El sábado
pasado pude realizar por fin una visita que tenía pendiente desde hace mucho
tiempo: El Real Observatorio de Madrid. Al sur del Retiro, en el alto de San
Blas, pero bastante escondido por la
vegetación y algunos edificios, se encuentra esta joya de la Ilustración
española.
El Real
Observatorio de Madrid fue fundado por Carlos III a sugerencia de Jorge Juan, marino,
espía, embajador, ingeniero y gran científico más recordado por su calle que
por el hecho de haber demostrado que la tierra está achatada por los polos. El
edificio principal del observatorio fue diseñado por Juan de Villanueva, arquitecto
neoclásico que también firmó otro “proyectito” próximo: El Museo del Prado.
El
observatorio se construyó en 1790 en el llamado “Eje de las Ciencias” (junto
con la Academia de Ciencias –ahora Museo del Prado- y el Jardín Botánico). En
él, se visita una fantástica biblioteca con muchos libros antiguos de
astronomía, relojes de precisión, un péndulo de Foucault y dos telescopios
originales de 152 mm del astrónomo William Herschel, el gran científico y
músico germano-británico, probablemente
muy parecidos a los que utilizó en 1781 para descubrir Urano. Emocionante…
Portaocular, tapa y buscador del precioso telescopio de madera de 152 mm. Herschel no necesitó nada más para descubrir Urano...
Después
de observar un rato el hipnótico movimiento del péndulo y dar un pequeño grito
de satisfacción cuando derriba la siguiente pieza gracias al regular movimiento
de la tierra,
se pasa a la interesante sala en el que se conserva un círculo
meridiano con el que se calculó la hora exacta hasta el año 1975. Una apertura
en el techo, que marcaba el meridiano de Madrid, permitía seguir el sol hasta
el cenit. La sala está llena de elegantes relojes de precisión e instrumentos
de latón, cuya belleza y estilo no han sido superados.
Una ventana bien alineada norte sur es imprescindible en cualquier casa para poner en hora el reloj del abuelo...
Pero el
plato fuerte de la visita nos espera en un edificio más moderno a pocos metros
del observatorio. En 1804 la ciudad de Madrid, con un cielo todavía limpio de contaminación,
contaba con el mejor telescopio del mundo. Construido por Herschel en
Inglaterra, disponía con un espejo de 60 cm que afortunadamente se salvó de la
destrucción por parte de las tropas francesas en 1808, que quemaron el resto
del aparato. Que dramático resulta que sólo pudiera ser utilizado durante
cuatro años.
Utilizando
los planos originales, también conservados, se ha reconstruido el telescopio,
que resulta impresionante. El excelente espejo
también se expone.
La
visita concluye con una exposición de instrumentos astronómicos, pero incluso
más interesante resulta la explicación del origen de la topografía moderna, y el
comienzo de la meticulosa medición y localización de los 11.000 vértices
geodésicos en nuestro país. La operacion comenzó en 1858 en Madridejos (Toledo),
usando una regla de platino de cuatro metros, calibrada con el patrón metro en
París, protegida del sol, y operada por un regimiento de artillería que la
desplazó pacientemente durante tres años. Dos cerros separados por 14
kilómetros (la Carbonera y el Juego de Bolos) fueron la base del primer
triángulo de la red geodésica española. En esta página se explica muy bien esta
poco conocida aventura científica.
Se
conserva una impresionante fotografía de 1858 que recoge los trabajos:
Está lo de pelar patatas, luego lo de Melilla, pero lo de la reglita manda h....
También
destaca un precioso telescopio Zeiss, sueño de todo aficionado que se precie.
En la
actualidad, el conjunto de edificios alberga las sedes del Observatorio
Astronómico Nacional y del Observatorio Geofísico Central, y continúa
realizando labores de ciencia y gestión. Por ello, la visitas están reguladas y
es necesario concertarlas con antelación en esta página:
Recomiendo
totalmente esta visita, una ruta por la historia y la ciencia que enseña y
emociona. Si eres friki o aficionado a la astronomía, ya estás tardando…
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