domingo, 25 de agosto de 2013

Crónicas bercianas

León. Ponferrada, capital del Bierzo. Camino de Santiago. Gentes hospitalarias, amigables, que reciben al viajero con las manos abiertas y su hablar cadencioso y suave. La ciudad vibra: transeúntes calzados con sandalias, tiritas y diversos tipos de vendajes resultado de las largas caminatas diarias. Algunos descalzos. Hombres y mujeres de todas las edades y nacionalidades a los que une “el polvo” del camino, porque aquí, con tanta testosterona suelta, si no te importa el olor mojas seguro (ya lo dice el refrán “burro cansado…”).

¡Se respira vitalidad y alegría!

El coqueto y recogido casco histórico acoge al visitante sin grandes aspavientos. Empiezas en la Plaza del Ayuntamiento con el magnífico edificio (S. XVI-XVII) que acoge la casa del pueblo. Dejas atrás la torre del reloj y llegas la Plaza de la Encina donde te recibe la estatua del caballero templario que encontró la imagen de la virgen en el tronco de una encina. De ahí el nombre de la Basílica en la que destacan los retablos barrocos y neoclásicos.

Pero sin duda, la estrella del conjunto es la fortaleza templaria (una de las más importantes del norte de España), elevada a orillas del río Sil, y el puente que dio nombre a la ciudad (Pons-ferrata, puente de hierro).

“El promontorio donde se asienta albergó primero un castro cuyos habitantes poblaron este territorio en la Edad del Hierro.  Con el auge de las peregrinaciones a Santiago, el rey de León, Fernando II, construyó en ese lugar una cerca de arcilla y canto a comienzos del Siglo XII, origen del posterior castillo. En el año 1178 dona la villa a la orden del Temple con la honrosa intención de custodiar el Camino de Santiago y proteger a los peregrinos en su paso por el río Sil. En 1310 los templarios se ven obligados a abandonarlo y la fortaleza pasa a los Condes de Lemos para, en el año 1486, convertirse en villa real con los Reyes Católicos”.

¡Parece un Exin-castillo!
Nos desplazamos hasta Molinaseca, de origen medieval, pueblecito encantador que conserva muchas casas con la arquitectura tradicional de la zona. Nos sorprende encontrar varias personas en bañador paseando por las calles: las orillas del río Meruelo hierven de gente que, a falta de playa, se refresca y disfruta del agua, del sol y la compañía. ¡Eso sin olvidar sus excelentes vinos y chacinas!

Montes Aquilianos. En sus laderas descansan los pueblos de Montes de Valdueza y de Peñalba de Santiago, famosos por albergar durante siglos la vida monástica. San Genadio mola: el tío no paraba. Eremita convencido dejó el Valle del Silencio repleto de iglesias y monasterios que hablan de su inquietud y de su buen gusto para seleccionar parajes de extraordinaria belleza.

Así lo atestigua el gran Monasterio de San Pedro de Montes fundado en el S. VII por San Fructuoso, abandonado durante la invasión musulmana y reconstruido más tarde por San Genadio. La desamortización de Mendizabal lo dejó definitivamente vacío.

Así lo atestigua la Iglesia Mozárabe de Santiago de Peñalba. “Situado en las estribaciones de los Montes Aquilianos, hubo aquí un monasterio fundado por San Genadio en el siglo X. De él queda únicamente esta iglesia terminada de construir en el 937 por el abad Salomón. Se trata de un templo humilde en su apariencia externa y que es una auténtica joya del mozárabe español.

Se accede al interior por una hermosa puerta con doble arco de herradura que se apoya en tres columnas de mármol. En el interior domina los arcos de herradura uno de los cuales divide la nave única en dos partes.

Hay que destacar los restos de “pintura mural” decorativa que se conservan en el interior, ocultos durante años por los revocos aplicados”.

San Genadio durante largas temporadas, buscando paz y tranquilidad para dedicarse a la oración, se retiraba a una cueva horadada en la roca, a la cual se accede por una senda estrecha que va ascendiendo lentamente. Después de una media hora, llegas a este lugar desde el que puedes contemplar una relajante panorámica de todo el valle.

¡Se me olvidaba! ¿Qué habitación creéis que ocupé durante mi estancia en el Hotel Valle del Silencio en San Esteban de Valdueza? Pues la preciosa habitación San Genadio, con bañera de hidromasaje incluida. Solo una pega: el horario del desayuno. Que no puedas tomarlo hasta las 9,30 te supone que, cuando quieres salir del hotel te han dado las 11 y no llegas a los sitios hasta las 12, lo que te obliga a realizar las excursiones durante las horas más calurosas; en verano es muy tarde pero en invierno es aún peor porque los días son más cortos.

Las Médulas, Patrimonio de la Humanidad. Los romanos llegaron a la Península y sustituyeron, en el conocido cartel amarillo actual, el verbo COMPRO por “QUIERO ORO” (hay que entenderlos mantener un imperio cuesta) y el Noroeste español se convirtió en una de las más importantes áreas extractoras del oro que nutría sus arcas y Las Médulas en una de las mayores explotaciones mineras.

Gracias a Plinio el Viejo conocemos como se obtenía el preciado metal: “En nuestro mundo [...] el oro se extrae de tres modos: en primer lugar en las partículas [o pepitas] de los ríos, como en el Tajo en Hispania [...], y ninguno es oro tan puro, ya que está pulido por la corriente y el flotamiento. Se extrae de otra forma mediante pozos o se busca derrumbando los montes”.

Este último, la “ruina montium”, fue el empleado en Las Médulas: "El tercer procedimiento supera al trabajo de los Gigantes; las montañas son minadas a lo largo de una gran extensión mediante galerías hechas a la luz de lámparas, cuya duración permite medir los turnos y por muchos meses no se ve la luz del día. Este tipo de explotación se denomina 'arrugia' A menudo se abren grietas, arrastrando a los mineros en el derrumbamiento [...] Por ello se dejan numerosas bóvedas de piedra para sostener las montañas. En los dos tipos de trabajos se encuentran a menudo rocas duras; se las hace estallar a base de fuego y vinagre [o agua] , pero a menudo, como en este caso, las galerías se llenan de vapor y humo; se destruyen estas rocas golpeándolas a golpes de martillos que pesan 150 libras [unos 50 Kg. .] y los fragmentos son retirados a las espaldas de hombres, [...] Acabado el trabajo de preparación, se derriban los apeos de las bóvedas desde los más alejados; se anuncia el derrumbe y el vigía colocado en la cima de la montaña es el único que se da cuenta de él. En consecuencia, da órdenes con gritos y con gestos para poner en aviso a la mano de obra y, a la vez, él mismo baja volando. La montaña, resquebrajada, se derrumba por sí misma a lo lejos, con un estruendo que no puede ser imaginado por la mente humana, así como un increíble desplazamiento de aire [...]". ¡Seguro que ninguno de los mineros era patricio!

La zona es preciosa pues a los restos de montaña dorados y rojizos los rodea una vegetación frondosa, con grandes árboles entre los que destacan los castaños (los romanos los trajeron a España y se convirtieron en la base de la dieta de la época) de troncos retorcidos y caprichosos que, pese a estar huecos, resisten el paso del tiempo con unas copas tupidas y orgullosas.

 
El Estancamiento de las aguas salientes del valle, debido a la interposición de una gran cantidad de estériles procedentes de la explotación minera, fue el origen del lago de Carucedo, hoy importante humedal que cobija una variopinta fauna en la que destacan las numerosas especies de aves que nidifican en sus alrededores.

Aunque subir al Mirador de Orelllán  te supone un gran esfuerzo por la cuesta (y por el calor si vas, como yo, en agosto) cuando llegas a lo alto disfrutas de unas vistas espectaculares que hacen que el esfuerzo merezca la pena.

Monasterio cisterciense de Santa María de Carracedo (declarado Monumento Nacional) que, debido al poder del clero, durante siglos ocupó un lugar privilegiado y dominante en la zona.


Villafranca del Bierzo cuenta con numerosos monumentos entre los que destaca la impresionante Colegiata. Sin embargo nuestra visita prioritaria era a la iglesia románica de Santiago y su Puerta del Perdón a la que acudían los peregrinos impedidos para conseguir el jubileo.

Como llegamos a las 15,30 tuvimos que esperar una hora y media hasta que la abrieron. Lo único que nos ayudó a soportar el sofocante calor de esas horas fue tumbarnos en los escalones de entrada donde quedamos medio adormecidos por el frescor de la piedra en la espalda y el olor a cera que de vez en cuando nos llegaba. La Puerta del Perdón permaneció cerrada para nosotros,  no por ser muy pecadores, no seáis malos, sino porque al encontrarnos en pleno uso de nuestras facultades físicas nos tocaba ir a Santiago si queríamos obtenerlo. 

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