Lo mejor de la película es el nacimiento de Clark en Krypton. Si obviamos las mareantes escenas voladoras (para la mayor gloria, nuevamente, de las dichosas 3D), esa parte entretiene bastante por la profusión de instrumentos y maquinas (unas veces sorprendentes, otras graciosas, algunas ya vistas), que buscan mostrarnos una civilización que se encuentra a años luz de la tierra, aunque eso sí, solo en cuanto a tecnología, porque si de resolver conflictos se trata cuando la pistolita última generación no tira, se utiliza el método terrestre por excelencia, es decir, a puñetazo limpio. Así acaban haciéndolo Jor-El (ahí el bueno de Russell jugaba con ventaja porque después de “Cinderella man” algo le quedaría, ¿no?) y el traidor General Zod interpretado por Michael Shannon (¡que lejos de su brillante papel en “Take Shelter”!)
Cuando Krypton desaparece del mapa, y de la película, se acabó lo que se daba. Nos cuentan, recurriendo a la analepsis, de manera simplona y tópica la vida de Superman en la granja y su disgusto cuando se entera de que es un E.T. Nos cuelan en la historia a una, igualmente simplona, Loise Lane (Amy Adams), presentándola como una aguerrida reportera que, con su naricilla pecosa, es capaz de poner en jaque al FBI y al mismísimo ejercito de los EEUU si se le cuadra.
Aunque Henry Cavill ha dotado a este superhéroe, gracias a su impresionante físico y al nuevo diseño del traje (al que, por fin, le han quitado los ridículos calzoncillos rojos por fuera), de un atractivo sexual del que siempre careció, no le aporta nada más. ¡Con lo fascinante que resultaba en su papel de Duque de Suffolk en “Los Tudor”!
Ahora bien, con quien más disfruté fue con la presencia de Laurence Fishburne al que ya casi considero de la familia porque, últimamente, me lo encuentro lo mismo en la TV como CSI que, como en el caso que nos ocupa, de director del “Daily Planet”. Eso sí, cada vez más gordo, algo que tiene que agradecerle a los “suculentos” guisos del Doctor Lecter, ya que también aparece en la estupenda serie “Hannibal” de la cual soy ferviente seguidora.
Dicho lo anterior, poco más queda: 43 minutos, escasos, de pobres diálogos y 100 minutos de ruido, ese es el resumen.
No sufras Ironman, sigues siendo mi favorito.
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