viernes, 6 de enero de 2012

Doctor, quiero morir

Al Pacino interpreta al Dr. Jacob Kevorkian en la interesante película de HBO "you don't know Jack".


¿Qué hacer frente a un paciente que sufre, al que la medicina no puede ofrecer nada? ¿Cómo afrontar el dolor insoportable, la enfermedad sin esperanza, el deseo determinado de morir por parte de un paciente adulto y competente? Sin duda, muchos médicos se han visto enfrentados a este problema a lo largo de la historia. En muchos casos, la actitud habrá sido inhibirse, consolarse pensando que se ha hecho todo lo posible, que el paciente está en manos de Dios…en otros casos, sin embargo, los médicos han ayudado a reducir el dolor, adelantando más o menos la muerte, han asesorado al paciente en su suicidio, o incluso han aplicado la eutanasia. Pero en pocos casos, han actuado tan abiertamente como el Dr. Kevorkian.





Jacob Kevorkian nació en Michigan, EE.UU. Sus padres eran Armenios; su madre había huido de las matanzas turcas en 1915. Jack nació en 1928, y en 1952 se graduó con honores en la prestigiosa Facultad de Medicina de Ann Arbor. A lo largo de su carrera, fue interesándose por los aspectos éticos y legales de la eutanasia. Finalmente, en 1990, ayudó al suicidio de Janet Adkins, una mujer de 54 años aquejada del mal de Alzheimer. Fue acusado de homicidio, pero absuelto ante la falta de regulación legal sobre el suicidio asistido. Aunque el Estado de Michigan revocó su licencia médica, el Dr. Kevorkian se las arregló para asistir en el suicidio de 130 pacientes terminales. Se utilizaba un dispositivo ideado por él, mediante el cual el propio individuo accionaba el mecanismo que accionaba la entrada de una combinación letal de fármacos en su cuerpo. En otra variante, se utilizaba la inhalación de monóxido de carbono.


Los críticos de esta práctica señalaron que algunos pacientes no estaban en fase terminal, que el periodo de consulta era demasiado corto, que se tomaban las decisiones demasiado rápidamente, que faltaba una adecuada evaluación psiquiátrica, o de especialistas en tratamiento del dolor, o que algunos diagnósticos eran erróneos.






En respuesta a estas acusaciones, su abogado, Geoffrey Fieger, publicó un informe defendiendo a su cliente de esas acusaciones, y afirmando que se disponían de unas guías de actuación muy precisas, aunque reconocía que no siempre se siguieron estrictamente. El principal requisito para Kevorkian en realidad era, no la enfermedad terminal, sino el sufrimiento intolerable y sin esperanza de tratamiento.

Sus actividades, su culta excentricidad (fue también compositor y pintor de unos macabros cuadros), y su carácter distante le ganaron pronto el periodístico apelativo de “Doctor Muerte”. Buscó la notoriedad pública para lanzar el debate sobre la eutanasia, y consiguió crear una gran polémica a nivel nacional e internacional, con duros enfrentamientos entre sus defensores y detractores. Sus éxitos judiciales iniciales terminaron en 1998. En el programa “60 minutos”, grabó por primera vez una eutanasia, en la que el mismo administraba los fármacos letales a Thomas Youk, un paciente terminal de esclerosis lateral amiotrófica. Kevorkian cometió el error de tratar de representarse a sí mismo en el juicio, y finalmente fue condenado por homicidio en segundo grado a una pena de 10 a 25 años. La juez que le sentenció (tras la condena del jurado), Jessica Cooper, realizó un interesante discurso final:

This is a court of law and you said you invited yourself here to take a final stand. But this trial was not an opportunity for a referendum. The law prohibiting euthanasia was specifically reviewed and clarified by the Michigan Supreme Court several years ago in a decision involving your very own cases, sir. So the charge here should come as no surprise to you. You invited yourself to the wrong forum. Well, we are a nation of laws, and we are a nation that tolerates differences of opinion because we have a civilized and a nonviolent way of resolving our conflicts that weighs the law and adheres to the law. We have the means and the methods to protest the laws with which we disagree. You can criticize the law, you can write or lecture about the law, you can speak to the media or petition the voters.

En 2007, tras 8 años y medio en prisión, obtuvo la libertad condicional por buen comportamiento. Después de su liberación, se comprometió a no asistir más suicidios, y se limitó a dar conferencias sobre el tema. Finalmente, Jack Kevorkian murió el 3 de junio de 2011, a los 83 años de edad.

En 2010, su vida fue llevada al cine, con una interpretación magnífica de Al Pacino, que logró por ello un Emmy y un Globo de Oro. Se ve arropado por actores de gran talla, como Susan Sarandon y un fantástico John Goodman (más “grandote” que nunca). He tenido ocasión de verla hace poco. Se trata de una película aparentemente bastante realista, inevitablemente dura y emotiva (como ya lo fue la excelente “mar adentro”). Una película muy recomendable para todos aquellos interesados en el tema (¿y quién no lo está…?)

En definitiva, la vida de un activista valiente, con sus errores y aciertos, en un tema difícil y complejo: la decisión sobre la mínima calidad de vida que estamos dispuestos a aceptar, y la capacidad de decidir sobre nuestra propia muerte.



“It’s part of nature. We all are going to die. What’s wrong with that? We are going back to nothing. We came from nothing, was it that bad?”


Jack Kevorkian











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