Ante
la insistencia de Rodrigo, mi firme intención de no dejarme influir por
comentarios, trabajos o análisis de aquellos que, antes que yo, consiguieron
terminar “La montaña mágica”, ha flaqueado. Al final he cedido a la
tentación y acabo de leer la Conferencia que Thomas Mann impartió en la Universidad de Princeton en 1939.
Debo
decir que nada en especial me ha llamado la atención en dicha conferencia,
excepto tres cosas que han confirmado que mi comprensión de la novela avanza
por el camino correcto. A saber:
El
reconocimiento, por parte del propio autor, de que “La montaña mágica” es un
libro muy alemán (yo advertí, en mi
primer día de lectura, que mi rechazo inicial hacia el libro se debía, en
parte, a que no me gustaba la forma de narrar del autor, la cual definí como
marcial y estricta, particularidades estas muy presentes en el carácter del
pueblo alemán).
Su afirmación de
que si la novela te aburre debes dejarla: “El
arte no debe ser tarea escolar ni aburrimiento (..) debe aportar alegría, debe
entretener y dar vida, y aquel sobre el cual una obra determinada no ejerza
este efecto debe dejarla y volcarse en otra”. Por eso abandone su lectura
en dos ocasiones.
Que admita que la critica a la terapia practicada en los sanatorios, hilo conductor de
la novela, no es más que una fachada, porque lo que realmente pretende la obra
es desenmascarar y cuestionar todo aquello que subyace oculto en las cosas
cotidianas de la vida (algo de lo que
también he sido consciente y que refleje afirmando que por el rodillo
inapelable del Sr. Mann iban pasando la música, el matrimonio, la literatura,
etc).
No hay comentarios:
Publicar un comentario