lunes, 11 de febrero de 2013

Mamá

Y el crujir triste, vago, escalofriante
de la seda de las cortinas rojas
llenábame de fantásticos terrores
jamás antes sentidos. Y ahora aquí, en pie,
acallando el latido de mi corazón,
vuelvo a repetir:
“Es un visitante a la puerta de mi cuarto
queriendo entrar. Algún visitante
que a deshora a mi cuarto quiere entrar.
Eso es todo, y nada más
.”

(“El cuervo”, Edgar Allan Poe)

Una oscura y sombría cabaña perdida en medio de un bosque tenebroso, una lograda atmosfera de misterio, hechos sobrenaturales de difícil explicación, figuras fantasmales, extraños sonidos nocturnos, una maldición, acompañado de esos otros miedos intangibles y emociones desbocadas (angustia, soledad, celos, amor enfermizo o su ausencia total) que nos paralizan más que los anteriores….

Andrés Muschietti nos presenta en “Mamá" una obra que aúna los elementos visuales y sonoros característicos de la narrativa gótica de terror, con los del género actual que incide más en el miedo psicológico y que utiliza como principal recurso el “susto”, todo ello pespunteado con los amplios recursos que ofrecen las nuevas tecnologías.

Un comienzo sobrecogedor nos introduce en la vida de Lilly y Victoria a quienes su padre biológico, incapaz de proporcionarles la seguridad y protección debida, condena prácticamente a la muerte.

Pero cinco años después de su desaparición, más alimañas que humanas, son encontradas sin que nadie se explique como han podido sobrevivir. Así comienza para ellas un proceso de readaptación a la vida normal por el que no pasan solas, ya que una presencia espeluznante y sobreprotectora vela por ellas.

Así la vida sin responsabilidades de Anabel (impresionante la capacidad mimética de Jessica Chastain que pasa de un registro a otro prácticamente irreconocible y siempre igual de convincente) junto a Lucas el tío de las niñas (Nikolai Coster-Waldau es un actor cuyo nombre, difícil de aprender y pronunciar, empieza a dar que hablar más allá de su excelente papel de Jaime Lannister en “Juego de tronos”, como ya demostró en la magnifica “Headhunters) se complica. Imprescindible para la película son las actrices infantiles, cuya pasmosa facilidad para meterse en sus papeles le proporciona una credibilidad que en manos de otras hubiera quedado en entredicho.

La escena final, en la que el director se explaya y abusa de los efectos digitales, supone una pequeña tacha en la película que, sin embargo, considero que no es suficiente para empañar el conjunto.
Mamá” posee una belleza aterradora y un halo poético que envuelve toda la historia. Entre escenas pavorosas y sustos no por esperados menos efectivos, nos habla de cómo el sentimiento paterno filial está más allá de los lazos de sangre.

“…aprendió a conocerlo, se conocieron, y descubrió con un grande alborozo que los hijos no se quieren por ser hijos sino por la amistad de la crianza.” (“El amor en los tiempos del cólera”, Gabriel García Márquez)

Para terminar ¿queréis saber por qué a mí determinadas escenas de esta película me asustan tanto? Cuando mis hermanas y yo éramos pequeñas, alguien nos contó este cuento:

La asadura (cuento popular castellano)

Érase una vez una niña que vivía con su madre viuda y que eran muy pobres. Un día su madre le mandó a la tienda a comprar asadura, pero no le dio dinero porque no lo tenían. La niña fue a la tienda y no pudo comprar porque el carnicero no le quiso fiar.

Salió de la tienda muy triste, pensando que no podía llevar nada a casa. Al pasar por delante del cementerio se le ocurrió entrar. Allí estuvo meditando y, al cabo de un rato, decidió sacarle la asadura a un cadáver que había sido enterrado el día anterior, pensando que a él ya no le era útil y, en cambio, a su madre y a ella podría servirles para saciar su hambre. Así lo hizo. Al llegar a casa, su madre se puso muy contenta, cogió la asadura, la limpió, la partió y la guisó para la cena. Una vez que hubieron comido, satisfechas como estaban, les entró sueño y se fueron a dormir. Durmiendo estaban cuando un ruido tenebroso las despertó y escucharon una voz que decía:

-¡Devuélveme mi “asaúra ura”, que la sacaste de mi sepultura! La niña gritó:
-¡Ay!, mamaíta mía, ¿quién será?
La madre le contestó:
-Calla, hija mía, que ya se irá.
Y dijo la voz:
-Que no me voy, que en la escalera estoy.
La niña, más asustada, volvió, a gritar:
-¡Ay!, mamaíta mía, ¿quién será?, que no he hecho nada malo y me quieren llevar.
-Calla, hija mía, que ya se irá.
Y la voz dijo entonces:
-Que no me voy, que entrando por la puerta de tu cuarto estoy.
-¡Ay!, mamaíta mía, ¿quién será?
-Calla, hija mía, que ya se irá.
Y la voz dijo esta vez:
Que no me voy, que debajo de tu cama estoy.
La niña, aterrada, gritaba:
-¡Ay!, mamaíta mía, ¿quién será el que a los pies de mi cama está y yo no quiero mirar?
-Calla, hija mía, que ya se irá.
La voz, ya furiosa, gritó:
¡No me voy, que agarrándote de los pelos estoy!
(en este momento el que te contaba el cuento te agarraba de improviso haciendo que dieras un respingo y gritarás asustado)

Y así, agarrando a la niña, el muerto se la llevó al cementerio, la mató, le sacó la asadura, se la puso y se enterró otra vez.

2 comentarios:

  1. Jajaja, Teresa por favor, quién te contaba esos cuentos de pequeña :-)

    Bueno, ire a ver la peli, promete aunque no es mi género. Abrazos.

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  2. Pues no recuerdo quien me lo contó, porque debía ser muy pequeña, pero lo de "asaura, ura" no se me olvidó.

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