domingo, 13 de noviembre de 2011

"Memorias de la casa muerta"


“(…) Después vi a Sísifo, padeciendo también los más crueles tormentos, y con los dos brazos hacía rodar una enorme piedra; esforzándose con los dos brazos y con las manos, empujaba la piedra hacia lo alto de la montaña, pero cuando estaba a punto de alcanzar la cima, una fuerza superior la rechazaba hacia atrás: Entonces la piedra con todo su peso volvía a caer a la llanura. Entonces Sísifo comenzaba de nuevo a empujar la piedra con esfuerzo; el sudor corría de sus miembros, un vaho espeso subía de su cabeza.” ( “La Odisea”, Homero).

En 1764 el Marqués de Beccaria publico “De los delitos y las penas” (gran parte de cuyo contenido sigue teniendo vigencia en el Derecho penal contemporáneo) que dio origen al nacimiento de la llamada Escuela clásica en criminología, que alcanza su máxima expresión con Carrara y otros juristas en el S. XIX.

La Escuela clásica concibe al hombre como un ser libre y racional. El delincuente, como hombre libre y racional que es, sopesa las ventajas (placer) y los inconvenientes (dolor) que le va a proporcionar cometer un delito; cuando prevalecen las primeras frente a los segundos tiende a llevarlo a cabo. De ahí que destaque la importancia de las penas (dolor) para la prevención del delito. El fin de la pena es impedir que el reo ocasiones nuevos daños a sus conciudadanos, y evitar que otros cometan otros iguales.

De acuerdo con la Escuela clásica, las características más importantes que deben reunir las sanciones para prevenir eficazmente el delito son:

- Certeza: Las sanciones serán más eficaces cuanto más segura sea su imposición al infractor.

- Prontitud: Tendrán mayor efecto preventivo si se imponen con prontitud que si se imponen tras un lapso de tiempo.

- Severidad: Penas severas por su duración o por la intensidad del sufrimiento que provocan tenderán a ser más efectivas que las leves puesto que significan un dolor o perjuicio mayor. Pero nunca se debe olvidar que es fundamental que la sanción sea proporcional con el delito que castigan. No propone recurrir a sanciones crueles, sino, al contrario, es una reacción contra los abusos, denunciando su inutilidad y su injusticia.

En 1849 Fiódor Dostoievski fue condenado a ocho años de trabajos forzados en Siberia acusado de “crímenes contra la seguridad del Estado”. En 1862 publicó “Memorias de la casa muerta” donde relataba sus experiencias en presidio: “Nunca podría haber imaginado el horror y la tortura que fue para mí el no estar solo ni una vez, ni un solo instante, en los ocho años de mi condena.

Esta obra, al describir minuciosamente a cada preso, disecciona las diferencias entre los delitos, cuestiona la semejanza entre los castigos, y analiza como varia el comportamiento de un criminal cuando se ve privado de libertad.

Me sorprende la capacidad que demostró Dostoievski para entrever que el alma humana permanece invariable a lo largo del tiempo. ¡Tienes ante ti un tratado de política criminal escrito hace 149 años absolutamente actual!.

No se centra en las causas del delito, no trata de explicarlo. Lo acepta como hecho consumado y, como parte integrante de esa “casa muerta”, relata las formas en que la sociedad de la época responde al fenómeno delictivo, no a su prevención sino, sobre todo, a su control, en forma de penas o tratamiento de los delincuentes: “El derecho al castigo corporal, otorgado a una persona para ejercerlo sobre otras, es una de las lacras de la sociedad, así como uno de los medios más poderosos para exterminar en ella todo embrión, toda tentativa de desarrollar el espíritu cívico, y constituye la base más sólida para su descomposición absoluta e irreversible.”

Relatando la vida de los presos, su paso por el penal, la salida de los afortunados y, en muchas ocasiones, el regreso al mismo de la mayoría, realiza una perspicaz evaluación sobre si las medidas implementadas han sido realmente útiles en la prevención o si, por el contrario, han resultado contraproducentes: “Desde luego, los penales y el sistema de trabajos forzados no corrigen al criminal; solo le castigan, preservando a la sociedad de nuevos atentados de un delincuente contra su tranquilidad. En el criminal el presidio y los trabajos forzados más duros solo fomentan el odio, el ansia de placeres prohibidos y una terrible imprudencia. Estoy firmemente convencido de que el famoso sistema celular consigue solo resultados falsos, engañosos y superficiales. Exprime el jugo vital del hombre, le contrae el alma, la debilita e intimida, y después presenta una momia moralmente seca, un medio loco, como modelo de corrección y de arrepentimiento.”

Es un magnífico libro que recomiendo leer porque constituye un impresionante estudio sobre la psicología criminal, la capacidad de adaptación del hombre a las condiciones más extremas y un profundo y conmovedor análisis del alma humana: “El preso sabe que es un preso y sabe cuales su lugar ante la autoridad; pero ninguna marca, ni ningunos grilletes le harán olvidar que es una persona”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario