martes, 25 de julio de 2017

Colossal: el monstruo interior.


Monstruo buenorr, monstruo pekadorrr....


En 2007, el cántabro Nacho Vigalondo sorprendió al público con una interesante película de ciencia ficción, los Cronocrímenes. El mismo actuaba en esta película bastante audaz, ya que abordaba el tema de los viajes en el tiempo con más rigor del habitual en el género. A pesar de sus buenas críticas, a mí no me resultó entretenida.

Vigalondo ha continuado una carrera exitosa, aunque yo le había perdido la pista hasta que hace unos días volviendo de un viaje escuché una estupenda entrevista con él en Radio Nacional en la que presentaba con humor y excelente cultura friki su nueva película, Colossal.


Lo primero que llama la atención es que ha conseguido que la famosa actriz Anne Hathaway la protagonice, lo que mejora mucho las posibilidades de que la película alcance un merecido éxito. En la entrevista cuenta la curiosa historia de cómo la famosa actriz se interesó por la peli. La actuación de Hathaway es excelente, y parece que disfruta dando vida a Gloria, una mujer un tanto especial. El resto del elenco también actúa con gracia y acierto.


La película tiene siempre dos lecturas, una literal, de homenaje al género de monstruos asiáticos aficionados a pisotear coches y derribar rascacielos cutres (mejorando así el urbanismo desenfrenado), y otro metafórico, referido al monstruo interior. Los personajes evolucionan a lo largo del metraje, nadie es claramente quien parece ser, y todo va encajando hasta llegar a un final impactante. En el camino nos ha dejado momentos de humor, progresivamente más negro, otros inquietantes, y mucha diversión.


Una película meritoria y muy interesante, que logra a pesar de su moderado presupuesto, que sus escenas de acción bien resueltas, con buenos efectos especiales, no desentonen de las escenas principales en un pequeño pueblo americano. Una película muy recomendable, aunque si quieres ver a un monstruo de verdad gigantesco, cañero y salvaje, no te pierdas “Shin Godzilla”


domingo, 2 de julio de 2017

Desmontando a Wonder Woman

Que se atrevan a catalogar a Wonder Woman de “icono feminista”, amén de un rojo, doloroso y picante sarpullido, me produce, por lo insultante, tremenda indignación. Que alguien escriba “rompe con los moldes del género", cuando ese alguien es una mujer (Sheri Linden periodista en The Hollywood Reporter), me provoca un estupor que ni te cuento.

Que Janire Zurbano (Cinemanía), presa de un pueril entusiasmo por el supuesto mensaje feminista que, a su entender, encierra la película, asegure que "Una mujer puede protagonizar un blockbuster, dirigirlo y hasta conseguir algo mejor que El caballero oscuro. ¡Viva, viva y viva!", me deja boquiabierta. Si tenemos en cuenta que El caballero oscuro suele encabezar los rankings de las mejores películas sobre Batman, que la saga dirigida por Christopher Nolan se encuentran, por consenso unánime de crítica y público, entre las mejores de superhéroes que se han rodado, y que he visto la película de Patty Jenkins, no me queda otra que preguntar: ¿En serio Janire, mejor que El caballero oscuro

Y es que si quieren saber el verdadero tono cromático y nivel de glucosa en el que se mueve esta “novedosa” propuesta, basta con leer lo que Chris Hewitt, para alabar el trabajo de la protagonista femenina, publicó en la revista de cine inglesa Empire: “Lo de esta chica es, sencillamente, genial. Está excelente. Hasta su romance con Steve es algo encantador; tanto que logra mantenerte pegado a la pantalla". Encanto y romance son dos elementos que, como los aficionados saben, resultan imprescindibles en toda cinta de acción y seres con poderes sobrehumanos que se precie y, por tanto, lo único que precisa Jenkins para ratificar que su película no va, como le gusta decir, de “una mujer-superhéroe”, sino de “un superhéroe” en género neutro… ¡Acabáramos!

¿Con qué genero neutro, eh? Veamos. 

Primero la genealogía. William Moulton Marston, su “padre”, pionero defensor del poliamor (mantenía relaciones con dos mujeres a la vez y éstas las mantenían entre sí, pero nada de otros gallos en el corral poliamoroso), fue un feminista digamos “estratégico” ya que, como aficionado reconocido al bondage (práctica sexual en la que una persona domina y la otra, atada, se entrega), preconizaba que la mujer podía ser fuerte y poderosa como un varón, sí, pero que la única manera de alcanzar ese estadio superior era a través de la sumisión… Feminista no sé, pero listo fue un rato porque no solo logró convertir en realidad la fantasía sexual favorita del ¿99,9 %? del universo masculino, sino que elaboró toda una teoría sobre su conveniencia. 

Después la onomástica. Mientras ellos ostentan nombres que recuerdan al lema olímpico “Citius, altius, fortius”, es decir, "más rápido” (The Flash/ El destello), “más alto” (Superman), “más fuerte” (Hulk/ grande), a nuestra heroína se le reserva el nombre de Maravilla palabra que, según la RAE, se aplica a sucesos o cosas extraordinarias que por lo singular (únicas en su especie) invitan a su contemplación. Vamos que una mujer poderosa, algo tan raro como un perro verde, es algo digno de ser mirado y requetemirado. 

Seguimos con las relaciones sociales, porque hasta en el saludo (forma de mostrar cortesía y buena educación al resto de personas con las que tratamos) existen diferencias de género. Mientras que ellos se muestran secos y arrogantes, dando por sentado que todo el mundo mundial los conoce (como muestra baste el lacónico y roncoSoy Batman), la presentación de Wonder, “Soy Diana de Themyscira, hija de Hippolyta”, busca, claramente, afectividad y cercanía. 

Lenguaje. Si eres multimillonario, genio, arrogante, exhibicionista, guapo, simpático, rico, y además Iron Man, puedes permitirte el lujo de expresarte como se te venga en gana soltando perlas del tipo “He privatizado exitosamente la paz mundial”. Cuando eres Thor, un cacho dios rubio argardiano de más de dos metros, y no solo blandes tu poderosa “herramienta” de guerra (que posee fuerza, durabilidad y agilidad divinas) sino que le has puesto nombre, aunque sea un impronunciable Mjölnir, casi puedes apostar a que nadie se fijara en lo que dices cuando hablas, ni siquiera en si hablas. Y ¿cómo te expresas cuando eres la Mujer Maravilla? Pues con frasesss como ésssta: “No se trata de merecer, se trata de lo que usted cree. Y yo creo en el amor… solo el amor podrá verdaderamente, salvar el mundo”. 

Pero si hay algo que marca la diferencia entre hombres y mujeres en el mundo de los superhéroes es, sin duda, la vestimenta, porque a excepción de Hulk (que cuando se transforma revienta cualquier cosa que lleve puesta, pero da igual porque las balas le rebotan) díganme cuántos de ellos van con la ropa interior al aire (Superman no cuenta porque en las últimas entregas ya no lleva sus ridículos calzoncillos rojos). El culote original que vestía nuestra Wonder (salpicado de estrellas como la bandera americana), en esta ocasión ha sido sustituido por una mini faldita azul, igual de cómoda y útil para el combate, que, por supuesto, sigue dejando los muslacos al aire, algo que, no me pregunten por qué, me trae a la memoria la letra de una copla que se canta en las fiestas populares: “A la Mari Pepa, le ha pillado el toro, le ha metido el cuerno, por el chirimbolo”. Sí, lo sé, nada sexual ni machista. 

Lucha. El gesto más característico de Wonder, del que obtiene su máximo poder, consiste en cruzar las muñecas frente al rostro (posición defensiva en todas las artes marciales) juntando sus brazaletes de la sumisión, así se llaman, que todas las amazonas están obligadas a llevar. 

Por si fuera poco, Wonder, para conciliar su vida laboral y personal, se ve impelida a ceder la mitad del protagonismo a un hombre, Steve Trevor sufrido piloto, que sacrifica su vida en nombre del presente, dejándole a ella el futuro (“Puedo salvar el día de hoy, pero tú puedes salvar el mundo”). 

¿Quieren más? Las numerosas volteretas a cámara lenta atontan. El sssiseante doblaje de Gal Gadot es insssoportable (casi tanto como el hecho de que se pase la dos horas poniendo morritos y con los labios entreabiertos). La historia, una auténtica memez, es aburrida y carece de humor. Lo único destacable es Robin Wright dando vida a la general Antiope, tía de Wonder Woman. ¡Ella si resulta creíble! 

Por todo lo expuesto hasta ahora, aunque la protagonista de la película sea una mujer (por poderosa que sea) y esté dirigida por otra, empeñarse en asociar esta Wonder Woman con empoderamiento femenino supone una perversión total del término (adquisición de poder e independencia por parte de un grupo social desfavorecido para mejorar su situación) que yo, por mi parte, rechazo de plano. 

Ahora, como siempre, que cada cual decida.

Crítica publicada en CLM-24  y DCLM.