lunes, 15 de agosto de 2011

PASIÓN POR LA MONTAÑA

De Toledo a Benasque. Salida de casa a las 7 de la mañana pensando en adelantar camino para encontrarnos, ¡horror!, con un atasco mañanero, y al parecer habitual, que nos acompaña hasta alcanzar la M-50.

Tras dos horas, pasada Guadalajara, paramos para tomar el primer café del día en una zona de descanso que ya conocemos de otras veces. Largo de café, muy caliente y una deliciosa caña de crema me insuflan optimismo para aguantar el largo trayecto que aún debemos recorrer. Segunda hora: Rrrrrrrr (ruido del motor). Tercera hora: Rrrrrr….. Después de 8 horas de viaje, creo que la distancia total son unos 750 kilómetros, llegamos a “Benasque”, rodeado de las montañas más altas del Pirineo (aún se habla el Patués o Benasqués en todo el valle). A las 15,30 h. por fin alcanzamos nuestro destino. Nada más bajar de coche el aire helado nos recuerda lo lejos que ha quedado el sofocante calor toledano.

El “Hospital de Benasque” se encuentra situado a 1.750 metros de altura, en el valle del mismo nombre, dentro del Parque Natural Posets-Maladeta. Es un antiguo hospital de puerto de montaña, donde contrabandistas, pirineistas, viajeros y pastores encontraban refugio y hospitalidad. Actualmente ha sido reconstruido como hospedería de alta montaña. Una hora y media en su bonito Spa y el cansancio parece deslizarse fuera del cuerpo a medida que el agua de los chorros te va cayendo encima. Una cena suculenta, sobre todo el flan de queso con frambuesa, y a la cama que falta nos hace. Colchón duro y almohada blanda, la combinación perfecta.

Hemos dormido 10 horas seguidas. Durante toda la noche ha estado lloviendo y aún continúa. Tras el desayuno (¡el café es horroroso!) nos abrigamos (la temperatura es de 6 grados y estamos a 19 de julio), cogemos un paraguas y nos vamos a pasear por el “Plan del Hospital”, llamado así por los distintos hospitales que en siglos pasados se ubicaron en estos parajes como albergue y para atención de viajeros y peregrinos. ¡Es tan hermoso!. La que yo denomino “gente de paisaje horizontal”, como es mi caso, cuando nos encontramos en el centro de estos impresionantes paisajes verticales, nos sentimos desbordados. Casi no sabemos mirar hacia arriba de tan acostumbrados como estamos a mirar de frente y en lontananza.

Este aire tan frío y la lluvia, casi aguanieve, te revitaliza sobremanera. Después del paseo bajamos al pueblo donde tenemos 4 grados más de temperatura y cobertura en el móvil. Hoy martes es día de mercadillo: Frutas variadas, tenderetes de collares y pulseras, piedras de todo tipo, algo de ropa y cestos de mimbre (he adquirido una cestita como la de caperucita… ¡ahora solo me falta un buen lobo feroz!). Se reanuda la lluvia por lo que regresamos al Hospital. Como toca descanso, tras comer ligero, he empezado a leer, en mi espaciosa y cómoda habitación, la novela “1280 almas”, de Jim Thompson, ¿hay algún placer mayor?.

Hoy, tercer día, nos levantamos a las 7,30. Cogemos el autobús que nos sube hasta “La Besurta” (la pista asfaltada por la que se accede a este lugar en verano permanece cerrada al tráfico), punto de partida de gran variedad de excursiones. Nos dirigimos hacia el “Forau de Aiguallut” (situado a 2000 metros de altitud) por un camino ancho y bien marcado (la duración prevista es de 40 minutos). Tras pasar unos pequeños repechos, el camino continúa llano hasta nuestro destino.

Las aguas procedentes de tres glaciares (Aneto, Barrancs y Tempestades), durante el deshielo, confluyen en un solo torrente que desaparece en la preciosa cascada del “Plan de Aiguallut”. Desde aquí van a desembocar al “Forau de Aiguallut”, un sumidero kárstico de 70 metros de diámetro y 40 de profundidad, formando un pequeño estanque de gran belleza para, unos metros más abajo, desaparecer. El agua escondida, por medio de un río subterráneo, reaparece en el Valle de Arán. Cuando hemos llegado nos hemos llevado una desagradable sorpresa: ¡Está seco!. Nada de las increíbles aguas turquesas que tenía el año pasado. ¡Que decepción!.

El cuarto día, como no estamos excesivamente cansados, volvemos a madrugar para realizar una de las excursiones que el año pasado, debido a los problemas que tuve en una pierna, no pude completar. Desde “La Besurta”, tomamos la senda, casi completamente vertical, que asciende al “Refugio de la Renclusa” (campo base de aquellos que quieren escalar la Maladeta y el Aneto), situado a 2.140 metros de altitud. Aunque no estaba segura de poder completar el recorrido, no solo lo termino sino que lo hago en el tiempo marcado (40 minutos).

Tras un breve descanso para comer algo y disfrutar de las vistas preguntamos al encargado del refugio por el camino que conduce desde “La Renclusa” al “Forau de Aiguallut”. Nos indica que hay que subir hasta el “Collado de la Renclusa”, 20 minutos aproximadamente pare recorrer unos 142 metros más verticales aún. Nos cuesta llegar al collado, 2.282 metros, desde el cual, si miras hacia abajo, sientes autentico vértigo. Al empezar el descenso nos encontramos con una bajada de lo más criminal, que diría mi padre. Una senda, más bien un rodadero de piedras, que hace bastante difícil identificar los mojones que indican el camino. Llegamos al “Plan del Forau” completamente agotados. ¡Estamos tan doloridos que hasta hablar nos cuesta!.

El viernes relax. Excursión en coche hasta “Roda de Isábena”, casi dos horas de viaje, para lo cual debemos volver a cruzar “El Congosto del Ventamillo”, puerta de entrada al Valle de Benasque. Una carretera excesivamente estrecha (apenas caben dos coches de frente) y repletita de curvas bastante cerradas. Una hendidura entre altas pareces rocosas, con un inquietante precipicio a un lado cuyo fondo recorre el rio Ésera. ¡Es de una belleza impresionante, pero acojona!.
En “Roda de Isábena”, que ya conocíamos, por fin podemos visitar su magnífica catedral románica de los siglos XI y XII, cuya característica más importante es que la cripta, donde está enterrado San Ramón, se encuentra descubierta y casi al mismo nivel que la nave central. Esto, más que a una originalidad de sus constructores, responde al hecho de que el conjunto se asienta sobre una roca difícil de excavar, lo que obligó a elevar el altar por encima de la cripta. No está permitido hacer fotos y tampoco podemos visitar el claustro ya que se encuentra en obras. Tras un agradable paseo por el casco-histórico-artístico de la localidad, decidimos quedarnos a comer en el restaurante que ocupa el antiguo refectorio de la catedral. El lugar es bonito, no hay duda, pero la comida no nos gusta demasiado.

De regreso, desde “Castejón de Sos” hasta “Las Paúles”, circulamos por la N-260, el denominado eje pirenaico que yo he rebautizado como la “bati-road” por sus infinitas y sinuosas curvas y por el malísimo estado del firme. ¡Terminé con un mareo impresionante!.

El sábado viajamos a Eriste pequeño y hermoso pueblecito situado en el Valle del mismo nombre. Nuestro objetivo es la cascada de “La Espigantosa” (“La Espantosa”). El año pasado intentamos subir en coche, pues hay una pista forestal que lo permite, pero cuando estábamos a menos de la mitad nos paró la Guardia Civil y nos informó de que se habían producido derrumbamientos de piedras por lo que varios coches se encontraban aislados. ¡Las pasamos canutas para dar la vuelta de tan estrecha como era la pista!. Por eso este año hemos decidido subir andando. Han sido dos horas por un camino que asciende todo el rato, apenas hay tramos llanos. La bajada la hacemos en hora y media (“La cuesta arriba yo quiero burro. La cuesta abajo, yo me la subo”, que diría mi madre). En total han sido tres horas y media de caminata. Llegar hasta el “Refugio Angel Orús”, campo base de los que van a escalar “El Posets” (3.375 m.), hubiera supuesto dos horas más de subida algo excesivo para nosotros. Al menos de momento.

Domingo. Por un camino asfaltado a ratos y pedregoso casi siempre, hemos entrado en el Valle de Estós descubriendo un valle escondido de extraordinaria belleza. Aguas turquesas, prados soleados y, a lo lejos, el “Pico Perdiguero”. Es un recorrido definido como de dificultad media-baja y la verdad es que hemos disfrutado contemplándolo. En principio hoy era jornada de descanso (ayer terminamos agotados), pero al final hemos caminado dos horas hasta llegar al cruce, una vez pasada la “Caseta de Santa Ana”, que te lleva al “Ibón de Batisielles” si giras a la izquierda (1 h. 30 m.) o al “Refugio de Estós” (1 h. 30 m.) si giras a la derecha. Tras sopesar nuestras fuerzas, calculando el tiempo total entre ida y vuelta (supondría 6 horas), hemos decididos regresar desde el cruce (la guardia civil de montaña en unos pequeños folletos que reparte con una serie de recomendaciones para excursionistas, insiste en que no hay que sobrevalorar tus fuerzas). Después de comer algo ligero, descansamos en la habitación disfrutando de la lluvia que vuelve a caer. Mañana regresamos, por lo que hemos decidido ir hasta el “Ibón de Villamorta”. Una excursión pequeña (30 minutos desde La Besurta). Enseguida llegamos y allí coincidimos con un grupo de excursionistas que cruzan un pequeño arroyo y siguen un camino que asciende. Les preguntamos hacia dónde conduce y nos informan de que lleva al “Portillón de Benás”, históricamente el paso de intercambio económico y cultural entre los valles de Benasque y el francés de Luchon. En una de las guías leí que en 1849 el pirineista M. Lezart, encontró en su cumbre un rosario junto con unos restos humanos que pertenecieron, al parecer, a una religiosa que huyendo de los revolucionarios franceses acabó sus días en ese lugar. Nos miramos y tomamos el camino en dirección al puerto, casi convencidos de que no llegaremos. ¡Pero lo hacemos!. Un camino difícil, unos paisajes extraordinarios. La niebla se confunde con las nubes. Una persistente llovizna nos ha acompañado todo el camino. Cuando llegamos a lo más alto (2.445 m)y cruzamos la brecha del portillón, entrada al valle de Luchon, sentimos una satisfacción, una alegría indescriptibles. No bajamos hasta el precioso lago del lado francés porque la niebla es aún más espesa y las nubes son cada vez más numerosas. Al iniciar el descenso llueve de veras y bajar, por lo que resbalan tanto las piedras como la hierba, se hace lento y bastante dificultoso. Es la excursión que más esfuerzo nos ha exigido pero también la que nos confirma algo que intuíamos desde hace tiempo: Nuestra pasión por la montaña.


Para terminar, quiero dar las gracias a MI SHERPA, sin el cual no hubiera sido posible completar estos recorridos.


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