lunes, 9 de diciembre de 2013

“El Consejero”

Mi primer contacto con Cormac McCarthy fue a través de la fantástica película “The Road”, basada en la novela del mismo nombre (esta es parte de la crítica que escribí sobre ella: “The road” es, sobre todo, un viaje hacia nuestra conciencia, hacia la esencia misma de nuestra condición humana… Es un viaje del que vuelves afectado….). Le siguió “No es país para viejos”, tan impactante como la anterior.

Pero no fue hasta que leí una entrevista al actor James Franco con motivo de su adaptación al cine de otra de las obras de este autor, que dirige y protagoniza, cuando me decidí a comprar “Hijo de Dios”.

Cormac McCarthy es un escritor de esos que tanto nos gusta catalogar como “atormentados”, poco dado a conceder entrevistas o a embarcarse en promociones interminables, casi un ermitaño. Si te atreves a cruzar la puerta que te da acceso a su universo te encontrarás con que, cual araña venenosa, disfruta exponiéndote a su mundo interior para comprobar como eso te acaba perturbando. Porque McCarthy busca desconcertar al lector y, sobre todo, asquearte y removerte por dentro.

En “Hijo de Dios” la figura de Lester Ballard se nos presenta con toda la crudeza y el salvajismo posible. Nos hace participes de todas las perversiones por las que el ser humano siente mayor  rechazo (incesto, necrofilia, sadismo, asesinato, escenas escatológicas). No hay nada agradable en esta novela, es la narración de la involución de un hombre que vuelve a la caverna (física y espiritualmente) de la cual nunca debería haber salido.

Con estos antecedentes en mente tenía claro que llevar a la pantalla “El Consejero”, guión escrito expresamente para el cine, no iba resultar tarea fácil puesto que el escritor tiene fama de no serlo. Si le añadimos que también ejerce de productor…

Y no me equivocaba: Ridley Scott ha sido totalmente incapaz de poner imágenes a los diálogos escritos por Cormac y durante toda la película unas y otros parecen discurrir por caminos separados lo que hace prácticamente imposible enterarte de lo que estás viendo.

Pese a contar con buenas interpretaciones (masculinas porque las femeninas dejan bastante que desear) no entiendes la historia. El caso es que los diálogos, a veces como entrecortados, te cuentan lo que va a pasar, pero tú no comprendes por qué va a pasar eso ya que lo que vas viendo en pantalla no te lo indica.

Hasta el personaje más inesperado se dedica a aleccionar, advertir, instruir al pobre Fassbender, desde el joyero holandés al que le compra un anillo o el camarero de un bar de mala muerte de Ciudad Juárez, hasta, y sobre todo,  la ristra de narcotraficantes con los que se va cruzando en el camino que ha elegido (¡chico malo, chico malo!).

Al enterarme de que algunos críticos aseguraban que la película contiene escenas de “alto contenido erótico” (¡¡¡!!!.) no he podido dejar de sorprenderme y asumir que el erotismo es un concepto muy muy subjetivo, porque lo que a unos les ha parecido sexual e impactante, a mi me ha parecido ridículo y patético (¡que una escena de sexo con Fassbender produzca risa, algo que le debemos a nuestra Pe, ya tiene delito!).

Cuando acaba te ves incapaz de contar de qué va la historia, solo después de reflexionar sobre ella e intercambiar opiniones y comentar dudas con otros espectadores, consigues tener una ligera idea de lo que escritor y director nos querían relatar.

Me queda por resolver la cuestión del por qué de ese título: ¿quién o qué es “El Consejero”? Pensando sobre este particular he llegado a la conclusión de que esa función la ejercen en la historia todos excepto Fassbender a quien, en esta ocasión, le ha tocado el papel de discípulo díscolo que no hace caso a nadie y paga por ello.

Una ultima cuestión ¿quién creen que es el protagonista de la historia?

Pues no, se equivocan: yo afirmo que el protagonista es el camión.

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