miércoles, 8 de enero de 2014

El único superviviente


Durante dos horas, muy largas créanme, contemplamos en pantalla hombres matando a otros hombres con fusiles, metralletas, pistolas, granadas, cuchillos, a golpes y decapitaciones a lo bestia. Vemos reventar cabezas, brazos, piernas, pies, estómagos y cualquier otra parte del cuerpo humano que se les ocurra.

El único superviviente

Por si no fuera suficiente, gracias al potente sonido, que nos ensordece con tanto tiroteo, también escuchamos como se rompen cráneos y huesos. Merced al recurso de escenas a cámara lenta, que podían haberse ahorrado, acompañamos la trayectoria del proyectil de turno para, espectadores de primera línea, disfrutar de los chorros de sangre, trozos de carne y hueso, que salen disparados cuando penetra en el cuerpo que toca.

Todo ello rebozado con la cansina letanía de la lealtad por encima de la muerte a los compañeros de batalla, en el este caso los Navy Seals, y ese regusto que dejan las historias que, aunque intentan vender una imagen de imparcialidad, diferencian claramente quienes son los buenos y quienes los malos.

Me parece increíble que alguien pueda decir que esta película se merece algún Oscar, pero sobre todo me resulta insultante que nos vendan que se merece el Oscar al mejor guión! 

¡Ja! ¿qué guión?

En mi descargo: no fui a verla a propósito, mi compañero se equivocó de título al comprar las entradas, lo que después fue motivo de bronca entre los dos.

Nota: seguro que Juan no está de acuerdo conmigo....

No hay comentarios:

Publicar un comentario