En aquellas míticas sesiones dobles en el cine de mi pueblo, mis cinco hermanos y yo, provistos de bocata y un refresco cualquiera (la adicción a la Coca-Cola, vino después), con los cinco sentidos despiertos y la mente libre de preocupaciones, aprendimos a asustarnos de la mano del VAMPIRO con mayúsculas, el más elegante, inquietante, comedido, a la par que salvaje, y seductor: el Conde Drácula a quien uno de los interpretes que le ha dado vida en el cine, Sir Christopher Frank Carandini Lee, encumbró a la categoría de icono del terror cuando aún los efectos especiales no eran los amos del género:
· Drácula: Príncipe de las Tinieblas
· Drácula vuelve de la tumba
· El poder de la sangre de Drácula
· Las cicatrices de Drácula
No recuerdo si las historias eran buenas o malas, si los diálogos eran ingeniosos o escasos, pero nunca se me ha

Los “Vampiros”, de John Carpenter, no destacaban especialmente aunque eso sí explotaban, bueno más bien se desintegraban, a la perfección. Se lo puso muy difícil el caza vampiros del film (un James Woods fantástico y de total actualidad en TV con su irónica serie “Shark”, cuyos diálogos no tienen desperdicio). Carreras, polvo y estacas. Una de vampiros “on the road”.
Coppola recreó un Conde “Drácula”, magistralmente encarnado por Gary Oldman, tan seductor como repugnante. Una película lírica, romántica, coral que recupera un ambiente gótico para el monstruo gótico por excelencia.

“Blade” (dirigida por Stephen Norrington basada en el personaje creado por Marv Wolfman y Gene Colan para el comic book de la compañía


La suavidad con la que empieza (nieve cayendo lenta, delicadamente) esa misma delicadeza impregna toda la película. No hay gritos, ni aspavientos y la violencia y la sangre, que las hay, están imbricadas de una forma tan soterrada en la historia que apenas notas que te perturban, pero lo hacen.

Un adolescente (albino, inteligente, solitario, maltratado por sus compañeros). Frente a él la niña vampiro, ojerosa, triste, solitaria, fachosa. Una presencia que, cuando aparece en pantalla, te ofrece unas imágenes fuertes, pero tan rápidas que casi no las percibes, como la instantánea de sus uñas, sus labios después de beber sangre, o cuando acaba con la vida de su padre. Al encontrarse, cada uno envuelto en su propia soledad, ven en el otro su propio reflejo, el complemento de lo que a cada uno le falta. Es mucho más que una historia de amor entre dos adolescentes inadaptados.
De la saga “Crepúsculo” no tengo opinión. No he leído los libros, no he visto la primera película ni creo que vea las siguientes.
Y para finalizar no puedo dejar de mencionar al vampiro más dulce, suave, cariñoso y educativo. El que durante mucho tiempo enseñó a contar a los niños sin asustarlos: El inigualable Conde Draco de “Barrio Sésamo”. ¡En el fondo mi favorito!

Por cierto, ¿os dais cuenta de que, para escribir algo en vuestro blog, Juan ha tenido que “invitarme” a entrar?. Detesto el ajo, aborrezco el sol y el rojo sangre es mi color favorito ……