Leyendo la prensa esta
tarde de domingo, me encuentro con una triste e inesperada noticia: la muerte
del actor Philip Seymour Hoffman, de 46 años.Precisamente hace pocos días vi
una de sus últimas películas: El último concierto (A
late quartet, 2012). Sin ser una gran obra, resulta interesante, sobre todo
por las excelentes interpretaciones de los actores: Hoffman, Christopher
Walken, y Catherine Keener.
Repasando la obra de Hoffman, nos
encontramos con una filmografía impresionante.
Yo me fijé en él por su excelente
interpretación en la película Hapiness, de 1998. Se trataba de una historia
bastante sórdida, dura de ver, en la que se mostraba la miseria humana y la infelicidad
de unos personajes corrientes. Pero ya antes había participado en
películas importantes, como Ni un pelo de tonto (1994), nada menos que con Paul
Newman; la alocada y comercial Twister (1996), o la divertida y original El
Gran Lebowski (1998), de los hermanos Cohen, con un elenco de actores de enorme
talla: Jeff Bridges, John Goodman, Julianne Moore, Steve Buscemi, John Turturro…
Parecía claro que Hoffman sabía
elegir sus proyectos. Y nos lo fue demostrando con los años. Así, llegó Magnolia
en 1999, una buena película de historias entrelazadas, en un estilo que se puso
de moda durante varios años. Combinaba películas originales y arriesgadas con
un cine más comercial, pero de calidad, como El talento de Mr Ripley, de 1999.
Ya en el año 2000 me encantó
State and Maine, una divertida comedia costumbrista, que se beneficiaba del guion
del gran David Mamet. La mezcla de actores de Hollywood y la población de un
pequeño pueblo de Vermont resultaba explosiva. Otras veces me decepcionó, en proyectos
como Con amor, Liza (2002), pero en general, ver una película suya era una
garantía de calidad. Ahí están la comercial pero estupenda Cold Mountain (2003),
o no digamos Truman Capote (2005), con la que le llegó el éxito definitivo: un
oscar y un globo de oro.
Hoffman sin embargo no se durmió en los
laureles. Su siguiente proyecto, Empire Falls (2005), es una miniserie no muy
conocida, en la que de nuevo se codea con grandes actores: Ed Harris, Helen
Hunt y Paul Newman. La historia narra de nuevo las tensiones de las relaciones
personales en un pequeño y decadente pueblo de Nueva Inglaterra. Muy recomendable.
Y la lista sigue…Antes del diablo
sepa que has muerto (2007), durísima película de Sidney Lumet, con Hoffman
compartiendo cartel con Ethan Hawke y Marisa Tomei; La Familia Savages (2007), otra
triste y dura película; o la divertida e interesante La Guerra de Charlie Willson
(2007), esta vez con Tom Hanks y Julia Roberts. Hoffman estaba actuando en
grandes películas cada año.
Después me reí mucho con Radio
encubierta (2009), una comedia casi musical con un estupendo Bill Nighy, y
disfruté con Moneyball (2011), dentro del género del cine de deportes
americanos, que se beneficia de un sólido guion de Aaron Sorkin (El Ala Oeste de
la Casa Blanca), y de la interpretación de Brad Pitt.
Pero la película que me dejó
clavado en el sillón del cine fue Los Idus de Marzo (2011), una despiadada
crónica de la política, bordada por George Clooney, Ryan Gosling, Paul Giamatti
y Marisa Tomei. Una cumbre del género del cine político con interpretaciones
extraordinarias. El papel de consultor político que realiza Hoffman es mi preferido en toda su carrera.
Al año siguiente, nos
regala una de sus mejores interpretaciones, la del fundador de la iglesia de la
cienciología, en The Master. Aunque la película tuvo que cambiar algunos
detalles, la historia se basa en hechos reales, y resulta dura pero hipnótica,
con un gran contrapunto ofrecido por Joaquin Phoenix en un papel muy difícil.
Y porqué no reconocerlo, también
he disfrutado de su aparición en la segunda entrega de la saga de Los Juegos del Hambre, serie de
ciencia ficción entretenida y con cierto interés.
Hoffman nació en Fairport, Estado de
Nueva York, en 1967. Se aficionó al teatro en el instituto, y se graduó en artes dramáticas en Nueva York (1989). Comenzó a trabajar como actor en la serie Ley y Orden
(1991), y por desgracia, a pesar de su cada vez más exitosa carrera, sufría de
una adicción a medicamentos y drogas, que parece haber sido la causa de su
muerte. Con él se va un estupendo actor, entrañable a veces, más a menudo
inquietante, con un físico apartado de los estándares habituales, y que ha
participado en muchas de las mejores películas de los últimos años. Todavía tengo pendientes algunas de sus obras, que iré consiguiendo poco a poco. Una triste
pérdida para el cine y especialmente para sus seguidores, entre los que me
encuentro.
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