martes, 6 de julio de 2010

The good heart

Encontrar en verano una pequeña gran obra de arte cinematográfica, como es la película del islandés Dagur Kári "The good heart", es una sorpresa muy gratificante tanto más si, gracias al partido de futbol de la Selección el pasado viernes por la noche, tienes el placer de disfrutarla como si fuera un pase privado solo tú y tu acompañante.
¡Que maravilla de película!. Es increíble como de situaciones extremas y duras un buen director y mejor guionista te puede sacar tantas sonrisas. Se trata de una película nada convencional, con un humor bastante negro, en ocasiones casi trágico, pero ¡cuánto te ríes!.
La historia nos presenta, de un lado, a Lucas un mendigo que vive entre cartones debajo del puente de Brooklyn quien, ante la falta de perspectivas en su vida, intenta suicidarse. Del otro a Jacques, el dueño de un bar de Nueva York, fumador, bebedor, descreído, al que le sobreviene su quinto infarto. Ambos despiertan en un hospital, en camas vecinas, e inician una relación grotesca, casi caricaturesca, llena de emotividad, exabruptos y risas ante situaciones esperpénticas muy bien enlazadas.
El mendigo que nada tiene, está acostumbrado a compartirlo todo. El viejo gruñón, grosero y miserable, a no dar nada. Pero cuando sus caminos se cruzan se produce una interacción entre ambos que cambiará la vida de los dos. Hay un perro y un pato con un protagonismo indiscutible. Sin olvidar la clientela habitual del bar que no tiene desperdicio, os lo aseguro.
La mayor parte de la historia transcurre entre el bar (“Barras de bar, vertederos de amor. Os enseñé mi trocito peor, retales de mi vida. Fotos a contraluz…”) y el hospital. La nota discordante la pone, como no podía ser de otro modo, una mujer que amenaza con resquebrajar la relación entre los dos hombres pero que acaba, tras las primeras fricciones, por fortalecerla. Con una banda sonora FABULOSA que te hace permanecer en tu asiento leyendo los créditos finales solo para saber a quien hay que agradecérsela.
Lucas se hace un poco Jacques y éste se vuelve un poco Lucas y entre ambos consiguen que pases dos horas maravillosas que no te importaría volver a repetir, porque es de esas películas que puedes, que debes, ver más de una vez para captar todos sus matices.

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