Polonia,
1960. Anna, una joven novicia, huérfana de la II Guerra Mundial, recibe la
noticia de que una tía suya todavía vive. La madre superiora de su convento la envía
a conocerla, antes de que tome los votos de monja. Wanda resulta ser una mujer aparentemente fuerte y
liberada, una respetada líder comunista. Ambas viajarán a su pueblo natal para
buscar la tumba de los padres de Anna, e investigar su muerte...
Así comienza
esta historia, muy bien narrada por el director polaco Pawel
Pawlikowski. Llama la atención su lenguaje
cinematográfico; utiliza una fotografía en blanco y negro que
resulta muy sugerente y evocadora de la época, aunque para mi gusto, el
encuadre a veces resulta un poco extraño, ya que medio saca a los personajes de
la escena. Quizás busque dar protagonismo al entorno: el monasterio nevado, las
estrechas carreteras, las casas antiguas, el pueblo…
Por
otra parte, el diálogo se basa más que en el escaso guión, en las miradas y el lenguaje corporal de las
dos protagonistas (estupendas las actrices Agata Kulesza
y Agata
Trzebuchowska). Su relación va desarrollándose a lo largo de la
película, que a veces recuerda el subgénero de “road movie”.
El
telón de fondo de la historia es muy complejo: el terrible sufrimiento de
Polonia durante la II Guerra Mundial, especialmente de la población judía; las
contradicciones del pueblo polaco, a caballo entre el antisemitismo, el
comunismo, y su herencia católica; y el tímido despertar prooccidental de una
juventud que quiere romper con un pasado trágico, y mira con ilusión hacia
el oeste, simbolizado por la llegada de la música pop. Esta
parte de la historia me recuerda mucho a una película búlgara un tanto oscura,
Yesterday (1988), que narraba la historia de unos jóvenes que tratan de montar
un grupo de rock en plena Bulgaria comunista.
Esta película resulta
sencilla, pero emocionante, por el enorme trasfondo que sugiere, por la originalidad
de la narración, y por tratar temas universales como el amor y el sexo, la violencia, la ambición, la religión, la familia, y las decisiones que convierten a la vida en un viaje sólo de ida. La película está cosechando bastantes premios, y un éxito comercial
considerable para este tipo de cine de autor. Parece que como en otras ocasiones, está funcionando el "boca a boca", ya que está gustando mucho.
Su director, Paweł Pawlikowski, un polaco
afincado en París, había ya sido reconocido por sus trabajos anteriores, que yo
todavía no he visto.
De nuevo, una película en blanco y negro, atrevida y personal, viene a demostrar que el buen cine de autor puede tener éxito y merece ser
exhibido en cines normales a horas razonables para las personas humanas…
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