Nadie dice que la vida de una familia monoparental sea fácil, mucho menos si la ausencia del padre se debe a un terrible accidente de tráfico que acaba con su vida mientras trasladaba a su esposa al hospital para que ésta diera a luz. Celebrar en una misma fecha la muerte y la vida es algo para lo que nunca se está preparado.
El duelo necesita su tiempo.
Ingresas en el hospital sin conocimiento y cuando sales eres una mujer sola que arrastra el peso de haberse convertido, con una diferencia de tan solo unos minutos, en viuda y madre. El shock traumático y la depresión post parto unidos hacen casi imposible superar tan terrible trance.
A partir de ahí empieza a manifestarse la tensión y el malestar que te genera el pensar y desear una cosa y hacer otra, algo que se conoce como disonancia cognitiva. Lo normal es que cuando experimentamos incomodidad por la existencia de dos ideas incompatibles tratemos de eliminarla o de evitar situaciones que puedan aumentarla, bien variando nuestra conducta o alterando el ambiente en el que nos movemos.
"El sueño de la razón produce monstruos", podemos leer en el Capricho nº 43 (serie compuesta por 80 grabados realizados entre 1793 y 1796) de Goya. Tras un esfuerzo intelectual (plumas y papeles así parecen indicarlo) el hombre duerme vencido por el cansancio. Es entonces, envuelto por las sombras, cuando las criaturas de la noche (gatos, lechuzas, murciélagos), sus propios monstruos, le rodean y contemplan. ¿Suponen una amenaza o vienen a prestarle una ayuda que conscientemente no es capaz de pedir? La razón libera sus fantasmas durante el sueño a través del subconsciente.
"The Babadook" es un cuento que, entrelazando el mundo real e imaginario de los personajes, nos muestra los diferentes rostros de la razón o de su ausencia.
Una historia donde no es el monstruo que se esconde dentro del armario lo más terrorífico.
Si la actriz principal, Essie Davis, está impresionante con su doble faz de mujer dulce y siniestra (¡Jack Torrance ya tiene una partenaire a su altura!), no se queda atrás Noah Wiseman interpretando a ese hijo incontrolable, impredecible y violento, de una manera tan realista que nos dan ganas de estrangularlo, aunque suene mal, y nos impide darnos cuenta de que, en realidad, solo se trata de un pobre niño que se siente solo, perdido y nada querido.
Una película de bajo presupuesto, con actores desconocidos, que la mano de Jennifer Kent, una directora debutante, ha convertido en una grata e inquietante sorpresa para los amantes del género de terror.
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