Cuando el psicópata asesino en cuestión tiene un encefalograma plano, meterse en su mente obtiene como resultado un aburriiiiimiento que te aturde y predispone a la siesta, sobre todo si asistes a la sesión de las cuatro de la tarde.
Sin negar que Matthew Fox ha hecho un esfuerzo físico evidente para variar su apariencia alejándola de la del beatifico Jack de “Lost”, dicho esfuerzo no se corresponde con su actuación que provoca risa más que miedito. Y es que ir de asesino cruel y pasado, al que le gusta el dooooolor, y que, cuando te roza en el hombro una bala de nada, exclames: “Uisss. Os vais a enterar de quién soy yo” pues claro te induce a pensar que el malo, más que malo, es calentito y bastante simplón.
No obstante aún es peor lo del detective psicólogo (que no sé yo como los del FBI le hacen una oferta laboral viendo como razona el tío): con solo un crimen ya cataloga al asesino, del que no sabe nada, de psicópata, establece su “modus operandi” y concluye que nooooo, no atacará a los policías porque le hayan impedido realizar su misión.
A partir de ahí, el psicólogo detective se convierte en un fuera de la ley que reparte estopa a diestro y siniestro y que usar su mente, lo que se dice usarla, pues la usa poco, es más parece que no tiene ni pizca de seso.
Esta película, un tostón aburrido sin lógica ni coherencia, ni siquiera sirve para hacerte reir porque al final te acaba molestando que traten como si fueras estúpido….
¡Si Giddeon (el mejor agente de la Unidad de Análisis de Conducta del FBI, dedicada a la elaboración de perfiles criminales) levantara la cabeza! Si eres fan, como es mi caso, de la magnífica serie “Mentes Criminales”, este bodrio te resultará insultante.
Pues nada, no voy a verla ni de coña.
ResponderEliminar¡Un abrazo!