miércoles, 19 de febrero de 2014

Nebraska


En la primera película que vi de Alexander Payne, “Los descendientes, me sorprendió la extrema sensibilidad con que este director abordó el tema de la pérdida de un ser querido. Cuando la medicina ya nada puede hacer por ti, decidir, vía testamento vital, si quieres o no que tu corazón siga latiendo conectado a una máquina. Que familiares y amigos acepten la decisión, sin juzgarla, y se preparen para la despedida, siempre triste y difícil, pero digna. 

Una campaña publicitaria engañosa, de esas dirigidas a pobres incautos e ingenuos sin maldad, le anuncia a Woody Grant (¡fantástico Bruce Dern!) que ha ganado un millón de dólares. A partir de ese momento se levanta cada mañana con un único objetivo en su vida: viajar a Nebraska para cobrar el premio.

Al igual que la muerte, la vejez prácticamente se ha convertido en un tema tabú en el cine, salvo que seas un septuagenario a la imagen y semejanza de Clint Eastwood o Robert Redford, que lo mismo apalean a jovencitos chulescos que se ligan a mujeres veinte años más jóvenes. Por eso, que el protagonista sea un anciano con síntomas de demencia es algo tan sorprendente como inesperado.

Payne no adorna la vejez, ya que el deterioro físico y cognitivo del protagonista se muestra en toda su crudeza, pero sí la desdramatiza, presentándola como una etapa más de la vida, con sus inconvenientes, sí, pero también con sus ventajas. La enfermedad, los años, te dan una visión diferente del mundo, te liberan de convencionalismos y te impulsan a llamar a las cosas por su nombre. Lo que queda después es lo que verdaderamente importa.

Esta película narra un viaje a las entrañas de la familia. De pequeños no comprendemos el comportamiento de los adultos ni las decisiones que adoptan. Nuestro mundo se divide en blanco o negro y somos incapaces de percibir los matices. Por eso cuando David, después de años separado de un padre alcohólico del que solo recuerda su falta de atención y cariño, decide apoyarle en esa absurda empresa, comienza a descubrir al hombre que se esconde detrás de la figura paterna.  

Durante dos horas, acompañando a David y Woody en su camino hacia  Lincoln, la capital de Nebraska, atravesamos las Grandes Llanuras, una amplia meseta que se extiende al este de las montañas Rocosas. En ese viaje por la América rural (que me trae a la memoria tanto a John Steinbeck y sus “Uvas de la ira” como a Hopper y “La casa Lombard") disfrutamos de unos impresionantes paisajes y una maravillosa fotografía. Que la película esté rodada en blanco y negro le confiere un halo romántico y muy poético.

La esplendida música que acompaña a las imágenes logra que el calificativo que define esta historia, entrañable, adquiera su máximo significado.

La visita a la familia de Woody (hermanos, cuñadas y sobrinos), en su pueblo natal, nos ofrece momentos hilarantes (un sentido del humor que recuerda mucho al manchego). Ir conociendo a los amigos de la juventud de su padre, a su socio, a su ex novia, le va mostrando a David la clase de persona que éste era y que tanto difiere de sus recuerdos de infancia.  


Todos los personajes dejan huella, pero entre ellos destaca Kate Grant, la matriarca (maravillosamente interpretada por June Squibb que, a sus 84 años, está nominada al Oscar por primera vez), una abuela con un genio endemoniado, malhablada y siempre enrabietada, que sin embargo nos proporciona tanto momentos conmovedores (cuando le alisa el pelo a su marido en la cama del hospital y se despide de él con un tierno beso) como otros chuscos y desvergonzados (cuando acude al cementerio a presentar “sus respetos”).

La memoria de Woody se desvanece por momentos pero hay tres deseos que le mantienen atado a la realidad: comprar una camioneta nueva, un compresor de aire y dejarle algo de dinero a sus hijos.

Hay lugares a los que merece la pena viajar.

Sin duda alguna “Nebraska” es uno de ellos.

sábado, 15 de febrero de 2014

Pan, educación, libertad. Última entrega de la trilogía de la crisis.

 Tercera y última entrega de la entretenida, interesante y dura "Trilogía de la crisis" de Petros Markaris..
 
Petros Markaris es uno de mis escritores preferidos de novela policiaca. Nació en Turquía, en 1937, en el seno de una familia de origen armenio y griego. Estudió en Estambul (se nota su dominio de la ciudad en alguna de sus novelas) y en Grecia. Se especializó en cultura alemana, y se ha dedicado a la traducción de autores clásicos alemanes. Esta visión políglota y su experiencia internacional se nota a la hora de retratar la sociedad griega, ya que lo hace con amor pero también con la objetividad y precisión de un cirujano.

Aunque ha escrito teatro y guiones de cine, su obra más conocida es una serie de novela policiaca. Jaritos es un comisario honrado y trabajador, que tiene que apañárselas en un medio hostil. No solo deberá perseguir a criminales de todo tipo, sino que habrá de sortear la burocracia interminable y la politización de la administración griega. Y por la tarde, tendrá que lidiar con su mujer, ama de casa tradicional, llena de recursos y siempre dispuesta a endosarle un poco de sabiduría popular. Eso si, sus múltiples enfados terminarán frente a un buen plato de tomates rellenos...

Markaris se declara progresista y su ideología se plasma en sus novelas. Sin embargo, su inteligencia y falta de sectarismo le permite describir la realidad de forma objetiva, y nada ofensiva para el lector, sea cual sea su ideología. De hecho, sus críticas a los progresistas acomodados y corruptos son más duras y ácidas de lo que pudiera escribir un escritor de derechas. Markaris critica sin piedad a la  llamada “Generación de la Politécnica”, que se enfrentó a la dictadura en 1973, y ha sabido aprovecharse muy bien durante muchos años.
La acción de la novela se sitúa en un duro año 2014 para Grecia. El país ha tenido que abandonar el euro, volver al dracma, y suspender pagos. La sociedad se prepara para una vuelta de tuerca más, en medio de manifestaciones y dramas personales. En este ambiente explosivo, una serie de crímenes con un mensaje extraño se producen en Atenas, y Jaritos tendrá que recurrir a todo su ingenio para resolverlos, mientras que las preocupaciones se acumulan en casa, y no tiene dinero ni para conducir su querido Seat Ibiza….

En realidad, se trata de la tercera parte de la llamada “trilogía de la crisis”, tres novelas policiacas que van reflejando la caída a los infiernos de los países mediterráneos, y especialmente de Grecia. La serie comenzó en 2010 (Con el agua al cuello), continuó con una novela aun más negra y desesperada en 2011 (Liquidación final), y culmina con Pan, educación, libertad en 2013. En esta trilogía, Markaris se despacha a gusto con banqueros, empresarios y políticos sin escrúpulos, pero tampoco se olvida de los aprovechados y corruptos de cualquier estamento o ideología. Aborda de forma inteligente temas durísimos, como el paro, la opresión a los emigrantes atrapados en situaciones imposibles, el crecimiento de la extrema derecha, la falta de esperanza para los jóvenes... Su solidaridad y cariño está con la gente honrada que una vez más, ve desplomarse sus proyectos e ilusiones. Y a todo esto consigue entretener y arrancar una sonrisa al lector, sin pretender dar lecciones magistrales de nada.
Aunque la premisa de Pan, educación, libertad no se ha cumplido (al menos por ahora), y nuestros países siguen en el euro (en la novela, España también vuelve a la peseta), los hechos que narra y la situación social que retrata son muy realistas. Curiosamente, esta última novela abre a pesar de todo una puerta a la esperanza, en la forma de acciones solidarias entre amigos, familiares y vecinos, y retrata una nueva conciencia de lo público, más realista y menos politizada, más ajustada quizás a la naturaleza humana. Parece resignarse a que la utopía soñada por la izquierda nunca llegará, pero aun así es posible una sociedad mejor. En todo caso, estas ideas son sugeridas por el escritor pero no formuladas explícitamente, dejando a lector margen para su interpretación personal. Aunque las circunstancias son distintas, existen bastantes paralelismos entre nuestros dos países, y Markaris hace referencias a España en distintas ocasiones.








jueves, 13 de febrero de 2014

Otra gran miniserie de la HBO: John Adams


Paul Giamatti se luce en su papel de John Adams

John Adams es una magnífica miniserie de la HBO (2008), que narra su vida y su crucial papel en el nacimiento de los EE.UU. El personaje de Adams está interpretado por un espectacular Paul Giamatti, un papel que puede significar la culminación en la carrera de un buen actor. Giamatti (1967) es muy conocido por su participación en películas como American Splendor, El ilusionista, o más recientemente, 12 años de esclavitud
http://en.wikipedia.org/wiki/John_Adams_(miniseries)

John Adams fue uno de los “Padres fundadores” de los EE.UU, y llegó a ser su segundo presidente, sustituyendo a George Washington (un solemne David Morse en la serie). Nació en 1735, en Quincy (Massachussets). A pesar de pertenecer a una familia modesta, pudo asistir a la Universidad de Harvard, en principio, para convertirse en sacerdote. Sin embargo, John decidió estudiar derecho. En 1764 se casó con Abigail Smith (Laura Linney en la serie, en un papel complicado), con la que tuvo 6 hijos. El segundo, John Quincy Adams, llegó a ser el sexto presidente de los EE.UU.
El ejercicio de la abogacía llevó a Adams a terrenos próximos a la política. Así, participó en la oposición a las nuevos e impopulares impuestos que los ingleses impusieron a las colonias (Stamp Act 1765). En 1770 tiene lugar un hecho crucial en su vida y en el comienzo de la revuelta contra Inglaterra: la masacre de Boston. En ella, unos soldados ingleses acorralados por una multitud agresiva abrieron fuego, matando a 5 personas. Nadie quiso hacerse cargo de su defensa, y John Adams decidió aceptarla. Durante el juicio, demostró la importancia de los testigos. La mayoría de los soldados fueron absueltos, al demostrarse que no habían disparado directamente a la multitud. La serie de la HBO comienza con este episodio, y muestra como Adams tuvo algunos problemas tras el juicio, pero su prestigo como jurista y hombre honrado aumentó.
Durante la década de los 70, la tensión entre ingleses y americanos continúa aumentando. Comienzan los Congresos continentales, en los que participa Adams como representante por Massachussets. Una fracción creciente de las colonias quiere transformarse en estados e independizarse de la metrópolis. Finalmente, el 4 de julio de 1776 el Congreso aprueba una Declaración de Independencia, que había sido redactada por personajes de la talla de Adams, Thomas Jefferson (Stephen Dillane), Benjamin Franklin (divertidísima interpretación de Tom Wilkinson)…. La serie narra con bastante detalle las duras discusiones y los momentos de incertidumbre que rodearon a estos hechos.
A partir de ahí, la serie nos va contando, con amplios saltos temporales, y desde el punto de vista de Adams, el desarrollo de la Guerra de la Independencia americana, los difíciles primeros pasos de la nueva nación, la redacción de su constitución, su relación siempre al borde de la guerra con Inglaterra y Francia, los debates internos entre federalistas y republicanos, etc. Adams vivió mucho tiempo en Francia y Holanda tratando de ganar apoyo para la causa americana, y tras la independencia, fue designado como primer embajador de EE. UU. ante la corte inglesa, un puesto importante pero nada recomendable….
Durante esos años se vivieron momentos cruciales para la historia moderna, y especialmente interesante resulta la influencia que tuvo la revolución francesa. En EE.UU. arrancan debates que durarán muchos años más: la involucración en asuntos europeos, la esclavitud, la expansión territorial hacia el oeste, el equilibrio entre libertades individuales y el estado, el peso de cada estado en la toma de decisiones…

Hay escenas espectaculares, como la primera audiencia del Rey Jorge III al nuevo embajador Adams, o la entrada del Presidente Adams en una casa blanca a medio terminar. La parte final de la serie está dedicada a los últimos años del retirado John Adams, y a su correspondencia y reconciliación con Tomas Jefferson. Adams murió el 4 de julio de 1826, curiosamente el día en el que se celebraba el 50 aniversario de la Declaración de independencia y con unas horas de diferencia de la muerte de Thomas Jefferson.
Se trata de una estupenda serie, que de manera necesariamente resumida, narra momentos cruciales en el nacimiento del EE.UU. y en general, de la historia moderna. El carácter duro y honrado de Adams y su relación rica y compleja con su mujer, Abigail, se complementan perfectamente con la narración histórica, atrapando completamente al espectador. Está basada principalmente en el bestseller de David McCullough, el historiador que puso de moda y reivindicó la figura un tanto oscura de Adams. La serie disfruta de toda la calidad ofrecida por la  HBO, que asegura una producción de altísimo nivel. Una delicia.
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

domingo, 9 de febrero de 2014

Hijos del Tercer Reich


Unsere Mütter, Unsere Väter (literalmente, nuestras madres, nuestros padres), es una miniserie alemana que ha tenido un gran éxito en su país de origen.

La acción comienza en Berlín, en el verano 1941. 5 amigos se reúnen para despedirse, ya que dos de ellos, hermanos, se incorporan al frente como soldados, y otra amiga como enfermera. Se prometen volver a reunirse en Navidad. La Guerra va aparentemente muy bien para Alemania; están imbuidos de un espíritu alegre y nacionalista. No son  especialmente nazis ni antisemitas (uno de ellos es judío), pero creen en la grandeza de Alemania, y en la mayor parte de las mentiras del Régimen.  Obviamente, durante los próximos meses y años, sufrirán la terrible realidad de la Segunda Guerra Mundial y del nazismo, que ha marcado la historia reciente de Europa.

La miniserie está dividida en tres episodios: Otra época, Otra guerra, y Otro país. Nos va guiando a través de una guerra cada vez más desesperada para Alemania, cruel y salvaje. La acción se divide casi a partes iguales entre el frente del este  y la vida cotidiana en un Berlín cada vez pobre y amenazado. Poco a poco las convicciones de los protagonistas se verán sometidas a duras pruebas, y sus caminos serán muy distintos a los que soñaron…
La serie está muy bien realizada, y es relativamente original a pesar de narrar una historia muy conocida y llevada al cine en múltiples ocasiones. Refleja bien la perspectiva de una juventud educada durante el nazismo, y las historias personales que narra son interesantes. La parte militar está muy bien resuelta. Sin alcanzar la perfección técnica de “Hermanos de Sangre”, destaca por la meticulosidad en la recreación de la época, cuidada hasta el último detalle. La acción bélica es resuelta con mucha precisión y respeto por los hechos.
También me ha gustado la banda sonora, especialmente la preciosa canción principal "Mein Kleines Herz" (mi pequeño corazón).


Esta canción nostálgica y triste sirve de telón de fondo a un drama que arrastró a la muerte a millones de personas. Esta serie contribuye a que no lo olvidemos jamás.
 
 



domingo, 2 de febrero de 2014

En memoria de un gran actor: Philip Seymour Hoffman

Hoffman, en su papel de segundo violín en El último concierto (2012).
 
Leyendo la prensa esta tarde de domingo, me encuentro con una triste e inesperada noticia: la muerte del actor Philip Seymour Hoffman, de 46 años.Precisamente hace pocos días vi una de sus últimas películas: El último concierto (A late quartet, 2012). Sin ser una gran obra, resulta interesante, sobre todo por las excelentes interpretaciones de los actores: Hoffman, Christopher Walken, y Catherine Keener.
Repasando la obra de Hoffman, nos encontramos con una filmografía impresionante.
Yo me fijé en él por su excelente interpretación en la película Hapiness, de 1998. Se trataba de una historia bastante sórdida, dura de ver, en la que se mostraba la miseria humana y la infelicidad de unos personajes corrientes. Pero ya antes había participado en películas importantes, como Ni un pelo de tonto (1994), nada menos que con Paul Newman; la alocada y comercial Twister (1996), o la divertida y original El Gran Lebowski (1998), de los hermanos Cohen, con un elenco de actores de enorme talla: Jeff Bridges, John Goodman, Julianne Moore, Steve Buscemi, John Turturro…
Parecía claro que Hoffman sabía elegir sus proyectos. Y nos lo fue demostrando con los años. Así, llegó Magnolia en 1999, una buena película de historias entrelazadas, en un estilo que se puso de moda durante varios años. Combinaba películas originales y arriesgadas con un cine más comercial, pero de calidad, como El talento de Mr Ripley, de 1999.
Ya en el año 2000 me encantó State and Maine, una divertida comedia costumbrista, que se beneficiaba del guion del gran David Mamet. La mezcla de actores de Hollywood y la población de un pequeño pueblo de Vermont resultaba explosiva. Otras veces me decepcionó, en proyectos como Con amor, Liza (2002), pero en general, ver una película suya era una garantía de calidad. Ahí están la comercial pero estupenda Cold Mountain (2003), o no digamos Truman Capote (2005), con la que le llegó el éxito definitivo: un oscar y un globo de oro.
Hoffman sin embargo no se durmió en los laureles. Su siguiente proyecto, Empire Falls (2005), es una miniserie no muy conocida, en la que de nuevo se codea con grandes actores: Ed Harris, Helen Hunt y Paul Newman. La historia narra de nuevo las tensiones de las relaciones personales en un pequeño y decadente pueblo de Nueva Inglaterra. Muy recomendable.
Y la lista sigue…Antes del diablo sepa que has muerto (2007), durísima película de Sidney Lumet, con Hoffman compartiendo cartel con Ethan Hawke y Marisa Tomei; La Familia Savages (2007), otra triste y dura película; o la divertida e interesante La Guerra de Charlie Willson (2007), esta vez con Tom Hanks y Julia Roberts. Hoffman estaba actuando en grandes películas cada año.
Después me reí mucho con Radio encubierta (2009), una comedia casi musical con un estupendo Bill Nighy, y disfruté con Moneyball (2011), dentro del género del cine de deportes americanos, que se beneficia de un sólido guion de Aaron Sorkin (El Ala Oeste de la Casa Blanca), y de la interpretación de Brad Pitt.
Pero la película que me dejó clavado en el sillón del cine fue Los Idus de Marzo (2011), una despiadada crónica de la política, bordada por George Clooney, Ryan Gosling, Paul Giamatti y Marisa Tomei. Una cumbre del género del cine político con interpretaciones extraordinarias. El papel de consultor político que realiza Hoffman es mi preferido en toda su carrera.
Al año siguiente, nos regala una de sus mejores interpretaciones, la del fundador de la iglesia de la cienciología, en The Master. Aunque la película tuvo que cambiar algunos detalles, la historia se basa en hechos reales, y resulta dura pero hipnótica, con un gran contrapunto ofrecido por Joaquin Phoenix en un papel muy difícil.
Y porqué no reconocerlo, también he disfrutado de su aparición en la segunda entrega de la  saga de Los Juegos del Hambre, serie de ciencia ficción entretenida y con cierto interés.
Hoffman nació en Fairport, Estado de Nueva York, en 1967. Se aficionó al teatro en el instituto, y se graduó en artes dramáticas en Nueva York (1989). Comenzó a trabajar como actor en la serie Ley y Orden (1991), y por desgracia, a pesar de su cada vez más exitosa carrera, sufría de una adicción a medicamentos y drogas, que parece haber sido la causa de su muerte. Con él se va un estupendo actor, entrañable a veces, más a menudo inquietante, con un físico apartado de los estándares habituales, y que ha participado en muchas de las mejores películas de los últimos años. Todavía tengo pendientes algunas de sus obras, que iré consiguiendo poco a poco. Una triste pérdida para el cine y especialmente para sus seguidores, entre los que me encuentro.
 
 
 
 
 
 

La gran estafa americana

¡Y que lo digan! Esta película (nunca había estado tan de acuerdo con un título) es una gran estafa americana en toda regla.

Solo hay una cosa verdadera en “American Hustle”: la moda de los años setenta era un horror.

Ver como Christian Bale abandona su puesto de Batman para transformarse en hermano gemelo de Torrente es algo tan insoportable que ni siquiera el hecho de que en vez de El Fary y su “Torito guapo” suene de fondo "Delilah" en la poderosa voz del Tigre de Gales, consiguen hacer más llevadero.

Un astuto estafador, su amante pelirroja, el agente del FBI, la esposa del astuto estafador, el jefe del agente del FBI, el alcalde de Candem, sus amigos mafiosos, la mujer y la familia numerosa del alcalde de Candem, senadores y congresistas amigos del alcalde de Candem que quieren conocer al astuto estafador que intenta ser manipulado por el agente del FBI cuyo jefe está en contra, el Fiscal General que está de acuerdo con el agente del FBI que intenta manipular al estatuto estafador para pillar a los congresistas y a los amigos mafiosos…… ¡Bufff! Pues así durante dos horas y media. Complejo no, tedioso mucho.

Esta es una historia de esas que yo denomino “cotorras” porque los personajes se pasan más tiempo hablando sobre lo que van a hacer y decir que haciéndolo. Una película narrada, imitando ese modelo que tanto gusta a  Scorsese, que resulta pesada, aburrida, sin pizca de gracia y con unos diálogos tan cargantes como el resto del conjunto.

Me cabrea el tema de los Oscar. A veces pienso que los americanos nos toman por estúpidos y piensan que, al igual que ellos hacen, confundimos el hecho de que alguien engorde 20 kg. (Christian Bale en este caso) o los adelgace (Matthew McConaughey en “Dallas Buyer Club) con ser un buen actor y que no somos capaces de admirar lo que otros, sin una gota de maquillaje, sin banda sonora, solo con su voz y sus gestos, pueden transmitir con un primer plano de sus rostros (Chiwetel Ejiofor y Michael Fassbender).

Que David O. Russell y “La gran estafa americana” estén nominados para mejor película y director junto a Steve McQueen y “12 años de esclavitud” me parece un insulto para este último y para las personas que, como yo, amamos el cine.

En esta ocasión debo decir: ¡aupa Boyero!

Diario de una lectura inconclusa: "La montaña mágica" (epílogo)

En las páginas anteriores a ésta, acababa de conocer a Naphta personaje poco agradable, como la mayoría de los descritos por el Sr. Mann. Clawdia, tras la extraña declaración amorosa de Hans se marchó y Joachim tomó la determinación de partir igualmente en contra de la opinión médica.

En este último tramo de la novela ocurren dos suicidios, uno dentro y otro fuera, que rompen la monotonía reinante en el Sanatorio Internacional Berghof. Se producen dos regresos, tan temidos como deseados por nuestro protagonista, que cambiaran su vida para siempre: Madame Chauchat vuelve, acompañada de un amante viejo y rico, para, no mucho tiempo después, volver a partir para siempre. Joachim retorna, derrotado, para morir.

Antes de empezar a leer “La montaña mágica” escribí: “Si el destino quiere que descifre donde reside la magia de esta montaña, lo haré; en caso contrario, volverá al fondo de la estantería para seguir almacenando ese polvo, chivato y delator, que le recordará al mundo, y sobre todo a mí misma, que la novela me venció”.
 davos
Pues bien, lo he conseguido: hace una semana que terminé el libro dejando a Hans Castorp en la misma posición horizontal en la que han transcurrido siete largos años de su joven existencia aunque, por una vez, no decúbito supino sino decúbito prono “todos se echan de bruces bajo los proyectiles silbantes, para saltar luego y reanudar su carrera hacia delante (…) ¡Bella juventud, con sus mochilas y bayonetas!

En esta imponente obra, una biblia para ateos, Thomas Mann, entre otros muchos, le da todo el protagonismo a tres temas: el tiempo, la enfermedad y la muerte. El primero me aburre y nada quiero añadir sobre él. Al segundo, la enfermedad, el escritor otorga un elevado estatus, una gran fuerza tanto como instrumento creativo (en el blog de Rodrigo escribí una entrada sobre este tema (http://www.regimen-sanitatis.com/2013/12/el-poder-creativo-de-la-enfermedad.html) como elemento liberador de convencionalismos sociales y relajación de costumbres. Le demuestra un respeto que, lo admito, me sorprende y confunde.

El tercero, la muerte, es el que más me ha impactado, el único que ha conseguido que me emocionara. Si tuviera que elegir lo mejor de la novela sin duda alguna elegiría tres apartados que hablan sobre ella:
  • El que narra la muerte del abuelo Hans Lorenzo Castorp (“Sobre la pila bautismal y los dos aspectos del abuelo”).
  • El titulado “Danza macabra”.
  • La muerte de Joachim Ziemssen, lo más triste y enternecedor de toda la novela.
Creo recordar que, hablando de la novela, uno de los miembros del Club aludió a la posibilidad de que “La Montaña Mágica” fuese una representación del Purgatorio, ese estado transitorio de expiación donde, después de la muerte, aquellos que han fallecido sin pecado mortal, pero con pecados leves, deben permanecer para purificarse antes de entrar en el cielo. Yo no estoy de acuerdo. Si tuviera que elegir un concepto religioso para denominarla sería, sin lugar a dudas, el del Infierno, un estado de sufrimiento permanente. Una lenta agonía de la que apenas eras consciente embotado por las cinco copiosas comidas diarias; aletargado, adormecido, embrutecido por “Il dolce far niente” y la férrea y tramposa disciplina medica que busca, más que la curación, el conformismo y la entrega sin reservas.

La montaña mágica” es una cárcel de la que Hans Castorp solo puede escapar cuando estalla la guerra: “se vio salvado, liberado, no por sus propias fuerzas, como tuvo que reconocer para gran confusión suya, sino expulsado por las fuerzas elementales y exteriores (…). Pero aunque su pequeño destino se perdiese en el destino general, cierta bondad, cierta justicia que le atañía directamente se manifestaba a pesar de todo”.

Es ahora que he llegado al final, ahora que he leído las 974 páginas del libro, cuando debo preguntarme: ¿he comprendido dónde reside la magia de esta montaña? No estoy segura de tener una respuesta para esa pregunta.
“La montaña mágica” no es una historia al uso donde haya una trama a seguir cuyo desarrollo te mantiene en vilo. No se lee de un tirón, sino a trompicones: es una novela con badenes. Es tal la cantidad de conceptos, ideas y conocimientos que el Sr. Mann disecciona que realmente se te hace duro seguirle. Alguien del club comentó que el protagonista era aburrido o soso y al escucharlo me di cuenta de una cosa: los personajes no importan porque son simples instrumentos de comunicación. En cada una de las 975 páginas, el autor pone a prueba la paciencia, el intelecto y la lucidez del lector. “La montaña mágica” es un reto que solo podrás superar si posees una gran curiosidad e inquietud, ganas de aprender, y la suficiente humildad y seguridad en ti mismo como para reconocer que hay partes que no has entendido, al menos no a la primera.

Después de liberarme de la magia de Thomas Mann no he conseguido que libros menos exigentes atrapen mi atención. Y es que subir esta montaña me ha costado pero, como todos los aficionados al senderismo saben, lo peor siempre es la bajada.