Un trífido de mal vivir dispuesto a desayunarse una rubia, en el clásico de Johhn Wyndham
La década de los 50 y 60 fue prolífica en cine de ciencia ficción serie B. El descubrimiento reciente de los horrores de la radiacción nuclear, los avances en la carrera espacial y en biología, más la tensa situación política de la Guerra Fría, fueron un caldo de cultivo perfecto. De él, surgieron todo tipo de bichejos, lo mismo masas informes capaces de engullir lo que se pusiera de por medio, hormigas atómicas dispuestas a merendarse algo más que las miguitas sobrantes de un pícnic campestre, o lagartos prehistóricos no menos hambrientos y horripilantes. Otras veces, visitaban nuestro planeta seres de bastante mala calaña, generalmente verdes y con todo tipo de apéndices extraños y armas psicodélicas.
Por ello, sólo tenía una vaga idea sobre “the day of the triffids” (el día de los trífidos, película de 1962 basada en una novela de John Wyndham, publicada en 1951). Sabía que en ella aperecían una especie de plantas carnívoras con tres patas capaces de sembrar el pánico en una Inglaterra apenas repuesta de ls invasiones marcianas de finales del Sg XIX. Pues bien, recientemente he leído por primera vez la novela, y he decir que es eso, si, pero más, mucho, mucho más.
Se trata de una excelente historia, impresionante por su ágil estilo narrativo, magnífico uso del inglés, e interesante por su análisis agudo y crítico de nuestra sociedad. La historia aprovecha estupendamente el clima de paranoia de los 50 para describir un escenario apocalíptico en el que nuestros peores temores se han hecho realidad. Por un lado, la bioingeniería consigue unas plantas que producen un excelente aceite, aunque con el ligero inconveniente de que al menor descuido, recuperan dicho aceite con un añadido de carne humana que nunca viene mal (por cierto, idea bastante avanzada para su época, tratando sobre los riesgos de la posteriormente desarrollada ingeniería genética aplicada a la industria y a la alimentación). Por otra parte, se añade un fenómeno misterioso y relacionado con el espacio, que no vamos a detallar más. Ambos factores desembocan en la destrucción de nuestra civilización, una situación desesperada en la que sólo unos pocos privilegiados conseguirán sobrevivir. ¿Qué ocurrirá entonces? ¿Se mantendrán las convenciones sociales, al menos durante un tiempo, o sólo regirá la ley del más fuerte? ¿Ni siquiera se respetará la hora del té?.
El protagonista, Bill Masen, nos conduce en una especie de “road movie” por la ciudad de Londres, y por la bella campiña inglesa, huyendo de todo tipo de enemigos de diversos tamaños (virus, plantas, parroquianos cabreados…). Afortunadamente, una poco convencional joven le ayudará en su empeño. El autor nos deleita con generosas dósis de clásico humor inglés, sutil e inteligente, lo que hace que la historia sea más llevadera que otras obras apocalípticas como “La carretera”.
0http://en.wikipedia.org/wiki/The_Day_of_the_Triffids
El autor, con el más inglés imposible nombre de “John Wyndham Parkes Lucas Beynon Harris”, probó con varios trabajos en su vida (agricultura, leyes, publicidad, etc.), y comenzó a vender relatos cortos a finales de los años 20. Después de participar en la Segunda Guerra Mundial, la publicación de esta novela le supuso un enorme éxito, que le animó a seguir escribiendo varias novelas más (entre ellas, probablemente la más conocida sea “Las crisálidas”).
Al parecer, existe también una miniserie que no he visto, aunque no tiene demasiada buena pinta...
Y si quieres conocer más detalles sobre la novela, puedes leer esta entrada:
Buena entrada, Juan. Muy divertida... la verdad es que los bichejos de las películas de SF de los años 50-60's eran inquietantes. Ahora resultan un tanto ingenuos, pero en mis recuerdos infantiles aparecen como muy terroríficos y escalofriantes, (supongo que la imaginación haría lo suyo).
ResponderEliminarjajaja...gracias Rodrigo. Yo recuerdo el monstruo invisible de El Planeta Prohibido, y también me daban mucho miedo los monstruos de Espacio 1999...ahora los ves y de partes de risa...
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