viernes, 27 de febrero de 2015

El francotirador

El mundo se divide en dos categorías, Tuco: los que tienen el revólver cargado y los que cavan. Tú cavas.”
 

Parece que últimamente Clint está sufriendo una especie de regresión que le devuelve a la etapa en la que, a las órdenes de Sergio Leone, recorría a caballo el desierto de Tabernas con su maloliente poncho (dicen las malas lenguas que utilizaba el mismo en todas sus películas y apenas lo lavaba), aclamado y temido como el pistolero más rápido a este lado de Almería.

Después vino el inspector Callahan (más conocido como Harry el sucio) empuñando su potente Magnum 44, el arma corta más poderosa del mundo. En “Gran Torino” recurre al rifle M-1, calibre 30, semiautomático, supongo que por aquello de que a los ochenta laaargos puede disminuir la puntería ya sea por la vista o por un inoportuno temblor de manos asociado a la edad. Da igual, lo que importa es que haya un machote, guapo o bueno, disparando lo que sea contra el feo o el malo de turno.

De ahí pasó a las guerras: primero la II Guerra Mundial ('Cartas Desde Iwo Jima' y “Banderas de nuestros padres”) y ahora, con “El francotirador”, se adentra en la de Irak.

Sí señores, estamos ante un francotirador, sniper para los americanos, experto en azoteas y en disparar a grandes distancias, siempre sin ser visto, su enorme fusil con precisión milimétrica. Como mucho una o dos balas por blanco y te encuentras con más de 160 muescas en la culata que te convierten en la leyenda. ¡Bravo por el Navy SEAL Chris Kyle!
 

Supongo que el Critics Choice Awards como Mejor actor de Acción 2014 a Bradley Cooper se lo habrán dado únicamente a ciertas partes de su anatomía, en concreto a sus dedos (por esos primeros planos ajustando con precisión la mirilla o mostrándonos, con el temblor del índice, el terrible dilema que supone decidir, en tan solo un segundo, si habrá que disparar el gatillo o no) porque desde luego ni los ojos ni los músculos faciales, si es que los tiene (cuando pasas demasiado tiempo en el gimnasio, a medida que se hinchan todos los músculos del cuerpo, menos el viril como canta Sabina, vas perdiendo flexibilidad y ganando rigidez en el cuerpo pero, por lo que parece, también en el rostro), logran transmitir otra cosa que no sea lo mismo que transmiten los de una vaca cuando observa el traqueteo del tren mientras trisca una brizna de hierba.

Y aquí llegamos a uno de los grandes misterios de la humanidad tan irresoluble como el de la fórmula de la Coca-Cola, a saber ¿en qué se basan los miembros de la Academia de Hollywood para elegir a los candidatos al Oscar al Mejor Actor cuando no interpretan a un enfermo terminal o a un discapacitado?

La crítica americana rendida a los pies de Clint: "Eastwood (...) detona el explosivo y la tristeza como sólo él sabe hacerlo. Es por eso que su película se lleva un pedazo de ti”, escribe el crítico de la Revista Rolling Stone. La crítica española, bastante menos entregada y más realista, no oculta su decepción con el resultado: "'El Francotirador' convierte en pura mecánica lo que debería haber sido cine vibrante: una oportunidad desaprovechada, un disparo en falso", escribe Noel Ceballos de la Revista Fotogramas.

Perdonen los admiradores de Clint Eastwood (entre los que, aunque no lo parezca, me encuentro merced a películas como “Mystic River”, “Million Dollar Baby” o “Sin perdón”) y los amantes del género bélico, pero considero esta película y su cansina letanía de la lealtad a la patria y a los hermanos de armas por encima de tu propia familia, como una burda americanada propagandística para justificar una intervención militar que nunca debió producirse.

El epílogo, que no podía ser de otro tratándose de Estados Unidos, lo firma el loco de turno, en este caso veterano de guerra también, que tirando de pistola se carga, en territorio amigo, al héroe nacional en un intento de arañar la porción de fama que su falta de pericia, o de valor, le impidió conseguir mientras estuvo desplegado en territorio enemigo.

¡Putas armas!



domingo, 15 de febrero de 2015

Red Army



Red Army es un documental ruso-americano que narra la historia del equipo de hockey sobre hielo “El ejército rojo”. El documental, de 76 minutos de duración, es el segundo dirigido por Gabe Polsky, guionista, productor y director norteamericano, nacido en 1979. Su anterior obra, The motel life, ganó dos premios en el Festival de Roma. Red Army se estrenó en Cannes, fuera de concurso, y ya ha recibido varios merecidos premios. Más conocido es su productor, Werner Herzog, un cineasta con una larguísima lista de documentales.
Red Army narra la historia del excepcional equipo soviético de hockey sobre hielo, que dominó las competiciones internacionales durante los años 80 y 90. A priori, leyendo su argumento, parecería dirigido exclusivamente a los aficionados a este deporte, entre los que no me encuentro. Fui a verlo porque había leído que abordaba el papel del deporte en la política de la Unión Soviética, su valor como símbolo de superioridad sobre la “decadencia” occidental,  y los cambios experimentados con la caída del régimen. Red Army aborda con maestría este tema y varios más.
La historia personal de los jugadores es narrada por ellos mismos. Estupendas imágenes de archivo nos van mostrando su sacrificio en durísimos entrenamientos y competiciones bajo una férrea disciplina militar, la supervisión cada vez más estrecha por parte del KGB…los jugadores se convierten en figuras del deporte mundial, cada vez más codiciadas por los poderosos equipos americanos. El protagonista principal, el capitán Slava Fetisov, cuenta con una mezcla de orgullo, nostalgia y cierta sorna lo acontecido durante tantos años, su paso de héroe a villano ante las autoridades, su lucha personal y sobre todo su amistad con los jugadores que configuraron uno de los mejores equipos de la historia del deporte. El montaje se permite momentos de humor y ternura, mantiene el suspense, y reserva un par de sorpresas para el final.
Aunque apenas conozco nada sobre este deporte, las imágenes del equipo Red Army en acción, con sus pases imposibles, su coreografía de ballet, su juego limpio y su mentalidad de victoria resultan emocionantes. Toda la película hace resonar algo en nuestro interior, una mezcla de nostalgia y asombro por los acontecimientos de aquellos años, en los que presenciamos el final de la Guerra Fría.

domingo, 1 de febrero de 2015

The Babadook

Nadie dice que la vida de una familia monoparental sea fácil, mucho menos si la ausencia del padre se debe a un terrible accidente de tráfico que acaba con su vida mientras trasladaba a su esposa al hospital para que ésta diera a luz. Celebrar en una misma fecha la muerte y la vida es algo para lo que nunca se está preparado.

El duelo necesita su tiempo.

Ingresas en el hospital sin conocimiento y cuando sales eres una mujer sola que arrastra el peso de haberse convertido, con una diferencia de tan solo unos minutos, en viuda y madre. El shock traumático y la depresión post parto unidos hacen casi imposible superar tan terrible trance.

A partir de ahí empieza a manifestarse la tensión y el malestar que te genera el pensar y desear una cosa y hacer otra, algo que se conoce como disonancia cognitiva. Lo normal es que cuando experimentamos incomodidad por la existencia de dos ideas incompatibles tratemos de eliminarla o de evitar situaciones que puedan aumentarla, bien variando nuestra conducta o alterando el ambiente en el que nos movemos.

"El sueño de la razón produce monstruos", podemos leer en el Capricho nº 43 (serie compuesta por 80 grabados realizados entre 1793 y 1796) de Goya. Tras un esfuerzo intelectual (plumas y papeles así parecen indicarlo) el hombre duerme vencido por el cansancio. Es entonces, envuelto por las sombras, cuando las criaturas de la noche (gatos, lechuzas, murciélagos), sus propios monstruos, le rodean y contemplan. ¿Suponen una amenaza o vienen a prestarle una ayuda que conscientemente no es capaz de pedir? La razón libera sus fantasmas durante el sueño a través del subconsciente.

"The Babadook" es un cuento que, entrelazando el mundo real e imaginario de los personajes, nos muestra los diferentes rostros de la razón o de su ausencia.

Una historia donde no es el monstruo que se esconde dentro del armario lo más terrorífico.

Si la actriz principal, Essie Davis, está impresionante con su doble faz de mujer dulce y siniestra (¡Jack Torrance ya tiene una partenaire a su altura!), no se queda atrás Noah Wiseman interpretando a ese hijo incontrolable, impredecible y violento, de una manera tan realista que nos dan ganas de estrangularlo, aunque suene mal, y nos impide darnos cuenta de que, en realidad, solo se trata de un pobre niño que se siente solo, perdido y nada querido.

Una película de bajo presupuesto, con actores desconocidos, que la mano de Jennifer Kent, una directora debutante, ha convertido en una grata e inquietante sorpresa para los amantes del género de terror.