viernes, 1 de abril de 2011

Por los extremos…Para Teresa

Os

Cuando mis hermanos y yo éramos pequeños, recuerdo que mi padre, si sobrepasábamos el umbral de su paciencia, nos mandaba a tomar vientos azuzándonos cariñosamente con las manos a la vez que decía: ¡os, os, os!.

No he escuchado desde entonces esa expresión en boca de otra persona y los sentimientos que me provoca sólo los puedo revivir cuando recuerdo la escena.

Hace unos días intentando crear hábitos y rutinas a mi hijo de dos años y medio, me he descubierto animándole a que, después de hacer pipi, “tirara de la cadena”, cuando realmente lo que tenía que hacer era empujar hacia abajo el émbolo que activa el mecanismo de descarga de la cisterna.

He vuelto a tener sensaciones parecidas, las que provoca encontrarse de nuevo con palabras o expresiones de otro tiempo -¿el de mis padres?- y de otro contexto más o menos cercano, leyendo un libro de Rafael Azcona que compré en la última Feria del Libro Antiguo de Toledo. Se titula "Memorias de un señor bajito" y recoge una serie de textos publicados en "La Codorniz" a mediados de los años cincuentas en los que se narra, con la ironía azconiana, la peripecia vital de Juliano Fernández, hombre normal donde los haya.

Quiero compartir con vosotros en este primer escrito esas palabras, frases hechas,… que me han resultado sugestivas y evocadoras. Ahí van:

Pupitre, lapicero, dictado, andurrial, colmado, recado, hogaza.

Tesitura, dislate, valetudinario, bagatela, bicoca, pingüe, redaños.

Por fas o por nefás, sin oficio ni beneficio, para muestra un botón, dejar en el tintero, pobre de solemnidad, mano de santo, y no digo más por si acaso hay ropa tendida.

Y sin ánimo de ofender:

Zangolotino, mentecato, canijo, cursi, modorro, pejiguero, pelafustán, estulto, carcamal.

Disfrutemos de ellas mientras podamos, porque me temo que estas y otras palabras se perderán en el tiempo con nosotros como lágrimas en la lluvia, o si lo preferís, como un terrón de azúcar en un cortado.

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