miércoles, 12 de junio de 2013

Canción negra: Joaquín Sabina

El 12 de febrero de 1949 nacía Joaquín Ramón Martínez Sabina en Úbeda, la ciudad de los cerros, frente a la solemne Sierra Mágina, a la que se empeñó en renombrar, anteponiendo una “i” y cambiando el acento, a base de notas y versos, lo que marcó su camino desde la confusa adolescencia.
 
Es por mi que se va a la ciudad del llanto, es por mi que se va al dolor eterno y el lugar donde sufre la raza condenada, yo fui creado por el poder divino, la suprema sabiduría y el primer amor, y no hubo nada que existiera antes que yo, abandona la esperanza si entras aquí”. Y entró. El “perro andaluz sin domesticar”, lejos de arredrarse, cruzó la puerta del infierno dando inicio a su particular, y Divina, tragiComedia.

Este incomodo e irreverente ubetense, tras años de exilio, complicados avatares y escarceos varios, recaló en Madrid y Madrid lo adoptó. Así comenzó su romance más duradero.

Sabina es, fue, el hombre de vida licenciosa, el CRÁPULA con mayúsculas. El héroe solitario que combate, a base de retranca e ironía, la fidelidad, el matrimonio, la paternidad, la seguridad, la monotonía.

Defensor de putas, ladrones, borrachos y otras gentes de “buen” vivir. El poeta de la contradicción y el desatino, de las buenas corridas y mejor vino.

Porque no es “un fulano con la lágrima fácil, de esos que se quejan solo por vicio”, resulta imposible saber donde termina el artista y empieza el hombre.

Disipación, embriaguez. Oscuridad, lucidez. Cara oculta del Retrato de Dorian.

Residente habitual del sótano de los bajos fondos, ¿quién mejor que él para hacer CANCIÓN NEGRA?

El caso de la rubia platino

Me adelantó un talón de setecientas
más gastos, sin contar otras quinientas
en fichas del casino,
mi último tren llegaba con retraso,
así que decidí aceptar el caso
de la rubia platino.

Yo era un huelebraguetas sin licencia,
quemado en la secreta por tenencia,
extorsión y líos de faldas,
estaba, como buen expolicía,
a sueldo de un pez gordo, que sabía
cubrirse las espaldas.

Ninguna zorra vale ese dinero,
pensé, mientras dejaba mi sombrero
nuevo en el guardarropa,
cantaba regular, pero movía
el culo, con un swing, que derretía
el hielo de las copas.

Cuando salió, por fin, del reservado,
sentí que las campanas del pasado
repicaban a duelo,
la última vez que oí esa melodía
me recetaron tres años y un día,
más IVA, en la Modelo.

Para jugar al Black Jack y ser un duro,
andar escaso de efectivo
es igual que pretender envidar,
con un farol, al futuro.
No por casualidad
me temen en los casinos,
me daban diez de los grandes por el caso
de la rubia platino.

Los besos que te dan las chicas malas
salen más caros cuando los regalan
y huelen a fracaso,
pero el crupier me echaba cartas buenas
y la rubia platino era morena
y el caso era un gran caso.

En un bistró, del puerto de Marsella
nos fuimos demorando, entre botella
y botella de Oporto:
"Los que pusieron precio a tu cabeza
le dije exagerando su belleza,
se habían quedado cortos".

Puede que me estuviera enamorando,
porque, antes del café, cambié de bando,
de hotel y de sombrero.
Mi viejo puso un cuarto, con dos camas,
fingiendo que la dama era una dama
y su hijo un caballero.

Ni siquiera, señores del jurado,
padezco, como alega mi abogado,
locura transitoria.
Disparé al corazón que yo quería,
con premeditación, alevosía
y más pena que gloria.

Para jugar al Black Jack y ser un duro,
andar escaso de efectivo
es igual que pretender envidar,
con un farol, al futuro.
No por casualidad
me temen en los casinos,
diez de los grandes por seguirle los pasos,
a la rubia platino.

Para volver a ser alguien, en el ambiente,
necesitaba un par de buenos clientes,
algo para mis vicios y un despacho decente,
no dan para comer las putas del barrio chino,
todos los lunes no me encargan el caso
de la rubia platino.

Para no ser un cadáver, en el tranvía,
aparte de tener gramática parda
hay que saber, que las faldas, son una lotería;
con luz de gas brilló mi lámpara de Aladino...
me daban diez de los grandes
por el caso de la rubia platino.


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