martes, 29 de octubre de 2013

Diario de una lectura inconclusa: “La montaña mágica” (II)



¿Tendrá Hans algo de razón cuando sostiene que lo más triste del mundo es ser estúpido y estar enfermo? A raíz de un desafortunado comentario, como la mayoría de los que suele hacer, sobre la señora Staehr, a la que acusa de “ignorancia supina” e insufriblemente quejicosa,  afirma que “un hombre idiota debe ser ordinario y estar sano y que la enfermedad hace al hombre refinado, inteligente y especial”, lo que le lleva a mantener una agria discusión con Septembrini que niega a la enfermedad cualquier estatuto de inspiradora, creativa,  noble o digna de respeto.

Aún estando de acuerdo con el caballero italiano, la lista de grandes escritores que padecieron o murieron de tuberculosis te deja sorprendida. ¿Podemos estar seguros de que la existencia de Gregorio Samsa (“Cuando se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto. Estaba tumbado sobre su espalda dura, y en forma de caparazón y, al levantar un poco la cabeza veía un vientre abombado, parduzco, dividido por partes duras en forma de arco, sobre cuya protuberancia apenas podía mantenerse el cobertor, a punto ya de resbalar al suelo”), Mr Hyde  (era pequeño, pálido, producía impresión de deformidad, sin ser efectivamente contrahecho tenía una sonrisa desagradable, se había dirigido al abogado con esa combinación criminal de timidez y osadía, y hablaba con una voz ronca, baja y como entrecortada”) o Roderick Usher (La palidez espectral de la piel, el brillo milagroso de los ojos, por sobre todas las cosas me sobresaltaron y aun me aterraron. El sedoso cabello, además, había crecido al descuido y, como en su desordenada textura de telaraña flotaba más que caía alrededor del rostro, me era imposible, aun haciendo un esfuerzo, relacionar su enmarañada apariencia con idea alguna de simple humanidad) no nacieron fruto de los delirios febriles de Kafka, Poe o Stevenson cuando eran acuciados por su enfermedad?

¿Qué otra cosa, sino los síntomas de la tuberculosis que padecía, podrían haberle inspirado a Becquer la Rima LXI?:

Al ver mis horas de fiebre
e insomnio lentas pasar,
a la orilla de mi lecho,
¿quién se sentará?

Cuando la trémula mano
tienda, próximo a expirar,
buscando una mano amiga,
¿quién la estrechará?

Cuando la muerte vidríe
de mis ojos el cristal,
mis párpados aún abiertos,
¿quién los cerrará?

Cuando la campana suene
(si suena, en mi funeral),
una oración al oírla,
¿quién murmurará?

Cuando mis pálidos restos
oprima la tierra ya,
sobre la olvidada fosa,

¿quién vendrá a llorar?

¿Quién, en fin, al otro día
cuando el sol vuelva a brillar,
de que pasé por el mundo,
¿quién se acordará?

Menos mal que otros, como D.H. Lawrence, volcaron su calentura en personajes como el guardabosques y Lady Chatterley, llevándolos a explorar aspectos más agradables de la existencia humana: “Fue una noche de pasión sensual, en la que ella se sintió un poco asustada y casi renuente, traspasada de nuevo por los penetrantes estremecimientos de la sensualidad distintos y más agudos y terribles que los de la ternura, y en ese instante, más deseables. Aunque un poco asustada, le dejó hacer, la desnudó hasta lo más profundo haciendo de ella una mujer distinta. No era amor, verdaderamente. No era voluptuosidad. Era una sensualidad aguda, y abrasadora como el fuego, que hacía arder el alma como una tea". 

Aunque seguro que más de uno pensará que quien más grave estaba, quien más alucinó con su enfermedad fue Rousseau cuando escribió: “Poblad con igualdad el territorio, estableced idénticos derechos, llevad por todas partes la abundancia y la vida y el Estado llegará a ser el más fuerte a la vez que estará lo mejor gobernado posible”.

El apartado “digresión sobre el tiempo”, que te exige una lectura atenta, me parece deprimente por su insistencia en el hastío, la monotonía y el vacio. ¡Mala lectura para nostálgicos!

Menos mal que en “Hippe” la experiencia homosexual de Hans, por mucho que éste se niegue a definir ni clasificar su atracción porque así cree preservarla del resto del mundo, nos ayuda a dejar los grandes conflictos morales y existenciales por otros más terrenales y menos convulsos.

Hans, Hans…  ¡que difícil se hace apreciarte!

lunes, 28 de octubre de 2013

Gravity

Juan, nuevamente disentimos.

Acabo de ver la película del año, si la de la tía esa que flota, y os voy a decir mi opinión sobre la misma: “                                  “. ¿Qué pasa, no me habéis oído? ¡Ah, como el sonido no se propaga por el espacio….! (puedo admitir que, como afirma Juan, uno de los aspectos más impresionantes de la película sea el silencio, pero reniego de la irritante banda sonora con la que el tal Steven Price nos castiga intentando, a mi juicio sin conseguirlo, dotar a la historia de una emoción de la que carece).

Si no puede encuadrase en el género de la ciencia ficción, porque la tecnología que aparece es prácticamente la actual, y como drama existencial cojea más que un pirata con pata de palo, ¿qué nos queda? Pues una demostración empírica de que el pasteleo y la memez son los mismos en gravedad cero que en gravedad normal.

Debería haber hecho caso a la lucecita roja que se me encendió frente a los actores (Sandra Bullock se salva en “Crash” y en “The Blind Side” y en cuanto a George Clooney solo merece mi respeto, como director no como actor, por los “Los idus de marzo) y el director cuya filmografía, no apta para diabéticos, no me entusiasma precisamente. 

Reconozco a la película su excelente labor como simulador de vuelo espacial, pues permitió que mi acompañante experimentara (deseo alimentado desde su más tierna infancia) lo que suponía ser astronauta: ¡una mierda!

Terminé de los nervios con tanto cable, trozos de satélites, objetos que iban y venían a sus anchas. Como me aburría, me pase todo el rato subiendo y bajando las gafas (¡1,20 euros!) para comprobar si realmente se veía diferente con ellas o no.

Lo de que la doctora Ryan Stone, esa brillante ingeniera en su primera misión espacial, decide que no quiere vivir y entonces tiene una epifanía con el careto del Clooney que le revela el misterio de la vida, y de paso el de la técnica para que consiga arrancar el chisme de una vez, me pareció lo más. Si al menos le hubiera llevado un Nespresso habría entendido que la otra se pusiera las pilas, gracias al chute de cafeína extra, y metiera caña a la dichosa nave.

Sin dudarlo, prefiero “Elysium”, “Oblivion” e incluso la última de Riddick aunque sea la peor de las tres (menos mal que me libré de “After Earth”).

Aviso, lo único que pienso volver a ver en 3D es el próximo desnudo de Fassbender. ¡Esa si que será una vista impresionante y no la de la Tierra!

viernes, 25 de octubre de 2013

Mutilar el alma colectiva

Folleto informativo sobre el nuevo sistema público de salud en 1948
Con el documental «El espíritu del 45», el director británico Ken Loach, ha realizado una gran película que -al menos en mi caso-, conmueve y transmite emoción, inquietud y nostalgia a partes iguales. A través de una serie de imágenes de la época y de diversas entrevistas actuales con viejos ferroviarios, mineros, enfermeras, médicos y algún sociólogo y analista político, da cuenta del extraordinario ambiente en el que se originaron las principales estructuras del sistema de protección social creado en el Reino Unido tras la II Guerra Mundial… y de cómo la irrupción de las políticas neoliberales supuso, años más tarde, el inicio de su desmantelamiento.

En 1989 tuve la suerte y el privilegio de conocer al Dr. Julián Tudor Hart, en el transcurso de un viaje a la Universidad de Swansea, en Gales, para conocer el funcionamiento del NHS, que ya entonces comenzaba su declive. Le visitamos en su casa de Glyncorrwg, donde todavía ejercía su brillante actividad como GP y nos recibió con enorme amabilidad. Resulta emocionante contemplar en la película cómo, a los 86 años de edad, aún mantiene su entusiasmo y los mismos ideales de justicia social que siempre inspiraron el desarrollo de su carrera y su labor profesional… 

En nuestro caso, el documental trasciende además el marco y el contexto histórico en que se desarrolla, para convertirse en precisa y oportuna denuncia, aviso y llamada de atención para toda suerte de navegantes distraídos (y casi me atrevería a decir de obligada visión para los trabajadores de la sanidad de este país).

Transcribo algunos fragmentos de las críticas cinematográficas publicadas:

“La historia se repite en estos tiempos de crisis encubridora del fraude económico perpetrado por ciertos políticos y banqueros. De ahí que vuelva a lucharse por la preservación de elementos básicos como la sanidad y el transporte públicos.”
Lluis Bonet Mojica (La Vanguardia, 13-9-2013)

“Observando la realidad española, donde la denigración de lo público (vía neoliberalismo de señoritos católicos) forma parte de nuestro menú diario, el nuevo documental de Ken Loach se hace muy necesario.”
“Un documental sobre la comunidad, lo público y cómo destruirlo en pocos años.”
Eduardo Costa (Cinemanía)

“…para nosotros, El espíritu del 45 no es un bienintencionado artefacto diseñado para despertar conciencias a través de la memoria, sino una suerte de mensaje caído del cielo (o de otra realidad espacio-temporal) que disecciona nuestro presente como una redundancia del thatcherismo.” (…)

“La enseñanza pública de nuestro país debería programar excursiones masivas a las salas donde se proyecta esta película: el trabajo de Loach permite entender, con claridad meridiana, lo que gana una sociedad con la extensión de sus servicios públicos -la educación, la sanidad, el transporte…- y cómo acaba mutilando el alma colectiva la voracidad privatizadora que ahora mismo nos está convirtiendo en repetición de la jugada de quienes sufrieron los mejores años de Margaret Thatcher…”
Jordi Costa (El País, 13-9-2013)

Sorprende –hasta cierto punto- como señala Joaquín Estefanía en una columna a propósito de la película, que ahora se hayan olvidado algunas de las medidas sociales más importantes que la sociedad europea hubo de poner en marcha en la posguerra, y cuya finalidad principal era evitar el paro y el sufrimiento provocado por la miseria, la pobreza y la enfermedad. En realidad, hoy “lo que está en juego es el modelo social europeo, la mejor utopía factible de la humanidad”  y estamos asistiendo al “triunfo de la ideología de la revolución conservadora sobre la razón.”

No sabemos muy bien cómo será el futuro del NHS, pero podemos asistir en directo a su nacimiento a través de las voces de sus principales artífices y protagonistas en los magníficos documentos sonoros de los archivos de la BBC.

En relación con el NHS y a propósito del progresivo desguace y privatización de que -con la excusa de la crisis-, vienen siendo objeto numerosos servicios públicos y sistemas de protección social, escribía muy duramente el periodista y escritor Jorge M. Reverte (Modelos. EL PAÍS 19-9-2013):

“Hace poco más de un año los telespectadores de todo el mundo asistimos con asombro a una demostración espectacular: la inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres. Toda la ceremonia giró en torno a una institución, The National Health Service. Los ingleses se mostraban orgullosos de aquel montaje que fue ejemplo para el mundo. Fue una de las más desvergonzadas exhibiciones que se ha podido ver por televisión. Porque todo el mundo sabía que semejante cosa, el NHS, está destrozado de forma concienzuda. Margaret Thatcher y todos sus sucesores, Tony Blair incluido, se han aplicado en serio hasta conseguir que el sistema sanitario británico esté un puntito por encima del tanzano.

Pero se les ha quedado en la memoria de tal manera que siguen reivindicando el montaje como si el NHS funcionara aún con toda su alegría socialdemócrata. Aquí no nos funciona ni la memoria. Durante unos años, desde 1982, en España se construyó un sistema de educación y de salud que no tenía mucho que envidiar a los mejores de Europa en calidad, tecnología y profesionalidad de los funcionarios que lo hacían andar todos los días. Ese sistema se está desarbolando con la misma eficacia salvaje que se aplicó en Gran Bretaña. Todavía no estamos en esos niveles de miseria que se respira, por ejemplo, en las salas comunes de los hospitales de Manchester. Pasa lo mismo en otros terrenos: los trenes, que fueron también un orgullo de esa nación, se van rompiendo por todas las esquinas. Los españoles todavía andan y son, además, puntuales.

Londres nos envía brillos cegadores desde la City, donde una cuadrilla de ladrones vestidos con elegancia manipulan los tipos de interés mientras se toman unas pintas en pubs como el Black Friars. Hacia ahí vamos, conducidos por Rajoy. En pocos años, podremos presentarnos de nuevo al COI. Orgullosos de nuestra chatarra.”

Mientras tanto, si tienen oportunidad, (al parecer solo circulan ocho copias en toda España, lo que la convierte en algo casi clandestino), procuren no perderse esta hermosa película, un puente entre la nostalgia militante y el presente.


miércoles, 23 de octubre de 2013

Diario de una lectura inconclusa: “La montaña mágica”


Por tercera vez me enfrento al reto que supone leer “La montaña mágica”. Las dos anteriores fracasé incapaz de pasar de los primeros capítulos, presa, lo confieso, de un aburrimiento mortal que me impedía seguir adelante y me obligaba a preguntarme, una y otra vez, qué es lo que hacía a este libro tan especial, por qué tantos autores, a los que admiro, se referían a él como una obra maestra de la literatura (uno de los que me viene ahora a la cabeza es Terenci Moix en sus memorias “El peso de la paja”, aunque no recuerdo exactamente en cual de los tres volúmenes, que componen las mismas, la cita).

Como no era capaz de escapar de ese sanatorio, empecé a pensar que quizá carecía de la formación necesaria para entender la novela, aunque, siendo sincera, creo que se trataba más de fastidio por no encontrar en esas primeras páginas algo que atrapara mi atención y me desvelara el secreto de tan aclamada obra.

Si lo piensas bien es fácil suponer que si Thomas Mann tardó más de diez años en completar este texto tampoco podía estar al alcance de cualquier lector si éste no estaba dispuesto a arremangarse, bregar contra las dificultades y no dejarse arrastrar por las primeras impresiones.

Por eso he decidido que vamos a reencontrarnos, el libro y yo, en la calidez e intimidad de mi rincón de lectura, para emprender juntos el camino del mutuo entendimiento. Vamos a iniciarlo sin influencias externas, sin prefacios  aclaradores ni eruditos empeñados en ejercer una labor de interpretación que nadie les ha pedido.

No quiero que me expliquen lo que esta obra representa, lo que debo sentir al leerla ni que me desvelen su simbología si es que la tiene. Como aficionada al senderismo de montaña conozco bien el esfuerzo que supone llegar a lo alto, pero también sé del placer que ello comporta.

Si el destino quiere que descifre donde reside la magia de esta montaña, lo haré; en caso contrario, volverá al fondo de la estantería para seguir almacenando ese polvo, chivato y delator, que le recordará al mundo, y sobre todo a mí misma, que la novela me venció.

En el último tramo del viaje desde Hamburgo hasta Davos, subida en el traqueteante, renqueante y ruidoso tren alpino, acompaño al protagonista,  Hans Castorp, hasta el Sanatorio Internacional Berghof, situado en una montaña a más de 1.600 metros de altitud (este dato, puesto que desde hace varios años paso mis veranos en el Pirineo oscense, alojada en el Hospital de Benasque, a 1.750 metros de altura, no me impresiona pero me ayuda a empatizar con Hans y su estado de ánimo ante un paisaje tan espectacular y ajeno, donde tan fácil resulta perder la noción del tiempo).

El primer capítulo me resulta anodino. Paso por él, nuevamente, sin que nada despierte mi curiosidad salvo el uso de alguna palabra poco usual que puede deberse tanto al escritor como al traductor.

El segundo es otra historia. Recurriendo a la analepsis (me encanta emplear este término en vez del anglicismo flashback) el escritor nos traslada a la infancia de Hans, y ahí sus reflexiones sobre el fin de la vida me impactaron: no recuerdo haber leído una descripción de la muerte tan real, tan fría, sin resquicios por los que puedan colarse falsos sentimentalismos o ataques tardíos de fe redentora que hagan de ese momento algo medianamente llevadero. ¡Realmente impresiona!

“(…) murió tras largos tormentos y luchas, pues (…) era de una naturaleza difícil de abatir y profundamente arraigada en la vida”. Estas palabras me hicieron recordar a alguien a quien, pese a no ser de mi familia, apreciaba y cuya muerte sentí. Reproduzco lo que escribí en su memoria:
 In memoriam

Ha muerto Santiago con 84 años, muy peleados, a las costillas. Lo ha hecho en silencio y soledad.

Apenas un año ha sobrevivido a su mujer, casi como si se hubieran puesto de acuerdo para no demorar su reencuentro donde quiera que vaya uno cuando se va.

Lo conocí ya mayor pero seguía siendo un “polvorilla”. Bien dicen que “el que tuvo retuvo” y los años no le restaron ni un ápice de la sorna manchega ni de ese genio del demonio que lo caracterizaba. Con la misma facilidad con la que se tomaba un carajillo en “La Sociedad”, era capaz de estar todo el día trabajando y al regresar al pueblo aún le quedaba ímpetu suficiente para quedar mal con toda la familia (bastante numerosa por cierto) si hacía falta.

Famoso por sus prontos y su incapacidad para pedir disculpas a mí siempre me hizo gracia. Creo que nos respetábamos porque ambos adivinábamos en el otro la misma guasa y parecido carácter.

A la muerte le ha costado llevárselo porque su resistencia ha sido salvaje, casi brutal, hasta el final, como correspondía a un hijo de su tiempo.

Sentí su muerte y mucho, pero también alivio cuando dejó de luchar.

¡Descansa en paz!

En su honor, unos versos de Machado que parecían escritos para él:

Al fin, una pulmonía
mató a don Guido, y están
las campanas todo el día
doblando por él: ¡din-dan!


Murió don Guido, un señor
de mozo muy jaranero,
muy galán y algo torero;
de viejo, gran rezador.


Gran pagano,
se hizo hermano
de una santa cofradía;
el Jueves Santo salía,
llevando un cirio en la mano
¡aquel trueno!—,
vestido de nazareno.


Hoy nos dice la campana
que han de llevarse mañana
al buen don Guido, muy serio,
camino del cementerio.


Buen don Guido, ya eres ido
y para siempre jamás...
Alguien dirá: ¿Qué dejaste?
Yo pregunto: ¿Qué llevaste
al mundo donde hoy estás?


Buen don Guido y equipaje,
¡buen viaje!...
El acá
y el allá,
caballero,
se ve en tu rostro marchito,
lo infinito:
cero, cero.


¡Oh las enjutas mejillas,
amarillas,
y los párpados de cera,
y la fina calavera
en la almohada del lecho! 


Día 2:
El capítulo tres sirve para que el autor, a través de los ojos burgueses, faltones y llenos de prejuicios de Hans, nos vaya presentando a la variada fauna que habita el sanatorio. En esa primera toma de contacto ninguno de ellos logra un veredicto agradable. A quien no califica directamente de bajo, sucio o feo, tilda de inculto, ignorante o grosero, sin ser consciente de que, al hacerlo, nos está ofreciendo su propio retrato: el de un joven endeble, falto de carácter y voluntad, aficionado a los placeres de la vida, acostumbrado a una existencia cómoda, petulante, egoísta y bastante vanidoso ¡No se hace simpático la verdad!

Al acabar este capítulo me he dado cuenta de por qué siento rechazo hacia este libro: no me gusta como está escrito. No es el contenido es la forma. He leído que los nazis despreciaban “La montaña mágica” porque consideraban que elogiaba la decadencia  y que se burlaba del heroísmo militar que ellos propagaban. Aún es pronto para saber si eso es cierto o no, pero, ahora mismo, si  tuviera que elegir una palabra para definir el estilo literario de Thomas Mann sería marcial. Su forma de narrar, que parece discurrir al ritmo de una marcha militar, es pulcra, distante y estricta: estos son los personajes, estos los hechos, esta la historia. 

Veremos como continua....

Wakolda: el médico alemán

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Lucía Puenzo es una directora y guionista argentina, conocida por sus películas “XXY” y “El niño pez”. Su novela “Wakolda”, publicada en 2010, recrea la presencia en Argentina de nazis huídos de Alemania tras la II Guerra Mundial. En 2013 ella misma la lleva al cine, con la película “El médico alemán”. La historia se centra en la vida de la comunidad alemana en argentina, compuesta en parte por nazis, que fueron acogidos por el Gobierno de Perón. La historia está muy bien narrada en las novelas de Philip Kerr, que hemos comentado en este foro en alguna ocasión. 


La película se centra en una figura histórica concreta, el criminal doctor Josef Menguele. Su interés en la genética y la eugenesia, y la libertad que le ofrecía la degeneración moral nazi, le llevó a aplicar todo tipo de salvajes experimentos sobre los infortunados prisioneros de Auschwitz. Al finalizar la guerra fue capturado brevemente, pero consiguió ocultar su identidad real. Gracias a la organización Odessa, consiguió huir a Argentina en 1949. Al sentirse a salvo recuperó su nombre real y prosperó como empresario en los 50. Sin embargo, el famoso cazador de nazis, Simon Wiesenthal, consiguió dar con él. Menguele consiguió huir de nuevo, en esta ocasión a Paraguay. Más adelante tuvo que trasladarse a Brasil. Fue viviendo cada vez peor, pero logrando siempre escapar del cerco. Al parecer, murió ahogado en una playa en 1979. Es curioso que justo un año antes se estrenara la película "Los niños del Brasil", en la que se narraba una trama nazi organizada por Menguele.

http://www.filmaffinity.com/es/film210289.html


Sus restos fueron exhumados después y finalmente en 1992 se certificó su identidad. Aunque sus andaduras por Latinoamérica no se conocen con detalle, se sospecha que continuó de alguna manera con algunos terribles experimentos, especialmente con niños gemelos. Lógicamente, debieron ser mucho más discretos que en Alemania. Pero precisamente la fuerza de esta película reside en lo que insinúa, más que en lo que narra. La historia resulta verosímil gracias a una magnífica producción, una colaboración entre Argentina, España, Francia y Noruega. La recreación de la época es muy creíble, mientras que los preciosos paisajes de la Patagonia contrastan con los siniestros temas abordados. El guión resulta sutil e interesante. Pero lo mejor son las interpretaciones: el extraordinario Diego Peretti, que ha demostrado que domina los registros cómicos o serios a la perfección; Alex Brendemühl, muy creíble en su papel de Menguele, siniestro y refinado, y Natalia Oreiro; y la adolescente Florencia Bado, que borda su papel.





Una película a tener en cuenta, en si misma, y por la trágica historia que evoca.





           

lunes, 14 de octubre de 2013

STOKER

La familia Stoker se enfrenta al fallecimiento del cabeza de familia en un accidente de coche: la esposa, una muy creíble Nicole Kidman, desde la inestabilidad y no sin cierto fastidio; la hija, India (otra muestra más de que a Mia Wasikowska ni su impronunciable nombre ni su rostro poco convencional le impiden demostrar, en cada aparición, que es una fantástica actriz), desde el desconcierto.

En el cartel promocional de la película hablan del “fin de la inocencia”, pero yo la definiría más bien como el principio de una revelación. 

Con la muerte de su padre India se siente perdida. Vagabundea, sola y rara,  por la casa, el jardín, por sus pensamientos. Durante esos momentos el director, Park Chan-Wook, nos ofrece unas imágenes de una belleza inquietante y conmovedora, de hecho creo que esta película merece la pena verse solo por las citadas imágenes, por intentar entender su simbología. No solo son importantes las personas, los objetos lo son tanto o más y cuentan la historia de India casi sin necesidad de palabras.

La aparición de su tío Charlie, hermano del difunto, intriga a la joven porque, extrañamente, empieza a sentirse identificada con él. Le deja acercarse pero sin bajar la guardia; atracción y repulsa, a partes iguales, a medida que éste va dejando ver su auténtica cara.

Charlie Stoker, perfecta encarnación del mal bajo un rostro y ademanes elegantes y seductores, intenta despertar el interés sexual de India tanto como su admiración, pero ésta, alumna aventajada, pronto elige su propio camino, libre, asumiendo lo que es y sin necesidad de protectores ni maestros.

La historia tiene violencia, alguna que otra escena desagradable y sexo, pero todo presentado de una manera tan fascinante, visual y bella, que no te perturba en exceso.

Es un poema macabro no apto para todo el mundo.



domingo, 13 de octubre de 2013

Gravity: la guinda de una buena cosecha de ciencia ficción.


Sandraa Pekadora, agarrate bienn que te vas a hacer pupitarr....
 
ATENCIÓN: Intentamos revelar lo menos posible de la trama, pero inevitablemente se deduce en parte de estos comentarios.
Este año está resultando muy bueno para los amantes del cine de ciencia ficción. Hace poco pudimos ver “Elysium”, una interesante y entretenida película de Neill Blomkamp. No tan original como su debut con la impactante District 9, pero muy recomendable. Algo más floja, pero también entretenida, resultó Oblivion, afectada por el excesivo protagonismo de Tom Cruise. También Will Smith buscaba lucirse junto a su hijo en la curiosa y estrambótica After Earth. Y además, recientemente hemos podido disfrutar de la tercera entrega de Riddick. Esta última película resulta también recomendable para los amantes del género, aunque se sostiene demasiado en un Vin Diesel parodiándose a si mismo. De la trilogía, la excelente Pitch Black sigue siendo la mejor. Y todavía no he visto la prometedora Europa Report…
Este género ha estado en decadencia muchos años, con muy pocas producciones, así que es una buena noticia esta racha tan estupenda.
Pues bien, este otoño vamos a disfrutar aun más del género más amado por los frikis. Esta semana ha llegado por fin la esperada y aclamada Gravity, y no decepciona. Un buen augurio era el director, el mexicano Alfonso Cuarón, que ya había demostrado su maestría en el género de la ciencia ficción con la estupenda Hijos de los hombres (2006). Cuarón ha tardado en volver a dirigir, pero ha merecido la pena esperar.

 

 
Gravity es más una película de aventuras que de ciencia ficción, ya que la tecnología que aparece es la existente actualmente, salvo alguna pequeña licencia. La Estación Espacial Internacional, los transbordadores americanos y la nave rusa Soyuz nos resultan familiares. Y no digamos el telescopio Hubble. No hay friki que se precie que no tenga al menos una maqueta de esas naves en su casa. Además, la misión reflejada por la película no puede resultar más realista: reparar el vetusto telescopio Hubble para darle algo de vidilla. No se trata de salvar el mundo de asteroides asesinos con inverosímiles equipos de mineros, ni de defenderse de alienígenas macarras...
La misión de reparación resulta muy emocionante; la tensión y dificultad de trabajar en el espacio están maravillosamente reflejadas. A partir de ahí ya sabemos que va a pasar algo gordo y que se va a liar parda, pero los detalles los dejamos para la sala del cine. El mérito de la aventura es que trata de respetar la ciencia, y casi siempre lo logra. En este artículo se revisan aciertos y errores del film, pero cuidado que se revela parte de la trama.
El silencio del espacio es el aspecto más impresionante, y juega un papel fundamental, junto con la excelente banda sonora de Steven Price. La elección de Sandra Bullock y George Clooney como protagonistas es discutible a mi entender. Por un lado, hacen un excelente trabajo, y atraerán a muchos espectadores a una película sobre el espacio que seguramente no habrían visto. Pero su condición de superestrellas resta algo de verosimilitud a los personajes que interpretan. En todo caso, están estupendos ambos, con escafandra o sin ella. Además de ellos, la gran protagonista es la propia Tierra. Las vistas que nos ofrece la película resultan grandiosas; las más impresionantes que hayamos visto jamás en cine.
Como en toda película de aventuras, con muy pocos protagonistas, el director tiene que introducir algunos aspectos biográficos y humanos. Aunque algo tópicos, también resultan muy eficaces. Toda la película nos remite a un antecedente claro: Apolo XIII, que ya nos dejó pegados en la butaca en su momento.
Esta película ha obtenido un éxito de crítica muy importante. Muy pocas obras pueden presumir de un increíble 97% en rotten tomatoes.
Aunque en el título hablamos de la culminación del estupendo año de ciencia ficción, quizás el puesto esté reservado a la todavía no estrenada “El juego de Ender”. Ya podemos ir apuntando el 8 de noviembre para ir a ver la esperada adaptación de una de las novelas imprescindibles de ciencia ficción.
En definitiva, una película estupenda, una gozada para disfrutarla en 2D, 3D o en la dimensión oculta, es igual. Va a arrasar.

El mayordomo

Aunque en principio el nombre del director, Lee Daniels, no me decía nada, la presencia de Mariah Carey, sin maquillar, en una de las primeras escenas me hizo pensar que ya había visto alguna película de él, lo que se confirmó a medida que iban apareciendo el resto de los actores: esa película fue “Precious” (“Es una aventura por el lado más sórdido de la vida humana y a la vez una historia de superación y lucha increíble. Con una música fantástica y algunos secundarios de lujo que bordan sus papeles (¡madre mía Lenny Kravitz, con enfermeros así quien no querría ir al hospital!). Después de ver a Mo`nique, esa madre que se gana tu odio eterno desde el primer segundo que aparece en pantalla, entiendes perfectamente porque Penélope Cruz nunca ganará el Oscar como secundaria este año").

A través de la vida de Cecil Gaines (excelente y contenido Forest Whitaker), mayordomo de la Casa Blanca durante el mandado de 8 presidentes, asistimos a una revisión de la historia política y racial de Estados Unidos; el duro camino que los negros tuvieron que recorrer desde que Lincoln abolió la esclavitud hasta que consiguieron, verdaderamente, dejar de ser ciudadanos de segunda.

Algunos críticos tachan a la película de abigarrada, otros de algo edulcorada o de poco realista. Yo no podía dejar de pensar que cuando empieza a contarnos la vida del niño en la plantación de algodón, Estados Unidos vive el período conocido como “los felices años veinte” que se inició en 1922 y que, en teoría, benefició a toda la sociedad. Lo que se ve es como la vida de los negros y los blancos parece discurrir en mundos paralelos que nunca se encuentran, debido a las diferencias, tan brutales, de trato, oportunidades, justicia, ley y derechos.

Supongo que para los americanos no será una película cómoda porque, a diferencia de “Lincoln” de Spielberg, centrada en las alabanzas a un presidente que logró un hito histórico, en esta ocasión nos presenta a varios sucesores del anterior y las diferentes posturas y decisiones que adoptaron para intentar cerrar el capítulo que inició el primero, pero nunca arriesgando demasiado por si ello les suponía pérdida de votos o poder. Claro, unos salen mejor parados que otros, lo que no gustará a sus defensores y si a sus detractores.

Aparte de narrarnos el punto de vista histórico de este “negro domestico”, moldeado por las conversaciones y negociaciones a las que asistió sin ver ni oir, el director también se empeña en dejar claro que acabar con las situaciones de injusticia no es obra solo de aquellos que dan la cara situándose en primera línea, sino que también es fruto de la labor de cientos de personas anónimas, vulgares y corrientes, que consiguen cambiar las cosas con una callada y obstinada resistencia silenciosa. 

Algo que también pudimos ver en “Criadas y señoras”, de Tate Taylor (“Con el prendimiento de la llama que extendió la batalla por los derechos civiles de los negros en los años 60, como telón de fondo, cuenta, de manera divertida y muy emotiva, los mecanismos de defensa y lucha utilizados por estas mujeres que no pueden abandonar sus empleos pero que tampoco abandonan jamás su dignidad.

Viola Davis y Octavia Spencer representan de manera magistral las dos caras de una misma moneda: son la imagen de la resistencia. Una desde sus silencios acusadores que no dejan indiferentes a nadie y la otra con su incontinencia verbal que le supone numerosos golpes que no la derrotan sino que la reafirman en su actitud beligerante”).

Aunque no tanto como “Precious”, a mi la película me ha gustado y no me importa reconocer que también me ha emocionado.

miércoles, 2 de octubre de 2013



ALGUNAS PREGUNTAS SOBRE LA OPERACIÓN DEL REY (porque los frikis también queremos saber):

¿Era republicana la bacteria que le produjo la infección en la cadera? 

¿Fue derivado a una clínica privada para reducir las listas de espera en la Comunidad de Madrid? 

¿Trajeron de Estados Unidos al doctor Cabanela, de origen español, porque el inglés del monarca es como el de Ana Botella?

¿Ocupó la cama al lado de la ventana o la de cerca de la puerta? 

¿Comió el rancho de la Clínica Quirón? 

¿Pasó la noche la reina en el “cómodo” butacón de la habitación para vigilar que no se quitara la via? 

¿Utilizó el camisón del común de los pacientes o el suyo llevaba impresa la flor de lis?

¿Tuvo que pagar la medicación que se le administró durante su estancia en la clínica? ¡Ah no, que tonta! Se me olvidaba que el copago solo afecta a los clientes habituales, es decir a los pesados de los crónicos, que acuden al hospital asiduamente pero no están ingresados (cáncer, hepatitis crónica, artritis reumatoide, psoriasis, asma grave, diálisis…). 

¿Cobró por Incapacidad Laboral Transitoria (IT) el 50 % del sueldo los tres primeros días?