lunes, 14 de octubre de 2013

STOKER

La familia Stoker se enfrenta al fallecimiento del cabeza de familia en un accidente de coche: la esposa, una muy creíble Nicole Kidman, desde la inestabilidad y no sin cierto fastidio; la hija, India (otra muestra más de que a Mia Wasikowska ni su impronunciable nombre ni su rostro poco convencional le impiden demostrar, en cada aparición, que es una fantástica actriz), desde el desconcierto.

En el cartel promocional de la película hablan del “fin de la inocencia”, pero yo la definiría más bien como el principio de una revelación. 

Con la muerte de su padre India se siente perdida. Vagabundea, sola y rara,  por la casa, el jardín, por sus pensamientos. Durante esos momentos el director, Park Chan-Wook, nos ofrece unas imágenes de una belleza inquietante y conmovedora, de hecho creo que esta película merece la pena verse solo por las citadas imágenes, por intentar entender su simbología. No solo son importantes las personas, los objetos lo son tanto o más y cuentan la historia de India casi sin necesidad de palabras.

La aparición de su tío Charlie, hermano del difunto, intriga a la joven porque, extrañamente, empieza a sentirse identificada con él. Le deja acercarse pero sin bajar la guardia; atracción y repulsa, a partes iguales, a medida que éste va dejando ver su auténtica cara.

Charlie Stoker, perfecta encarnación del mal bajo un rostro y ademanes elegantes y seductores, intenta despertar el interés sexual de India tanto como su admiración, pero ésta, alumna aventajada, pronto elige su propio camino, libre, asumiendo lo que es y sin necesidad de protectores ni maestros.

La historia tiene violencia, alguna que otra escena desagradable y sexo, pero todo presentado de una manera tan fascinante, visual y bella, que no te perturba en exceso.

Es un poema macabro no apto para todo el mundo.



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