz primera
Y en una caverna de nieve

La viña opulenta dibuja
Labios de Tuna en una cara
Que nunca durmió de noche.


El soldado bebe” es uno de los primeros cuadros que captaron mi atención en la exposición. Marcadas figuras geométricas componen el rostro del soldado sobre el que flota, ingrávida, su gorra. La pareja de bailarines de tamaño más reducido, para crear distintas perspectivas y contar una historia dentro de otra, parece girar alegre mientras el soldado señala al samovar, otro de sus elementos pictóricos recurrentes. Al fondo una ventana nos muestra la noche, rosada y negra, y la fachada de una casa de madera típica, dotando al conjunto de mayor profundidad. Es una escena alegre, con movimiento y un colorido intenso que solo puede apreciarse ante la obra original.

El violinista” es un lienzo poblado de recuerdos de infancia. Chagall contó que uno de sus tíos por las tardes, cuando volvía del trabajo, solía subirse al tejado de su casa para tocar el violín. La nieve, las casas de madera, presentes en otras composiciones, vuelve a reflejar su pueblo natal Vitebsk. La escena en su conjunto irradia paz y tranquilidad, amenizadas por el violín cuyas notas, gracias a los colores amarillo y naranja, parecen reverberar en la tela, traspasarla y llegar a tus oídos y contagiarse a tus pies.

En “Vista de la ventana en Zolchie, cerca de Vitebsk”, el pintor y su mujer, entonces de luna de miel, contemplan a través de la ventana un frondoso bosque. El verde es tan intenso que casi puedes sentir la humedad de la hierba (nuevamente solo puede apreciarse ante la obra original). Dos enamorados, una taza de té, o quizás café, un paisaje espectacular. La escena transmite el sosiego que el pintor siente en esa etapa de su vida. Es un cuadro relajante y dulce.

Opuesto al anterior “La guerra”. Obra compleja y dramática. En medio de las tinieblas la ciudad en llamas. Personas y animales perecen abrasados. Los que han podido salvar sus vidas, huyen despavoridos, con el horror reflejado en sus rostros, arrastrando las escasas pertenencias que aún les quedan. A la derecha una crucifixión define a estos personajes como mártires. El oscurecimiento de su mundo pictórico, con la casi desaparición del color, salvo el rojo de las llamas para hacerlas aun más terroríficas, ahora dominado por los grises y negros, habla de la desesperanza y la pérdida de la fe en la condición humana.

Pero sin duda, si tuviera que elegir solo un cuadro de todos los que vi en la exposición me quedaría con “Dedicado a mi prometida” que, curiosamente, no aparece ni en la guía didáctica ni en el folleto de la exposición. Para mi es indudable que se trata de una escena muy erótica (en su época supuso un escándalo y muchas la tildaron de pornográfica). El toro, de un naranja encendido, reposa, plácido, entre las piernas de la mujer. La figura femenina, desmadejada y provocativa, envuelve al macho que, con mirada lasciva y sonrisa libidinosa, parece mirar directamente a los ojos del observador haciéndole partícipe del juego del deseo.










domingo, 8 de abril de 2012

GRUPO 7

Sevilla, unos años antes de la Expo 92. Convertir una ciudad cualquiera en un escaparate mundial exige obras mastodónticas, inversiones millonarias, sacrificio y el esfuerzo coordinado de muchas personas y colectivos: el trabajo de unos brillará en la superficie y embellecerá la ciudad; el de otros se hunde en las profundidades y es mejor que nunca salga a la luz. De eso va esta película… ¡y qué película!

El Grupo 7 lo forman: Mateo, un policía regordete, putero y chusco, “tipical spanish”; Miguel alto y rubio con aspecto de señorito andaluz; Ángel, el más joven, tan simpático como ambicioso, que observa en silencio a su compañero Rafael, solitario, violento, cruel, desengañado (y tan igualico tan igualico a Chuck Norris que yo creo que es un homenaje encubierto del director a este “actor”, como lo demuestra el hecho de que habla poco pero golpea mucho y bien).

Los cuatro persiguen a yonkis y traficantes sin descanso, sin escrúpulos y sin piedad, utilizando todos los medios a su alcance para lograr éxitos que lancen sus carreras sin desdeñar, de paso, mediante la corrupción y los métodos más salvajes, ingresos extras que les permitan mejorar sus sueldos de mierda.

Intimidación, tortura y trafico encubierto, componen el día a día de los “violentos de Mario” que cuentan con el apoyo de sus superiores, que miran para otro lado, siempre que la basura no los salpique y los medios de comunicación no se hagan eco de su “correcta” actuación policial. “Lavar&marcar” ese es su trabajo: lavar la cara a la ciudad mientras marcan territorio y la "face" de todo aquel que se cruza en su camino.

Con un ritmo vertiginoso la película te mantiene en permanente alerta, con una sensación desagradable en el estomago por el salvajismo de algunas escenas, a la vez que no puedas evitar esbozar alguna que otra sonrisa ante las ocurrencias de estos policías tan bizarros.

Alberto Rodríguez hace que al papel del “más hijoputa” opten, por turnos, los policías y los traficantes, que la línea entre los buenos y los malos se torne borrosa y que acabes dudando de quien es quien. Logra, de manera magistral, mostrarnos que en la vida nos encontramos a menudo con encrucijadas que nos exigen elegir y que cada elección tendrá consecuencias. Cuando los defensores del orden y la ley se pasan ésta por el forro, su particular justicia les es devuelta de una manera brutal, sí, pero que el director hace que casi llegues a entender y compartir (ya me lo dirán cuando vean la escena de la emboscada a los policías, ¡es una de las mejores que he visto en una película, la perfecta representación de la Ley del Talión!).

Después de esta película “No habrá paz para Urbizu”…. ¡Esto sí que es buen cine negro!

viernes, 6 de abril de 2012

El fin de la infancia

La llegada de los alienígenas cambiará para siempre la historia de la humanidad en el clásico libro de Arthur C. Clark.


Arthur C Clark (1917-2008) es uno de los grandes escritores de ciencia ficción, y quizás el que más ha acertado en sus predicciones sobre la evolución tecnológica. Su sólida base científica se hace notar en su obra. Durante la Segunda Guerra Mundial participó en el desarrollo del radar, que fue decisivo en la victoria inglesa durante la Batalla de Inglaterra. Años después, también contribuyó al concepto de los satélites geoestacionarios, fundamentales para las comunicaciones
modernas. Clark comenzó a escribir ciencia ficción en los años 30, y su primer relato importante fue “El centinela” (1948), base para su novela más famosa, “2001: una odisea en el espacio”.

De las novelas que he leído de Clark, las dos que más me han gustado han sido “Cita con Rama”, y “El fin de la infancia”. Esta última es una extraordinaria novela, una obra clásica en su género. Escrita en 1953, resulta muy atractiva desde su comienzo. En plena guerra fría, los esfuerzos americanos y rusos por ser los primeros en alcanzar la luna, pierden sentido en un instante:
una flota de enormes naves alienígenas se sitúa sobre las grandes ciudades del mundo. Comienza así una pacífica invasión alienígena, que cambiará la historia, eliminando las guerras y la crueldad, permitiendo un avance enorme para la humanidad. Una vez liberada de los costosos conflictos que han plagado nuestra historia, todos los recursos pueden ser dedicados al progreso y al bienestar de la población. Por fin parece que se alcanza el mejor de los tiempos…sin
embargo, un extraño misterio envuelve la ocupación alienígena...

Esta novela trata el gran tema de la evolución y el cambio inevitable en las civilizaciones y las razas, y lo aborda con valentía e inteligencia. La lectura resulta apasionante, aunque se trata de una historia llena de nostalgia y tristeza. Sin duda, una de las grandes novelas de ciencia
ficción.