Partí hacia el Norte en busca del otoño (todo aquel que conozca Toledo sabe que solo tiene tres estaciones: verano, invierno y la del tren) ¡y vaya si lo encontré! Han sido cinco días de lluvia intensa y engañosamente constante por unos paisajes de ensueño:
“Pintaron de gris el cielo
y el suelo
se fue adornando con hojas
se fue cubriendo de otoño”
se fue cubriendo de otoño”
Tras un viaje de siete horas arribamos a nuestro destino: A Penalba (Nogueira de Ramuín, Ourense), pueblecito situado entre las laderas de dos montañas; un balcón natural que te regala unas vistas impresionantes del río Miño.
En este paraíso natural se ubica “O Remanso Dos patos”. Hotel pequeño, cálido y acogedor donde cada detalle está cuidado con esmero. Una decoración coqueta que invita a la relajación y al descanso. Un trato atento y cercano, sin resultar invasivo. Una cocina repleta de deliciosos sabores tradicionales, sazonada con una pizca de modernidad. Un lugar para disfrutar.
Como hemos llegado a la hora de comer, y no podemos hacerlo en el hotel al no estar previsto, sin bajar las maletas nos acercamos a Os Peares. Elegimos un bar al lado de la carretera donde comprobamos que las moscas gallegas (las ventanas y la puerta están abiertas de par en par) son tan pesadas como las manchegas. Pese a todo la comida no es mala: nos dejan encima de la mesa una fuente gigante de lentejas con chorizo y oreja de cerdo y un jugoso bistec con patatas. Lo más impactante de este lugar, aparte del recorrido serpenteante del río, es el viaducto, una impresionante estructura aérea que permite circular por encima de nuestras cabezas enormes camiones a gran velocidad. ¡Pone los pelos de punta!
Después de un pequeño paseo por el pueblo, hay que desentumecer los músculos cansados y contraídos después de tantas horas de coche, tornamos al hotel para deshacer el equipaje y descansar. Una ducha calentita y a las nueve cena en el bonito comedor: foie de pato casero, carrillada de ternera y sorbete de arándanos. ¡Menuda delicia!
El segundo día amanece lloviendo. Tomamos nuestro primer desayuno en el hotel: yogurt, zumo, tostadas, croissants, mermelada y café que, debo insistir, me gusta muy caliente.
Ponemos rumbo hacia Santo Estevo de Ribas do Sil, monasterio benedictino, hoy parador nacional, situado en pleno centro de la Ribeira Sacra, lugar de confluencia de los ríos Miño y Sil.
Desde lo alto de la carretera contemplamos la impresionante fachada barroca del S. XVIII envuelta en lluvia y niebla, lo que confiere al lugar un halo onírico que lo hace parecer irreal.
Tierra de frailes y afiladores, disfrutamos de una exposición sobre estos últimos que cuenta con fotografías, dibujos, esculturas y las clásicas bicicletas que utilizaban las gentes que se dedicaban a este oficio. Igualmente recorremos “A pegada dun psiquiátrico” exposición que conmemora el 50 aniversario de la creación del Hospital Psiquiátrico “Dr. Cabaleiro Goás” de la localidad ourensana de Toén. Una serie escultórica sobre la locura, realizada por Florencio de Arboiro, fotografías de los internos, diversos objetos de éstos y otros utilizados en sus terapias, te van narrando la historia del nacimiento, evolución y decadencia de este centro. ¡Realmente curiosa!
Nos detenemos, pese a la lluvia y el fuerte viento que nos impide guarecernos bajo un paraguas, en uno de los miradores que te permiten contemplar los cañones del Sil rellenos de niebla. Desde “A mirada máxica”, segundo de los miradores que visitamos, divisamos a lo lejos, desde unas pasarelas de madera colgadas en el vacío, el catamarán que recorre el río y que no cogemos porque llueve tanto que no vamos a poder disfrutar de las vistas.
Parada de Sil localidad donde se ubica, entre bosques de castaños centenarios (recolectamos algunas castañas del suelo para probarlas), arrullado por el rumor del río y las hojas, el Monasterio Santa Cristina de Ribas de Sil, uno de los mejores exponentes del románico rural gallego.
Tiene su origen en el asentamiento de eremitas que se refugiaban en las orillas del río. Desde el siglo XII perteneció a la orden benedictina que construyó el primitivo monasterio y la iglesia. Este monasterio, el lugar donde se halla, es de una belleza apabullante. Entiendes porque aquellos ermitaños, que anhelaban recogimiento y una vida de oración, escogieron este lugar.
Un breve descanso, ahora no llueve, y ponemos rumbo hacia Castro Caldelas, centro histórico de la comarca de Tierra de Caldelas, donde se yergue, imponente, el castillo. Esta fortaleza, que data del siglo XIV, tanto por el entorno en el que está situada como por su magnifico estado de conservación, es algo que merece la pena ver.
Tras visitar el Santuario da Nosa Señora dos Remedios, nos acercamos, dentro de la misma localidad, a “O Forno” (Rúa Toural, 6), casa fundada en 1929, a comprar una bica mantecada, dulce típico de la Ribeira Sacra, elaborado con mantequilla, azucar, huevos, masa fermentada, harina, canela y limón. Como dice en su publicidad: “La sabia combinación de métodos artesanos ancestrales con ingredientes de la máxima calidad, permite recuperar y expresar en este dulce típico los aromas y sabores tradicionales”. Es un postre suave y esponjoso aunque, para mi gusto, excesivamente dulce.
A las afueras de Castro Caldelas se encuetra el Monasterio de Xan Xoán do Camba, fundado en el siglo X, uno de los más antiguos de Galicia. Leo, sorprendida, que fue un monasterio dúplice, es decir, que en el convivían hombres y mujeres, ¡qué modernos! Es una pena, pero no podemos visitarlo porque está cerrado. Como vuelve a llover, y pronto anochecerá, decidimos regresar al hotel. Estamos cansados pero hemos difrutado con los cinco sentidos.
Tercer día. Hoy empezaremos por Esgos donde se encuentra el Monasterio y eremitorio de San Pedro de Rocas, el más antiguo de Galicia, y uno de los más antiguos de Europa, cuyo origen se remonta a los inicios del cristianismo y de la vida monástica en Galicia. Data del año 573 y en 1923 fue declarado monumento histórico-artístico.
Todo el conjunto arquitectónico de San Pedro de Rocas consta de tres naves excavadas en el interior de una gigantesca roca del Monte Barbeirón.
Se cree que estas naves se ubicaron en el interior de la piedra aprovechando la existencia de cuevas de antiguos pobladores. Llama la atención su original campanario situado sobre una peña exterior. De valor incalculable son sus famosos sarcófagos, de forma antropoide, excavados en la misma roca que sirve de base a toda la estructura.
Recomiendo a todo el que viaje a esta zona que no deje de visitar este monasterio y el de Santa Cristina de Ribas de Sil. Son auténticas joyas tanto por su valor histórico-artístico como por los enclaves en los que se ubican.
Seguimos hacia Xunqueira de Espadanedo para ver el Monasterio de Santa María de Xunqueira. Recorremos su hermoso claustro románico. La iglesia, también románica, está abierta pero a oscuras, por lo que apenas podemos apreciarla.
En Montederramo nos aguarda el monasterio de Santa María de Montederramo un enorme edificio de estilo herreriano (muy parecido al Monasterio de El Escorial). Está cerrado y un cartel en la puerta te informa de que para visitarlo debes solicitar hora en el Ayuntamiento.
Si podemos entrar al claustro donde, para nuestra sorpresa, nos encontramos un coche aparcado dentro. Además una parte del techo está prácticamente en ruinas por lo que creo que debería estar cerrado.
Es una pena que esté tan deteriorado y en ese estado de abandono porque es realmente bonito.
Después de una parada para comer, volvemos a la carretera. A nosotros, que venimos de la Mancha y hemos vendimiado durante muchos años, nos llaman enormemente la atención los viñedos.
La Ribeira Sacra, dado que las vides están plantadas en las laderas de los valles y en los desfiladeros de los ríos Miño y Sil, es una de las zonas vinícolas más llamativas de España. ¡Sabiendo lo dura que es en tierra llana, no quiero ni pensar lo que tiene que ser la vendimia aquí!
Cruzamos a la provincia de Lugo para visitar Monforte de Lemos, núcleo de la comarca conocida como Tierra de Lemos, la población más grande de la zona, Me resulta francamente decepcionante. Es una localidad repleta de feos edificios de pisos, mucho cemento, aluminio y poca o nula preocupación por la estética.
Intentamos entrar al Colegio de Nuestra Señora de la Antigua (impresiona por su fachada), conocido como el Escorial Gallego, pero no podemos porque tiene que ser visita guiada y a unas horas establecidas.
Cruzamos el río Cabe, por el puente viejo, hacia el convento de las Clarisas que también está cerrado.
Subimos al parador, lloviendo nuevamente a mares, y preguntamos si se puede visitar. La avinagrada recepcionista nos indica que la cafetería está al fondo. Volvemos al hotel arrepentidos de habernos desplazado hasta aquí.
Impresionante el Puente del Milenio, inaugurado en el año 2001, un estructura curva que combina acero y hormigón. Cuenta con una pasarela peatonal que se eleva a 22 metros de altura, ofreciendo unas vistas excepcionales de la ciudad a todos aquellos que se atrevan a subir.
El río y sus orillas, limpias y muy cuidadas, junto con los puentes que lo atraviesan, son lo mejor de una ciudad poco atractiva en las afueras por la cantidad de feos bloques de pisos que denotan una ausencia total de preocupación por el paisaje.
En el casco histórico la Catedral de San Martiño, templo románico tardío con algunos elementos góticos, me parece desmesurada en las proporciones, parca en el adorno y fría en su conjunto. Más fortaleza o castillo que templo sagrado invita poco al recogimiento y la oración.
Bastante llamativa la Iglesia de Santa Eufemia, antigua iglesia de los jesuitas, de estilo barroco gallego, por su curiosa fachada cóncava.
“As Burgas”, muy célebres en la ciudad, es un conjunto de tres fuentes de aguas termales y mineromedicinales que manan a 67º.
La Praza Maior, con su forma irregular, resulta atractiva gracias a los balcones y galerías de las casas de los siglos XVIII y XIX.
Debo decir que de las ciudades gallegas que conozco Ourense no es la que más me ha gustado (A Coruña sigue encabezando la lista seguida de Santiago).
En este viaje he entendido el significado de la palabra “morriña”. Los bosques repletos de castaños, hayas y robles melojos, tan verdes, tan espesos, que invitan a creer en brujas, duendes y trasgos. ¡Son mágicos! La lluvia que te saluda por la mañana y te despide por la noche. La niebla que recorre los cauces de los ríos. La gente con su engañoso hablar dulce y cadencioso detrás del que se ocultan caracteres decididos y fuertes.
Una tierra que te atrapa y seduce con la melancolía que de ella emana. Un lugar al que querrás volver.
La banda sonora de este viaje solo podía ser “Negra sombra”, poema de Rosalía de Castro perteneciente a su obra “Follas novas”, en la nostálgica voz de Luz Casal acompañada por la flauta de Carlos Núñez.
Buen resumen de la ruta, Teresa. Hermosos parajes... Conozco la zona y he tenido la suerte de alojarme en el Parador de Santo Estevo y visitar el resto de monasterios. En el de Montederramo se rodó la película "Los girasoles ciegos" y una buena amiga, funcionaria de la Junta, es de ese pueblo.
ResponderEliminarSi, mi deseo de visitar Ourense se debió, en parte, a "Los girasoles ciegos" porque muchas de sus escenas fueron rodadas en el casco histórico.
ResponderEliminar¡Bonito viaje! Yo estuve por ahí el verano pasado. Buena crónica y buen papeo!!!
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