Arthur C. Clarke (1917-2008) es
uno de los grandes escritores de ciencia ficción, y poco a poco voy leyendo sus
principales novelas. Acabo de finalizar “Las
fuentes del paraíso”, publicada en 1979. La novela nos presenta un héroe
un tanto especial: Vannevar Morgan, un genial ingeniero, el más brillante del
siglo XXII. Acaba de finalizar lo que podría haber sido su gran obra, un espectacular
puente sobre el Estrecho de Gibraltar. Esta inmensa obra, que une dos
continentes, le proporciona fama y riqueza. Sin embargo, el inquieto Morgan se
aburre y comienza a acariciar una nueva idea, aun más ambiciosa. Para ello,
viaja a una montaña en la isla de Taprobane, en pleno ecuador. Es el mejor
lugar del mundo para construir…¡un ascensor espacial!. La localización y la
necesidad de abaratar la puesta en órbita de viajeros y mercancías, junto con
el desarrollo de un nuevo material muy resistente y ligero, inducen a pensar
que el ascensor se construirá. Sin embargo, los terrenos pertenecen a un
monasterio budista, y sus monjes no parecen muy contentos con el proyecto…
La novela me ha recordado mucho a
“Cita con Rama”, y forma parte de la llamada “hard science fiction”, es decir,
la CF más respetuosa con la ciencia y la realidad. Por ello, la parte
científica está excelentemente presentada; de hecho, fue la primera descripción
en una novela de un posible ascensor espacial (si bien al parecer hubo otra
novela publicada prácticamente a la vez por Charles Sheffield, “la telaraña
entre los mundos”, que también utiliza este concepto). La descripción de los
personajes resulta algo más superficial, pero se ve compensada con el ritmo animado
del relato, y la diversión de la aventura, sobre todo en la segunda parte. El autor además adereza el relato con dos
subtramas: una histórica, sobre el origen milenario del monasterio budista, y
otra clásica en la ciencia ficción, acerca de la vida inteligente extraterrestre.
La primera se integra mejor que la segunda en un relato muy creíble sobre como
podría ser el futuro en el siglo XXII.
Un ascensor espacial sería una
estructura geosíncrona enorme, anclada en el ecuador de la Tierra, y con un
contrapeso en su extremo. Permitiría elevar cargas y naves a un coste mucho
menor que el de los cohetes propulsores. Una cuestión muy curiosa, bien
explicada en la novela, es que sus viajeros siempre sentirían la fuerza de la
gravedad, aunque disminuyendo con el cuadrado de la distancia a la tierra,
claro. Pero no vivirían en el ambiente de microgravedad de las naves actuales,
en órbita alrededor de la Tierra. Este concepto fue propuesto por primera vez por ruso
Konstantin Tsiolkosky nada menos que en 1895, y elaborado por el ingeniero ruso
Yuri Artsutanov en 1960.
En la trilogía Marte rojo, Marte
verde y Marte azul (Kim Stanley Robinson), también existe una estupenda narración
de un ascensor espacial.
Pero, ¿sería posible construir
uno? En esta charla, un pavo de la ESA, Markus Landgraf, habla del tema.
En ella, realiza una introducción general,
sobre la tecnología actual. Por ejemplo, comenta que poner 1 kilo de masa en
órbita, cuesta 20.000 euros. ¿Se podría construir una torre? No, pesaría
demasiado, la corteza terrestre no podría soportarla. Por ello, la única alternativa es
usar un cable desde un satélite en órbita geoestacionaria. ¡El cable tendría
que medir 144.000 kilómetros! Un tercio del camino hasta la Luna…Al parecer, la
mayoría de los problemas técnicos están solucinados, pero todavía no se dispone
de un material suficientemente resistente para el cable. Por ejemplo, con acero
no podía construirse más allá de los 11 kilómetros. ¿Y fibra de carbono? Ligera
y resistente, podría llegar a los 330 kilómetros. Luego están los nanotubos….más
resistentes todavía, pero es muy complicado fabricarlos adecuadamente. Aunque
Herr Landgraf defiende que se puede construir, su opinión no es
compartida por todo el mundo. Según este excelente artículo, no es viable en la
Tierra….
¡Pero si en la luna! Algo es algo…
Volviendo a la novela: entretenida
y bien planteada, uno de los libros imprescindibles del género, que debemos sin
duda recomendar a los vecinos cuando hayamos acabado de quejarnos del tiempo en
el ascensor…
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