jueves, 4 de agosto de 2016

La Mancha negra



Mucho antes de que el inspector sueco Wallander apatrullara las bonitas calles de Ystad; cuando todavía no había nacido el comisario griego Jaritos, y quedaba mucho para que Silvio Montalbano se las viera con la mafia y la burocracia en Sicilia; antes incluso de que Carvalho comenzara a quemar libros y a disfrutar de la buena cocina entre caso y caso, en la Mancha ya contábamos con un sagaz policía capaz de investigar los casos más enrevesados.

Manuel González es un policía local de Tomelloso, creado por el escritor Francisco García Pavón. A Manuel González todo el mundo le conoce como “Plinio”, porque un abuelo suyo fue seminarista, y se conoce que le gustaba el latín. Una de las muchas peculiaridades manchegas que nos cuenta en sus novelas es que los apodos se heredan. Dependiendo de cómo fuera tu ancestro, te llamarán de una manera o de otra. En el caso de Plinio es un buen apodo, pero el caso de los “culovistoso”, por el abuelo exhibicionista, no es tan afortunado. La mezcla de humor y crueldad es una característica de estas novelas, y en general, de la época que retratan: el tardofranquismo de los 60 y 70, y el comienzo de la Transición.

Francisco García Pavón nació en Tomelloso (Ciudad Real) en 1919. Comenzó su carrera de escritor en 1945 (Cerca de Oviedo). La fama le llegó con su serie policiaca de Plinio, con la que yo me introduje en el mundo de la novela negra a finales de los 70. Murió en Madrid en 1989.



En su momento leí dos de sus novelas, y recientemente las he retomado y las he leído todas seguidas, gracias a que una de ellas fue propuesta en el club de novela negra de Taiga.

La primera de la serie, “los carros vacios” (1965), es una novela corta en la que se introduce a Plinio y a su amigo y colaborador, el veterinario jubilado Don Lotario. La novela está ambientada en la época de la Dictadura de Primo de Rivera, y don Lotario lleva a Plinio con su Ford T. Sin embargo, a partir de la sdiguiente, “El Reinado de Witiza”, la acción salta a la España de 1968, y Don Lotario se hace con el inevitable 600. La novela resulta mucho más interesante que la primera, la trama está bien pensada, y la investigación es original. Su tema principal es el humor negro y salvaje propio de la época. El autor aprovecha para describir la vida de un pueblo en plena transición. Cuenta con cierta nostalgia las costumbres perdidas de un mundo rural antiguo que estaba desapareciendo. Tomelloso en el 68 ya está llenándose de coches y tractores, la gente ve la televisión, coge el autobús a Madrid, tira los aperos y carros antiguos…y sin embargo, otra eternidad nos separa del 68. Resulta difícil leer una página sin enfrentarse a algún pasaje que hoy resultaría cuando menos políticamente incorrecto. Lo más llamativo es el machismo y el desprecio a los homosexuales, y por ello habrá lectores actuales que se sientan ofendidos, incluso teniendo en cuenta el contexto y la mentalidad de la época. Por otra parte, el autor aprovecha para hacer una crítica social limitada, que va incrementándose hasta la llegada de la democracia, en su último libro de la serie.

El siguiente libro, “El rapto de las Sabinas” (1968), aumenta la magnitud de los delitos investigados por el policía local, e introduce elementos erótico-festivos que resultan divertidos pero a la vez un tanto incómodos. Aparecen más personajes y la narración mejora, sobre todo con las descripciones del campo, a veces líricas, otras descarnadas. “Las hermanas coloradas” (1969) mejora de nuevo la calidad de la narración. Es probablemente la más interesante de toda la serie. Se desarrolla en Madrid, circunstancia que aprovecha el autor para narrar la dureza de la gran ciudad y el contraste con la vida del pueblo. Es una historia triste, anclada en el pasado, nostálgica, sobre lo que pudo ser y no fue, y con un cierto tinte político, sólo insinuado, interesante y atrevido en su momento.

Con “Una semana de lluvia” (1971), Plinio vuelve a su pueblo, en plena feria pasada por agua. La historia en este caso da un giro al negro, las escenas son más duras, la muerte está presente, y vuelve un erotismo algo retorcido y reprimido, que estallará en “Voces en Ruidera” (1973), su novela más desagradable. No me importó leerla, ya que describe las vacaciones de la época en el precioso entorno de las lagunas, muy próximas a Tomelloso, pero la historia narrada se vuelve sórdida, y no especialmente interesante.

“Otra vez domingo” (1978) da un nuevo giro a la historia de un Plinio ya al final de su carrera. La Guardia Municipal de Tomelloso pierde sus atribuciones para investigar crímenes, y Plinio queda como mero asesor de la policía nacional, pero su prestigio le permite seguir activo durante un tiempo, y resolver un caso más convencional, pero interesante. El autor vuelve a su mezcla de costumbrismo y humor negro, tan peculiar.

La serie de novelas concluye con “El hospital de los dormidos”, una novela algo diferente, en la que nos despedimos de un Plinio prejubilado, nostálgico, símbolo de una vida que ya no volverá, contrastando con un momento de ilusión por el cambio político, que de todas formas es observado con cierto escepticismo. Aquí vuelve el erotismo con un nuevo giro, un tanto sorprendente, más abierto. Estamos de nuevo en pleno cambio de época, usos y costumbres.

Además de estas novelas  hay algunos relatos cortos, y una adaptación a televisión.


Aunque no gustará a todo el mundo, merece la pena prestar atención a Plinio, un  manchego honrado, duro pero sensible, convencional, aunque abierto a los cambios, con su casa de pueblo, su mujer y su hija, y sus casos curiosos, a veces divertidos, otras sórdidos y tristes, siempre con un toque surrealista y guasón. Plino es el padre o el abuelo de muchos de nuestros detectives. Por cierto, sus novelas están siendo reeditadas por Rey Lear.





Como curiosidad, señalar que García Pavón es el padre de la escritora Sonia Garcia Soubriet; y que Tomelloso es un pueblo interesante, que merece la pena conocer, muy próximo a las lagunas de Ruidera, y al que ya dedicamos una entrada en este mismo blog.




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