sábado, 1 de septiembre de 2012

Era rusa y se llamaba Laika...


 
4 de octubre de 1957. Sólo 12 años después del final de la  II Guerra Mundial, en plena Guerra Fría, el mundo se estremece impresionado por la primera gran hazaña de la era espacial: el lanzamiento del satélite soviético Sputnik 1 desde el Cosmódromo de Baikonur. Se trataba de un sencillo pero elegante artefacto, esférico, de sólo 83 kilogramos, con apenas dos transmisores de radio a bordo. Pero sus humildes “beep beep” impresionaron a un mundo que ya no volvería a ser el mismo. Este éxito soviético tuvo gran repercusión , especialmente en EE.UU, dónde sirvió de estímulo a la carrera espacial con la URSS, que finalmente culminaría con la llegada a la luna en 1969. Una de las películas que mejor refleja esta época es “October skies”.
http://www.imdb.com/title/tt0132477/

Poco después del lanzamiento del Sputnik 1, Nikita Jrushchov, Secretario del Partido Comunista, quiso exprimir al máximo su potencial propagandístico, y encargó la misión casi imposible de mejorarlo en un segundo lanzamiento, previsto para un mes después, coincidiendo con el 40 aniversario de la Revolución Soviética (7 de noviembre en el calendario occidental). Korolev, el ingeniero líder del programa espacial soviético, asumió el reto y propuso una idea para volver a asombrar al mundo: poner en órbita por primera vez a un ser vivo. Korolev había sido rehabilitado tras pasar varios años prisionero durante la purga de Stalin, incluyendo unos meses en un gulag que casi le costaron la vida. Trabajó en la réplica rusa del cohete alemán V2 (mientras los americanos hacían lo mismo bajo la dirección de Von Braun), pero se interesó más por la exploración espacial, aunque la idea resultaba muy atrevida para la época.
En un mes que debió resultar frenético para el equipo de Korolev, se preparó el lanzamiento del Sputnik 2, una cápsula cónica de cuatro metros de altura, dotada de elementos para soportar la vida de un animal. La nave fue lanzada por un misil balístico modificado (R-7), y fue todo bien hasta que falló la última separación de la cápsula. Esto impidió un adecuado control de la temperatura, y el pobre animal murió en horas, aunque la propaganda soviética ocultó este hecho al mundo durante muchos años.. De todas formas, el proyecto había previsto la muerte de la perrita desde el principio.

La perrita Laika (ladradora, en ruso) es, por supuesto, mundialmente conocida, y forma parte de la historia del siglo XX. Se trataba de una pequeña perra callejera, que fue entrenada con otros perros, y finalmente seleccionada por su carácter y aptitudes. Su historia es narrada de una manera precisa y emocionante en el cómic “Laika”, de Nick Abadzis, un autor de novela gráfica de origen británico y griego.
http://en.wikipedia.org/wiki/Nick_Abadzis

Laika ha recibido diversos premios. Combina la historia científica y política  (gracias a una detallada investigación), con una especulación de lo que podría haber sido la vida previa de la perrita en las calles de Moscú. La obra explora la naturaleza humana a través de la relación con los perros. Todo aquel que haya tenido algún perro se sentirá conmovido por la estupenda descripción de los sentimientos de Laika, y de los que provoca en sus cuidadores y maltratadores. Distintos estudios científicos están revelando cada vez más datos sobre la inteligencia y las emociones de los animales, un conocimiento que resulta intuitivo para cualquiera con sensibilidad que haya tenido trato con ellos. De alguna manera, el carácter humano se revela en su actitud hacia el mundo animal, y por desgracia la imagen que nos devuelve este espejo es bastante desfavorable.
El comic reflexiona también sobre los límites y los sacrificios que exige la ambición humana y el progreso, el ambiente opresivo de la Unión Soviética de la época, las relaciones jerárquicas y humanas en el trabajo, y en general, es un interesante retrato de una época apasionante y cruel a la vez. En su página web, el autor expone el curioso material de su investigación histórica.






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