Aunque en principio el nombre del director, Lee Daniels, no me decía nada, la presencia de Mariah Carey, sin maquillar, en una de las primeras escenas me hizo pensar que ya había visto alguna película de él, lo que se confirmó a medida que iban apareciendo el resto de los actores: esa película fue “Precious” (“Es una aventura por el lado más sórdido de la vida humana y a la vez una historia de superación y lucha increíble. Con una música fantástica y algunos secundarios de lujo que bordan sus papeles (¡madre mía Lenny Kravitz, con enfermeros así quien no querría ir al hospital!). Después de ver a Mo`nique, esa madre que se gana tu odio eterno desde el primer segundo que aparece en pantalla, entiendes perfectamente porque Penélope Cruz nunca ganará el Oscar como secundaria este año").
A
través de la vida de Cecil Gaines (excelente y contenido Forest Whitaker), mayordomo de la Casa Blanca durante el
mandado de 8 presidentes, asistimos a una revisión de la historia política y
racial de Estados Unidos; el duro camino que los negros tuvieron que recorrer
desde que Lincoln abolió la
esclavitud hasta que consiguieron, verdaderamente, dejar de ser ciudadanos de
segunda.
Algunos
críticos tachan a la película de abigarrada, otros de algo edulcorada o de poco
realista. Yo no podía dejar de pensar que cuando empieza a contarnos la vida
del niño en la plantación de algodón, Estados Unidos vive el período conocido
como “los felices años veinte” que se
inició en 1922 y que, en teoría, benefició a toda la sociedad. Lo que se ve es
como la vida de los negros y los blancos parece discurrir en mundos paralelos
que nunca se encuentran, debido a las diferencias, tan brutales, de trato,
oportunidades, justicia, ley y derechos.
Supongo
que para los americanos no será una película cómoda porque, a diferencia de “Lincoln”
de Spielberg, centrada en las alabanzas a un presidente que logró un hito histórico,
en esta ocasión nos presenta a varios sucesores del anterior y las diferentes
posturas y decisiones que adoptaron para intentar cerrar el capítulo que inició
el primero, pero nunca arriesgando demasiado por si ello les suponía pérdida de
votos o poder. Claro, unos salen mejor parados que otros, lo que no gustará a
sus defensores y si a sus detractores.
Aparte de
narrarnos el punto de vista histórico de este “negro domestico”, moldeado por las conversaciones y negociaciones a las que asistió sin
ver ni oir, el director también se empeña en dejar claro que acabar con las
situaciones de injusticia no es obra solo de aquellos que dan la cara situándose
en primera línea, sino que también es fruto de la labor de cientos de personas
anónimas, vulgares y corrientes, que consiguen cambiar las cosas con una callada y obstinada resistencia silenciosa.
Algo que también pudimos ver en “Criadas
y señoras”, de Tate Taylor (“Con el prendimiento de la llama que
extendió la batalla por los derechos civiles de los negros en los años 60, como
telón de fondo, cuenta, de manera divertida y muy emotiva, los mecanismos de
defensa y lucha utilizados por estas mujeres que no pueden abandonar sus
empleos pero que tampoco abandonan jamás su dignidad.
Viola
Davis y Octavia Spencer representan de manera magistral las dos caras de una
misma moneda: son la imagen de la resistencia. Una desde sus silencios
acusadores que no dejan indiferentes a nadie y la otra con su incontinencia
verbal que le supone numerosos golpes que no la derrotan sino que la reafirman
en su actitud beligerante”).
Aunque no tanto como “Precious”,
a mi la película me ha gustado y no me importa reconocer que también me ha
emocionado.
Me apetece verla. Me gustó mucho criadas y señoras.
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