Ni “Sterling, Cooper, Draper & Pryce”, con el imponente Don a la cabeza, lograría persuadirme de que la última andanada de actores y actrices con la que nos están bombardeando desde Hollywood se pueden considerar como tales. Entre los que son hijos (Lily Collins con su insulsa cara de “olive noir” y sus cejas peludas), sobrinos (Emma Roberts) y aquellos con cuya presencia nos machacan en trilogías insoportables que parecen no tener fin (Kristen Stewart y el resto del insufrible reparto de “Crepúsculo”) están transformando los cines en auténticos eriales solo habitados, aquí y allá, por algún adolescente con nula capacidad de análisis, y menos de crítica, permanentemente conectados con el exterior a través de sus teléfonos algo que en estos casos entiendo porque no me cabe ninguna duda de que sea lo que sea lo que esté sucediendo en el exterior es más interesante que lo que está pasando en la oscuridad de la sala.
Lejos quedan aquellas generaciones de niños prodigio (Leonardo di Caprio, Elijah Jordan Wood, Kirsten Dunst y tantos otros) que sorprendieron al mundo con sus actuaciones infantiles y siguen haciéndolo ahora convertidos en adultos. La cantera se ha secado o al menos lo parece. Ahora cada nuevo “ac-troz” juvenil va precedido de una campaña de imagen en prensa y televisión destinada a marearnos y aturdirnos con su atractivo físico, gusto por la moda, novios, etc, (cien por cien puro marketing) para que no percibamos su nula capacidad interpretativa.
En esta ocasión Harald Zwart, el director, nos presenta otro de sus subproductos para adolescentes lleno de tópicos en el que, por destacar algo, destacaría la duración: 130 laargos minutos.
Estamos ante una película que se encuadra dentro de lo que yo denomino “Género PATCHWORK” (el patchwork es el arte de unir telas de diferentes colores y tamaños utilizando múltiples técnicas para llegar a formar distintos motivos y objetos útiles o simplemente decorativos; para su práctica no se necesita experiencia anterior por lo que cualquier persona puede desarrollar su propia creatividad sin requerir ningún conocimiento previo de costura).
Así con un poco de “Indiana Jones y la última cruzada” (la reconciliación de un padre con su hijo durante la búsqueda del Santo Grial), mucho de la estética de “Blade” , algo del “antológico” enfrentamiento entre lobos y vampiros de una de las de “Crepúsculo”, una pizca de “City of Angels”, bastante de cuentos de hadas con “La bella durmiente” (¡Cersei Lannister levitando!), todo ello ambientado en un sucedáneo del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, juntamos estos retales y “voilà”: “Cazadores de sombras”.
Menos mal que aparece el fascinante Jonathan Rhys Meyers en un papel que, aunque nada novedoso (“Clary, soy tu padre”), nos permite disfrutar con la vista cada vez que aparece en pantalla su impresionante anatomía.
¡Y van a hacer otras dos…!
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