Richard Yates me acongoja. ¡No puedo evitarlo! (como diría el malvado Vizconde de Valmont de “Las amistades peligrosas”). No creo haberme enfrentado a ningún otro escritor que resulte tan fácil de leer y tan difícil de asimilar.
No habla de grandes tragedias ni horribles sucesos que te permitan contemplarlos desde una confortable distancia. Su campo de acción es la existencia cotidiana presentada con una crudeza tal que te deja noqueado. No puedes escapar, formas parte de la historia a tu pesar y nunca sales indemne.
Me sigue sorprendiendo esa capacidad suya de descolocarte, de removerte por dentro, de hacerte reflexionar. Al menos a mí me pasa (http://elfrikismoilustrado.blogspot.com.es/2012/08/escritores-americanos-richard-yates.html)
En “Una providencia especial” vuelca toda la amargura que le supuso su participación en la II Guerra Mundial: a través de los ojos del soldado Robert Prentice, 18 años recién cumplidos, nos narra la realidad de la guerra (inútil, sucia, cruel) tan alejada de los sueño de grandes gestas, camaradería y heroicidades con los que se llenó la cabeza de los crios que se alistaron para participar en esa contienda, quienes apenas sabían, ni podían, como sujetar un fusil.
Relata, sin piedad, los momentos de desconcierto y terror que supone cada intervención bélica, a la vez que nos hace participes de los pensamientos entrecortados de unos jóvenes que, presos del terror, intentan avanzar guiados por sueños de gloria, hasta que éstos estallan en mil pedazos cuando ven como a su alrededor van muriendo sus compañeros.
Paralela a la historia del soldado Prentice corre la de su madre, Alice Prentice, una mujer diferente con aspiraciones artísticas. Una mujer que, pese a chocar una y otra vez con las penurias económicas, se niega a aceptar su situación y deja transcurrir la vida en medio de una pompa de jabón, rellena de mentiras y falsas apariencias, a punto de explotar en cualquier momento.
Una madre absorbente que utiliza a su hijo como parapeto contra la adversidad.
Una mujer sola.
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