viernes, 17 de diciembre de 2010

"Biutiful"

La distorsión del título (como se pronuncia no como se escribe) es una invitación, bueno más bien un reto, para que el espectador encuentre algo de belleza en la historia… ¡si puede!.

La “biutiful pipol” de Iñárritu desayuna con diamantes falsos, degustando deliciosos manjares ficticios en restaurantes de lujo improvisados en cocinas miserables. Viste ropa y complementos de grandes diseñadores fabricados por inmigrantes ilegales chinos, durante jornadas interminables y agotadoras, en desangeladas naves industriales en las que trabajan, viven y mueren hacinados, y que venden inmigrantes ilegales senegaleses en la calle en condiciones similares. Es la cara oculta de la ciudad, esa que no aparece en las imágenes turísticas pero cuyo corazón se empeña en latir pese a la dureza de su existencia.

BARDEN es “BIUTIFUL”: Él es la película y en él descansa todo su peso. Realiza una soberbia interpretación en la que debe luchar contra la rudeza de su físico para que permita aflorar el amor, las dudas y el miedo. Un equilibrio perfecto entre el hombre que no tiene nada pero que lo encuentra todo en el amor que siente por sus hijos. Un hombre con un don especial que no teme a la muerte porque cuando contrapones la enfermedad a la muerte la primera resulta sucia, la segunda liberadora.

Aunque no se posiciona a favor de ninguna confesión religiosa plantea la pregunta de si hay vida después de la muerte, sin entrar en definir de qué tipo. El transfondo religioso de la historia no me gusta, me parece un recurso fácil para no caer en la desesperanza, para que los desfavorecidos del mundo acepten su situación con resignación (fermento de todas las religiones).

No es una película que se pueda recomendar. Todo es feo y presentado con una crudeza tal que ni siquiera te permite el consuelo de la lágrima fácil. Te deja sin palabras y con una sensación muy desagradable en el estomago.

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